Comentario
Con todo, a pesar de los reveses sufridos, los alemanes no estaban vencidos. Sus generales aún no habían tirado la toalla y quizás el más brillante del momento, Von Manstein, que tenía que emplear la mitad de su tiempo en pelearse con Hitler, conservaba plena lucidez sobre la situación y las oportunidades que les seguían brindando la inexperiencia de sus rivales y la inferior técnica militar del ejército soviético.
Así, aprovechando la precipitación de los generales de Stalin en cortarles una previsible retirada del bajo Donetz hacia el Dniéper, Manstein contraatacó y tomó a contrapié a todos los ejércitos soviéticos de la zona, cercándoles, rechazándoles o aniquilándoles en una serie de ágiles movimientos que duraron 23 días. El 15 de marzo, con una interesante recuperación de terreno y formando el prometedor saliente de Kursk, daban los alemanes por terminada su desastrosa campaña de invierno, aunque su éxito final les permitía ciertas esperanzas.
La guerra se paralizó en el Este con la llegada del deshielo. El 18 de marzo ya era impracticable el teatro de operaciones sur: el barro pegaba a la tierra a hombres y máquinas y los dos bandos se aprestaron durante el forzado descanso a rehacer sus filas.