Comentario
Conscientes de la importancia vital de asegurarse el control aéreo en el medio oceánico, el Japón planeó la destrucción de los aviones enemigos en tierra y la ocupación de los aeródromos. Era esencial, pues, utilizar el factor sorpresa: golpear con rapidez y eficacia sobre los objetivos previstos, destruyendo las líneas medulares de las defensas enemigas antes de que estos pudieran reaccionar. Un primer problema se presentaba en Filipinas donde, al salir el sol cinco horas más tarde que en Pearl Harbor, los americanos ya estarían advertidos del ataque japonés, lo que les daría tiempo para preparar sus defensas.
Conseguida la supremacía aérea y la destrucción de las flotas enemigas, el paso siguiente sería la ocupación de las bases en tierra suficientes para desarrollar las operaciones de ocupación del resto del territorio. El Mando japonés calculaba que las defensas aliadas no podrían hacer frente a la arrolladora "blitzkrieg" japonesa, tomando Manila al cabo de 50 días, Singapur a los 100 y las Indias holandesas a los 150 días.
Los objetivos japoneses eran la ocupación y el asentamiento en una extensa área por el Pacífico y Asia, especialmente Tailandia, Malasia, Filipinas y las Indias holandesas. Para ello, la Marina Imperial debería jugar un papel fundamental, como apoyo de todas las operaciones. Se contaba ya con que la Flota norteamericana, una vez iniciadas las hostilidades, llegaría a Filipinas para apoyar a los países atacados. A partir de ese momento, sufriría el hostigamiento de los buques y submarinos japoneses anclados en las Marshall y las Carolinas, antes de que la superior Flota japonesa diese el golpe final.
El optimismo previo, del que Tojo y su grupo de generales eran el mayor exponente, se vio frenado por las reservas del almirante Yamamoto, quien confiaba en lograr un cierto éxito inicial gracias al factor sorpresa y a la excelente preparación técnica y material japonesa, pero conocía la capacidad industrial norteamericana y preveía una larga y costosa guerra con los Estados Unidos. Llegado este momento, pensaba, el Japón podría negociar una paz ventajosa una vez asentado en los territorios ocupados. El único problema radicaba en que, para asegurar el éxito de este plan, la Flota americana del Pacífico debía ser destruida.
En los primeros días de diciembre de 1941 dieron comienzo las operaciones previas a la gran expansión japonesa. El día 4, a las cinco y media de la madrugada, salieron de Hainan en dirección a Sengora, Pattani y Kota Bahru 19 buques de transporte con 26.000 soldados. Un día después salieron siete navíos más hacia las costas de Tailandia, al tiempo que la División de los Guardias Imperiales se preparaba para comenzar su avance desde Indochina hacia Tailandia y Malasia, para apoyar los desembarcos.
Inmediatamente después de ser conocido el éxito del ataque sobre Pearl Harbor despegarían los aviones desde Formosa hacia Filipinas. En aquélla, como en Okinawa y las Palaos, estaba preparado el ejército 14 para desembarcar en los lugares previstos tras la realización de varias incursiones aéreas. En China, comenzaría el avance del Ejército 38 hacia Hong-Kong, mientras que las fuerzas diseminadas por el Pacífico deberían ocupar Guam, Wake y las Gilbert.
Las órdenes preliminares habían sido impartidas por el Mando meridional el 15 de noviembre. Las definitivas fijaban el ataque para el día 8, denominado en clave "día X", siendo comunicadas por Tokio el 2 de diciembre. Entretanto, la flota de Nagumo se había reunido en las Kuriles el 22 de noviembre.