Comentario
Un decreto del Presidium del Soviet Supremo de la URSS había alargado la jornada normal de trabajo al poco de estallar la guerra con Alemania, el 26 de junio de 1941. Quedaban así suprimidas todas las fiestas ordinarias y ello hizo posible que con el mismo número de empleados y obreros se incrementaran casi un tercio las posibilidades de producción.
Sin embargo, el gigantesco traslado de la mayor parte de la industria soviética al este, unido a la mayor demanda del frente en armas y municiones, significó un tremendo bache, como era inevitable, y no fue previsto en toda su cuantía por el Kremlin ante la magnitud de la lucha y las fuerzas enemigas. Es oficial el hecho de que entre el mes de octubre de 1941 y abril del año siguiente el Ejército Rojo bordeó el desastre ante la inquietante escasez de suministros.
El 1 de diciembre de 1941 sólo funcionaba en el conjunto del territorio soviético libre de invasores el 38,4 por 100 de los altos hornos, el 52,6 por 100 de los hornos Martin, el 38 por 100 de los hornos eléctricos y el 52,2 por 100 de los trenes de laminación.
Como el resto de la industria, la metalurgia se enfrentaba a una aguda carestía de mano de obra. Cifras cantan: de 31,6 millones de trabajadores industriales que había registrados al inicio de las hostilidades, casi cinco meses más tarde -a comienzos de noviembre de 1941- eran sólo 19,8 millones. La razón principal es que una parte de esos empleados y obreros habían quedado aislados en zonas ocupadas por el Ejército de Tierra de la Wehrmacht y otra importante se hallaba aún de viaje hacia los nuevos puntos en el este. Todo ello influyó en que, en su conjunto, la producción industrial de la URSS bajara de junio a noviembre de 1941 a la mitad, siendo la situación aún más grave a finales de ese año.
Se registró una gran escasez de molibdeno y manganeso, ya que una gran parte de este último se extraía en el área de Nikopol, ocupada por los nazis, debiendo abrirse a toda prisa nuevas exploraciones de ese mineral en el Kazakstán y los Urales.
Más grave aún era la pérdida de la riquísima zona de Donbass, que producía el 60 por 100 del carbón, lo que de inmediato motivó una rápida aceleración de las extracciones en otras partes de la URSS, situadas muchísimo más al este.
La industria de municiones tenía una preocupante escasez de ferroaleaciones de níquel y metales no ferrosos. A este déficit se juntaban otros muy importantes, como los de aluminio, estaño y cobre. De 26 grandes fábricas químicas evacuadas al este, sólo ocho habían podido llegar a su destino definitivo a primeros de diciembre de 1941 y, encima, su producción estaba a la mitad.
Según datos oficiales ofrecidos por el Ministerio de Industria y Transportes de la Unión Soviética, desde finales de junio hasta principios de diciembre de 1941 se habían trasladado al este un total de 1.523 grandes fábricas; de ellas, 226 a la región del Volga, 667 a la zona de los Urales, 244 a la Siberia occidental, 78 a Siberia oriental y 308 al Kazakstán y Asia central.
Entre esas 1.523 factorías se contaban las 1.360 mayores empresas de armamento de la URSS. Para transportar todo el conjunto de esa colosal carga, se hizo preciso utilizar la capacidad de 1,5 millones de vagones de ferrocarril.
La magnitud del esfuerzo realizado supera todo lo imaginable. Es, en realidad, una imposibilidad material que ha sido hecha posible merced a un esfuerzo sobrehumano, sostenido y minucioso. La razón se niega a admitir que miles de toneladas de material puedan ser transportadas a miles de kilómetros de distancia en brevísimos lapsos. La realidad, sin embargo, prueba que tal hecho fue posible. Jamás en la historia se produjo una evacuación de tal magnitud ni de tanta importancia.
Un año largo después de terminada la Segunda Guerra Mundial en Europa, Molotov mencionó las gravísimas pérdidas sufridas por su inmenso país en un discurso pronunciado en París el 26 de agosto de 1946. Según el ministro soviético de Asuntos Exteriores, el III Reich y sus aliados habían "...destruido 31.850 empresas industriales, que empleaban a cuatro millones de trabajadores al comenzar el conflicto, y arruinado o robado 239.000 motores eléctricos y 175.000 máquinas-herramientas".
Esta declaración de Molotov es una prueba de que del gran conjunto de equipos industriales no evacuados sólo una parte -casi el 40 por 100- quedó bajo el férreo control de la política estaliniana de tierra quemada.