Comentario
Una serie de realizaciones donde arquitectura y ciudad están una en función de la otra son llevadas a cabo en Augsburgo durante el siglo XVI e inicios del XVII; es un capítulo en sí mismo concluso respecto a esta ciudad alemana, para la cual las vicisitudes de la Guerra de los Treinta Años -sitiada y tomada por Suecia en 1632, es reintegrada al Imperio cinco años después-,suponen la interrupción de su desarrollo urbano.
Desde fines del siglo XV y durante toda la primera mitad del XVI Augsburgo es el centro comercial e industrial más importante del Sur de Alemania. Familias poderosas y enriquecidas durante el cuatrocientos, como los Welser o los Hóchstetter, están en la base del gran capitalismo augsburgés del siglo XVI; pero éste y la propia ciudad son sinónimos de Fugger. Casi podría decirse que los Fugger son a Augsburgo lo que los Medici a Florencia.
Familia que había hecho su fortuna durante el siglo XV en relación con los tejidos, industria tradicional de la ciudad, hacia 1525, año del fallecimiento de Jacob Fugger, el omnipotente banquero de Carlos V y León X, detentaba un auténtico monopolio de varios sectores de la minería europea, que pasaba por la exclusiva del mercurio de Almadén e incluso por varias concesiones hispanas en América, y controlaba buena parte de las intensísimas relaciones comerciales de Augsburgo, con Italia -Venecia, sobre todo- por el Sur y con Flandes hacia el Norte. A mediados del quinientos, la prosperidad de los Fugger, y con ellos la de su ciudad, inicia un lento y progresivo declive que, desde el punto de vista económico, es ya irreversible tras la primera bancarrota de Felipe II, a quien habían seguido financiando, en 1557.
Una notable industria tipográfica tiene como centro a Augsburgo que, durante el siglo XVI, es asimismo un importante enclave cultural donde, en torno al mecenazgo de los Fugger sobre todo, desarrollan su actividad humanistas como Clemens Sender y Conrad Peutinger, o pintores como Hans Holbein el Viejo y Hans Burgkmair. En la Weinmarkt -principal arteria comercial de la ciudad- se inicia en 1511 la construcción del nuevo palacio de los Fugger, arquitectónicamente muy tradicional y de aspecto severo, con fachada pintada al fresco, precisamente, por Burgkmair siguiendo un programa elaborado por Peutinger. Una crónica contemporánea alababa esta decoración pictórica, así como la del interior del palacio, edificio que no resultaba por ello, se dice, "extremadamente ostentoso, sino, más bien al contrario, de gusto sencillo y lujo mesurado". También entonces era ponderada la villa suburbana que, con sus correspondientes jardines, se hizo construir Jacob Fugger a las afueras de Augsburgo; se dice que es preferible al castillo que en Blois posee el rey de Francia, sobre todo por las comodidades de que dispone esta residencia alemana, con fuentes "que mediante un artificio conducen el agua hasta el interior de las habitaciones".
También auspiciada por el citado banquero, se construye, entre 1509 y 1518, la Capilla Fugger en la iglesia de Santa Ana de Augsburgo, como panteón familiar donde una bóveda gótica (persistencia de la tradición) se levanta sobre un todo clasicista (intencionalidad de prestigio por parte del comitente en su uso, con carácter diferenciador), tanto por su arquitectura como por los monumentos funerarios.
