Época: Cd8-3
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
Alemania

(C) Diego Suárez Quevedo



Comentario

Una serie de contradicciones entre contenido y forma van a presidir los programas artísticos de Maximiliano I (emperador; 1493-1518) que, con una clara intención unitaria, patrocina importantes realizaciones artístico-culturales como integrantes de una política que, centrada en la dignidad imperial, su persona y su familia, conlleven el prestigio y exaltación de las mismas. Parecidas contradicciones y similares intenciones pueden pautarse en las realizaciones de sus más firmes aliados, los Reyes Católicos, si bien en España la política centralizadora de éstos tendrá mayores efectos prácticos, sobre todo en arquitectura y escultura.
El contenido, que hoy conocemos, de la biblioteca de Maximiliano nos da idea de sus intereses culturales, ya que, junto a libros religiosos y de teología, es notoria la presencia del Humanismo renacentista italiano, tanto en su faceta puramente literaria como en obras de orientación cientifista y esotérica. El contenido de una imagen como la elaborada por Daucher, estaría en relación con la idea de retrato ecuestre italiano, pero, además de formalmente gótica, insiste, sobre todo, en presupuestos cristiano-caballerescos, al representar a Maximiliano como San Jorge y no como héroe a lo romano.

Las series grabadas centrarán el interés de Maximiliano, pretendiendo con ellas confeccionar una especie de Summa plástica del saber de su tiempo. Ven así la luz series como el Weisskunig, con doscientos veinticinco grabados de exaltación personal -se insiste en la idea de Maximiliano como Ultimo Caballero-, el ya comentado Arco de Triunfo de Durero y la serie Los Triunfos de Maximiliano, obra realizada en colaboración por los más importantes grabadores del momento en Alemania: Durero, Burgkmair, Beck, Aldorfer, Huber, Schäuffelein y Springklee. La idea de los Trionfi humanísticos informa plenamente estas versiones modernas de las procesiones de victoria que realizaban los romanos, en carros ocupados por todo tipo de personajes alegóricos en relación con las actividades -gloriosas y triunfales- política y bélica.

Como afirma Gombrich, "el emperador Maximiliano, que creía en la importancia del arte como instrumento de glorificación, se aseguró los servicios de Durero para cierto número de proyectos ambiciosos". Vistas las series de grabados, algunos de los cuales representan, precisamente, al Emperador como protector de las artes y las letras visitando talleres de artistas, nos queda por aludir al retrato que, en 1519 fallecido ya Maximiliano, ejecutara Durero que, también, realizó ese mismo año un grabado con la efigie de Maximiliano y el año anterior en Augsburgo, un dibujo, a lápiz de carbón, del soberano. En el retrato de Durero, que representa al Emperador sosteniendo en su mano la granada, símbolo de la unidad imperial, no existe, en modo alguno, contradicción de ningún sentido y cualquier presupuesto gótico ha desaparecido de la imagen. Esta adquiere su plena dimensión en el cotejo con el retrato que de la familia imperial realizara, unos veinte años antes, su estricto contemporáneo Bernhard Strigel (hacia 1460-1528) que, con los fines exaltatorios señalados, es una buena muestra de pintura gótica, donde dominan aspectos de la retratística flamenca del siglo XV.

El retrato de Maximiliano I de Durero participa de modo pleno del carácter de los retratos del Renacimiento Clásico, siendo un verdadero manifiesto de éste, al Norte de los Alpes, como en general lo es la obra del artista alemán. El esmerado cuidado puesto en el gesto y ademanes del retratado, el sobrio colorido aplicado a sus vestimentas, cuyas calidades textiles quedan potenciadas, así como un mesurado y estudiado claroscuro tanto para el neutro fondo como para el modelado de volúmenes, están en la línea de lo que, unos diez años después, expresará Baldassare de Castiglione en su obra "El Cortesano" (publicado en 1528), auténtico ideario literario del Renacimiento Clásico que, al disertar sobre sus anhelos e ideales de belleza, se refiere, además de a la hermosura, a "las buenas costumbres, el saber, y el hablar, los ademanes y aquél no sé qué del gesto y mil otras cosas, las cuales por alguna otra vía podríamos llamar hermosas".

Como buen mecenas humanístico, Maximiliano prestó especial atención y cuidado a su propio monumento funerario, pero éste, en la iglesia de los franciscanos de Innsbruck, vuelve a resentirse de las contradicciones señaladas. El inmenso mausoleo, con detalles decorativos renacentistas, está presidido por una serie de figuras en bronce de monarcas germánicos históricos y legendarios, debidas a los hábiles fundidores de bronce que fueron el citado Peter Vischer y sus hijos; ello pone de manifiesto en el siglo XVI, tanto la pervivencia del Gótico como de esta técnica, a la sazón, tradicional en Alemania.

Las series de grabados auspiciados por Maximiliano, son auténticos hitos en la difusión europea de esos modos y formas de civilización creados por el arte italiano que, asumidos por las cortes europeas, pasan a formar parte de sus bagajes culturales. Ya señalábamos como primera y directa heredera a la corte de Malinas, donde es educado el futuro Carlos V. En éste se concretará la imagen más lograda y mejor elaborada mediante estos presupuestos. Sucesor de su abuelo Maximiliano como emperador entre 1519 y 1556, serán el arte escultórico de Leone Leoni y las pinturas de Tiziano los que en su persona concreten el concepto de Maiestas imperial y, por tanto, como producciones artísticas italianas, fuera de nuestra atención. Pero, asimismo, la idea de majestad con base en la Antigüedad clásica, fue más explotada por los círculos imperiales cara a España e Italia, en tanto que para los Países Bajos y Alemania se intentó que fueran las componentes cortesano-caballerescas las predominantes, todo ello teniendo como trasfondo la plural y diversa herencia recibida por Carlos V, eje de su política y promociones artísticas que, respecto a Alemania, la Reforma luterana, su evolución y consecuencias hicieron fracasar.