Comentario
El Plateresco, entendido como sinónimo de un estilo de la arquitectura española, que se desarrolla desde los últimos años del siglo XV hasta el triunfo de la normativa clásica hacia 1560, es un término admitido generalmente desde que fuera acuñado por don Antonio Ponz en el siglo XVIII.
Sin embargo, Ortiz de Zúñiga, el primero en utilizar este vocablo en los "Anales de la ciudad de Sevilla" (1677), empleó esta expresión únicamente como sinónimo de una forma determinada de decoración, diferenciada y superpuesta a la arquitectura. En este sentido, el término podía ser igualmente aplicado a otras manifestaciones artísticas en donde la decoración, generalmente de inspiración italiana, se superpone a estructuras arquitectónicas no necesariamente clásicas como los retablos, las rejas y determinado tipo de monumentos a los que ya hemos hecho referencia. Ejemplos como la Portada de la Pellejería de la catedral de Burgos o la Fachada de la Universidad de Salamanca podían, por tanto, asociarse a algunos retablos de Felipe Bigarny, a ciertas obras de Vasco de la Zarza o a las más modernas rejas de Juan Francés. De acuerdo a este criterio, basado únicamente en principios decorativos, se pueden considerar platerescas aquellas manifestaciones artísticas que, realizadas en las primeras décadas del siglo, se caracterizan por la utilización de repertorios decorativos italianos en conjuntos donde persiste un espíritu gótico, entendido como negación de la idea de orden y proporción propios de la normativa clásica. En todos estos casos, se trata de soluciones que tienen como objetivo dotar a estas obras de un aspecto moderno respecto al contexto para el que fueron diseñadas.
Muy diferente resulta el problema cuando el término Plateresco se aplica sólo a la arquitectura española realizada entre 1490 y 1560, acudiendo a su utilización para definir un estilo nacional como respuesta autóctona frente al clasicismo italiano. Tal interpretación, arraigada en muchos historiadores españoles, ha impedido cotejar este fenómeno con otros similares en Francia, Alemania, e incluso Italia, donde se produce esta misma imprecisión estilística. Es más, al considerar la arquitectura española de ese período como un estilo unitario inmerso en un continuo proceso evolutivo, se estaba cometiendo un grave error, ya que en realidad, no responde a ninguno de los dos extremos.
Actualmente, por tanto, no se puede mantener la denominación de Plateresco para designar a la mayor parte de los edificios construidos entre 1490 y 1560, pues entre ambas fechas podemos distinguir dos etapas claramente diferenciadas. En la primera, que comprende hasta la tercera década del siglo, la decoración italo-antigua se superpone a estructuras tradicionales, generalmente góticas; mientras que en la siguiente, plenamente moderna, responde a un proceso de decantación purista en la arquitectura -denominado por algún otro autor como estilo ornamentado- que concluye con la aceptación de las soluciones normativas propuestas por Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera.
En resumen, sólo se debe denominar con el término de Plateresco aquellas manifestaciones de la arquitectura española que surgen en las tres primeras décadas del siglo XVI y en las que se pone de manifiesto la hibridación de formas renacentistas en estructuras tradicionales, generalmente góticas, por lo que este fenómeno no debe aplicarse a las obras estudiadas anteriormente pertenecientes al mecenazgo de los Mendoza, en las que se puede apreciar una asimilación de las soluciones cuatrocentistas, tanto en lo decorativo como en lo referente a aspectos de proporción y composición arquitectónicas. Con todo, aun reduciendo el Plateresco a una modalidad ornamental, resulta muy problemático considerarlo un estilo regido por leyes comunes.
El análisis de algunas obras de este período puede aclarar alguno de estos extremos. En la Puerta de la Pellejería de la catedral de Burgos, las columnas se aplican sin ningún criterio proporcional, para articular una portada cuya composición mantiene, en toda su extensión, la distribución espacial propia de los retablos góticos. En este caso, los elementos compositivos tradicionales -arquivoltas, remates florales, etc.- se mantienen conjugándose con otros más modernos extraídos de los repertorios decorativos italianos. Algo similar ocurre en la portada del Hospital de Santa Cruz de Toledo, en la que, como en la anterior, se han incorporado esculturas a las arquivoltas según la disposición gótica y se han interpretado los elementos renacentistas sin ningún sentido normativo.
Muy diferente es la solución propuesta para la fachada de la Universidad de Salamanca. Derivada del tipo de fachada-retablo gótica que caracteriza a la arquitectura del reinado de los Reyes Católicos, en ella se establece una serie de principios reguladores que, camuflando la estructura gótica -sólo apreciable en los arcos de ingreso y en los contrafuertes de la fachada-, la revisten de una decoración italiana. Decoración a la que se incorporan motivos heráldicos alusivos al patronato regio y que sirve de vehículo de expresión a un complejo programa iconográfico de carácter humanista, mediante el cual la institución universitaria trata de adaptarse a la nueva cultura del Renacimiento: Principios de regulación similares a éstos podemos encontrar en otras obras como la portada del Hospital Real de Santiago o en la fachada del convento de San Esteban de Salamanca, aunque es más difícil hallarlos en otras obras contemporáneas como el Altar de Santa Librada o el Sepulcro del obispo don Fadrique, ambas en la catedral de Sigüenza.