Época: Barroco1
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1700

Antecedente:
El gran teatro del mundo

(C) Antonio Martínez Ripoll



Comentario

La celebración de esas fiestas era un momento de síntesis para que todas las técnicas se colocaran entonces al servicio del arte como instrumento de persuasión, propaganda o representación: arquitectura, poesía, escultura, danza, pintura, música, teatro, se fundían en un esfuerzo de unidad, que tendía al logro final y global del espectáculo artístico. Artistas como Bernini, Cortona, C. Rainaldi o el P. Pozzo pusieron sus talentos en los empeños de invención y ejecución de las máquinas, las coreografías, los efectos de iluminación teatral, etc., que servían a la efímera ocasión de la fiesta barroca. Ayudándoles se encontraban poetas y escritores (aportando los temas y los programas iconográficos) junto a artesanos y obreros especialistas (vinculados, sobre todo, con la decoración: carpinteros, tallistas, doradores, estucadores, y con la escenografía teatral: tramoyistas).Sin embargo, hasta en eso la fiesta barroca rozaba los límites de conexión entre lo verdadero y lo verosímil con una solución recurrente en sus consecuencias. En efecto, la práctica del arte efímero ofrecía un campo experimental de técnicas y materiales, de medios expresivos y efectos visuales que, comprobados en su puesta a punto provisional a lo largo de la fiesta, en muchos casos y en breve tiempo se convertían de transitorios en estables a escala urbana. De esta manera, a partir del baldaquino trabajado con materiales pobres y perecederos (madera, cartón piedra y estuco) para la fiesta de canonización de Santa Isabel de Portugal, Bernini reproyectará años después su gran Baldaquino de S. Pietro. Y a la inversa, el mismo Bernini, en la puesta en escena del Ponte ruinante (1632), junto al palacio Barberini, muestra cómo la arquitectura real en piedra asume la poética y la praxis del arte efímero, hasta el grado de aparecer ella misma como efímera.En la producción de los arquitectos barrocos las ocasiones de cotejo recurrente entre obras definitivas y efímeras son numerosas. Quizá, el hito más llamativo de cómo una estructura efímera transforma otra ya existente y anticipa un proyecto por realizar, es dado por el y rato escenográfico del quarantore (teatro sacro de los jesuitas de 1650) por Carlo Rainaldi, que viene a ser una maqueta a escala de su obra maestra Santa Maria in Campitelli, de Roma.Al margen de muchas otras consideraciones, el dato capital que se colige de la práctica de las tramoyas efímeras por los arquitectos del Barroco es que su auténtica vocación teatral residía en esa tendencia a transformar el espacio urbano en el escenario permanente de sus intervenciones, aunque de vez en cuando experimentaban en él, de modo efímero, una propuesta estructural o un efecto escenográfico.