Época: Cd8-4
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
A modo de conclusiones y colofón

(C) Diego Suárez Quevedo



Comentario

El coleccionismo es un elemento de primer orden en la Europa del quinientos, fundamentalmente asociado al mundo y a la cultura cortesanos. Paradigmáticas y modélicas habían sido las colecciones de obras de arte de Lorenzo el Magnífico en la Florencia de fines del Quattrocento, o la que iniciara en Roma, centrada en el Belvedere vaticano, el papa Julio II a principios del Cinquecento. A las piezas más buscadas y codiciadas, las obras de la Antigüedad clásica, se unían las de prestigiosos artistas contemporáneos.
A medida que avanza el siglo XVI, el coleccionismo adquiere cada vez mayor importancia y significación para las monarquías europeas. La colección de objetos del soberano se convierte no sólo en un manifiesto de su gusto artístico, sino que, al ir incorporándose otras piezas no estrictamente artísticas, se convierte en la manifestación de su total concepción del mundo, del arte, de la naturaleza y de la ciencia. Es decir, a los cuadros, esculturas clásicas o contemporáneas, tapices, medallas, joyas, monedas, etc., se van incorporando en los gabinetes artísticos una serie de objetos naturales, mecánicos o exóticos -la sugestión de América que señalábamos fue decisiva para los últimos- que, en las décadas finales del siglo XVI, se convertirán en auténticas colecciones eclécticas, que proporcionaban un panorama completo del saber de la época.

Puede ser válida, aunque no hay una exclusión total entre ambos, la distinción que suele hacerse de calificar el primer tipo de coleccionismo como reflejo de una concepción clasicista del gusto, en tanto que el segundo tipo, más amplio y ecléctico, donde conviven objetos artificiales y naturales, las denominadas artificialia y naturalia, se asocia al Manierismo. Desde luego, el gusto por amalgamar lo natural y lo artificial en una práctica disolución de ambos componentes, como vimos en los jardines, es algo netamente manierista. Los objetos que solían componer la naturalia, eran de lo más variado: vasos de cristal y piedras duras, objetos fantásticos de orfebrería, muchos con incrustaciones de piezas naturales (conchas, huevos de avestruz, cuernos de rinoceronte, etc.), instrumentos musicales, relojes mecánicos, instrumentos matemáticos y de observación astronómica, trabajos en coral, cerámicas, objetos exóticos de América, etc., a los que acompañaban todo tipo de grabados y mapas cartográficos o cartas de navegación.

Además de la citada academia de Fontainebleau, fue famosa en los años centrales del siglo la colección de Catalina de Medici en Francia; instalada en el Hôtel de Soissons, estaba integrada por tapices, esmaltes, retratos, pinturas, porcelanas, muebles y libros; por tanto, aún dentro de una concepción no manierista. El mismo carácter tuvo la colección del cardenal Granvela, reunida hacia las mismas fechas por este importantísimo mecenas del arte en los Países Bajos, como señaláramos; poseía numerosas obras de Leone Leoni y Tiziano, compradas a su muerte por el emperador Rodolfo II.

Sabemos de la existencia de algunas colecciones particulares francesas que, en la segunda mitad del quinientos, desbordaban ya la concepción clasicista del coleccionismo, pero es la Wunderkammern o colección de maravillas la que, desarrollada en el Imperio, supone el paso definitivo hacia las colecciones eclécticas, de las que, sin duda, la de Rodolfo II en Praga constituye el ejemplo más perfecto y que mejor sintetiza éste como casi todos los aspectos del Manierismo finisecular.

De las Cámaras de Maravillas alemanas, la más destacada fue la confeccionada, a caballo entre los siglos XVI y XVII, en el castillo de Ambras (Innsbruck) por el archiduque Fernando del Tirol, donde los armarios de la colección mostraban el cultivo de la ciencia y la veneración por la cultura que imperaban en Ambras, presididos por el amor a la música que profesaba el Archiduque. Mediante la labor de su músico de cámara, Giovanni Buontempo, creó el "Parnassus Mussicus Ferdinandus", con un importante corpus de obras, entre las que figuraban piezas de Claudio Monteverdi, estricto contemporáneo de esta colección.