Entre 1519 y 1523, Thomas Krebs realiza la Fuggerei, asimismo por iniciativa de Jacob Fugger, que ya en 1514 había promovido la última ampliación de la ciudad medieval en el suburbio de San Jacobo. La Fuggerei de Augsburgo, intervención urbanística insólita en el siglo XVI, es considerada como la primera experiencia europea de edificación residencial, subvencionada por el capital industrial. Se trata de un barrio obrero y artesano de ciento seis casas populares, distribuidas en tres calles rectilíneas, ceñido por una muralla y provisto de algunos servicios comunes: una fuente, la escuela y la iglesia (construida en 1581). Todo es sencillez, racionalidad y ordenación del trazado, en un conjunto diseñado a escuadra, y donde la misma fuente es despojada de cualquier consideración monumental. Un espíritu filantrópico, no exento de cierto paternalismo, domina este plan urbanístico, afín, por otro lado, a ciertos presupuestos de la ciudad ideal del quinientos. El acta fundacional de 1521, de contenidos aún medievales, resulta elocuente al respecto: "Estas casas deben ser entregadas gratuitamente en alabanza y honor de Dios, a los obreros y artesanos... que tengan necesidad de ellas, y a los que más lo merezcan...". Por su parte, la lápida colocada en la entrada principal, hace hincapié en que los Fugger, "considerando que han nacido para el bien de la comunidad, y que deben sus grandísimos bienes de fortuna, sobre todo al Altísimo y Clemente Señor... han ofrecido, regalado y consagrado esta fundación a sus conciudadanos, pobres pero dignos".
En un claro propósito de embellecimiento de la ciudad, entre 1593 y 1599, los artistas flamencos Hubert Gerhard y Adrien de Vries -discípulo el último de Giambologna- construyen tres fuentes monumentales, de Augusto, de Hércules y de Mercurio, cuyas figuras, retorcidas sobre sí mismas y haciendo alarde de la inestabilidad de su postura, siguen la línea manierista plasmada por el propio Giambologna o Ammannati en obras similares de la Florencia cinquecentesca, y que en Augsburgo se convierten en tres hitos y citas clasicistas, en sí y respecto a su entorno urbano. Hasta cierto punto, esta concesión a obras con el sentido monumental y significativo que, respecto al organismo urbano, adquieren, es excepcional en este momento, y no sólo en Alemania sino que lo mismo sucede en los Países Bajos. Es lo que Tafuri certeramente califica como la preocupación, en el Centro y Norte de Europa, "por salvaguardar la orgánica compacidad de los tejidos urbanos, con el consiguiente rechazo de la celebración monumental".
El proceso arquitectónico-urbanístico de Augsburgo culmina -y concluye- con las realizaciones de Elías Holl (1573-1646), con quien estamos ya ante un arquitecto, en el pleno sentido del término, superándose anteriores incongruencias al respecto, aplicables a Alemania y al resto de Europa, del mismo modo que para el caso francés señalamos. A Holl, la autoridad municipal de su ciudad encarga un vasto programa de obras públicas que lleva a cabo durante el primer cuarto del siglo XVII, hasta que en 1626, como protestante, los imperiales ponen fin a su trayectoria arquitectónica.
Como reacción al retórico decorativismo imperante en Alemania hallamos el valor simplificador, austero y grandioso que este arquitecto imprime a sus obras. Si el Arsenal (1602) es todavía partícipe del decorativismo apuntado, sus siguientes construcciones alcanzan un estructuralismo severo y esencial, basado en la pura expresión de las leyes organizativas de los edificios; así ocurre en: la escuela de Santa Ana (1613), la torre Perlach (1614), el nuevo ayuntamiento o Rathaus (1615) y el hospital del Espíritu Santo (1616). Al tiempo de las anteriores realizaciones, en un todo coordinado, construye la nueva muralla de la ciudad con sus puertas monumentales; todo en Holl es pensado como "arquitecturas de, dentro y en pro de la ciudad".
El funcionalismo purista de Holl resulta inédito en Alemania, encontrando su mejor paralelismo, sin que tengan nada que ver, con el cubismo de Juan de Herrera. El conjunto formado por el Ayuntamiento y la torre Perlach, adquiere un carácter emblemático en relación con el medio urbano, más que nada, por la monumentalidad lograda mediante la síntesis entre clasicismo y desornamentación. Se potencian los volúmenes arquitectónicos esenciales que, en el caso de la Rathaus, permiten valorar de manera perfecta el espaciamiento uniforme de los vanos. Tafuri sentencia contundentemente la cuestión, al afirmar: "La austera "heroicidad" del Ayuntamiento, que manifiesta en el exterior su rigurosa estructura centrada alrededor de la Goldene Saal ("Salón Dorado", estancia principal del edificio), es el más alto ejemplo de esta nueva monumentalidad que busca en el fenómeno urbano las razones de su organización formal y funcional".