Comentario
El desarrollo artístico de Roma en la segunda mitad del siglo no ofrece la variada riqueza de los cincuenta primeros años. En escultura como en arquitectura, la personalidad creadora de Bernini embarazó los talentos de sus coetáneos, a excepción del genio de Borromini. Es por ello obligado no olvidar que los artistas del segundo Seicento fueron los, que, en su mayoría, trabajaron con o para Bernini (activo hasta su muerte en 1680), en su taller o fuera de él, pero bajo su dirección siempre, desarrollando su actividad profesional en las realizaciones de las grandes obras berninianas, ejecutando sus diseños, copiando sus modelos, imitando su estilo con mayor o menor autonomía.No mucho más allá, por tanto, de la condición de profesionales idóneos van los desarrollos de los escultores que giran en torno a la predominante figura de Bernini, no sobrepasando nunca los niveles de buenos colaboradores, que a veces oscilan hacia el polo opuesto de atracción constituído por la obra de Algardi. Así lo demuestra la actividad de Ercole Ferrata (Pellio Inferiore, Como, 1610-Roma, 1686), tan unida a Bernini que se valió, y mucho, de sus capacidades (Cátedra de San Pietro, y Angel con la cruz para el puente de Sant'Angelo), pero cuya obra más personal hay que buscarla en la estatua de Santa Inés entre las llamas (1660) y en los relieves ejecutados para Sant'Agnese in Agone, en plaza Navona, donde declara su clasicismo deudor de Algardi. Como contraste, Antonio Raggi (Vico Morcote, 1624-Roma, 1686), el más autónomo y dotado de los secuaces de Bernini, no hace más que traducir la grandiosidad del maestro a formas diminutas y a movimientos graciosos, con resultados incluso remilgados -Muerte de Santa Cecilia (1660-67), también en Sant'Agnese-, que hasta llegan a anunciar la sensibilidad dieciochesca.Por lo que atañe a los desarrollos de la arquitectura, parece obligado afirmar que la tradición edilicia barroca de Roma continuó hasta el final del siglo. Entre los arquitectos del último Seicento romano que, como los escultores, no hicieron otra cosa que seguir las vías abiertas por Bernini, entremezclando componentes y sugestiones de Borromini o de Cortona, sobresale el nombre de Carlo Rainaldi (Roma, 1611-91), discípulo y colaborador de su padre, Girolamo (Roma, 1570-1655), el arquitecto del palacio Pamphili (1650) y de la iglesia de Sant'Agnese. Después de la muerte del padre, con el que colaboró siempre, la personalidad de Carlo emerge decidida, con estilo autónomo y grandioso en el que mezcla elementos del Cinquecento tardío con otros barrocos, evidente en Santa Maria in Campitelli (1663-67). Su fachada, con acusados avances y retranqueos, presenta claras derivaciones del Norte de Italia en el motivo de los dobles edículos superpuestos y de P. da Cortona en los remates, a lo que se añade el gusto romano en la abundancia de columnas.Contemporáneamente, Rainaldi estuvo ocupado en la erección de la fachada de Sant'Andrea della Valle (1661-65), fiel al proyecto de Maderno, y en la sistematización urbanística de la plaza del Popolo (1662-79). La necesidad de acoger a los viajeros que entraban a Roma desde el norte, obligó a planificar el espacio que se abría entre la puerta del Popolo y el tridente viario que se introducía en la ciudad. Rainaldi proyectó dos iglesias gemelas: Santa Maria di Montesanto en la izquierda, (con cúpula oval) y Santa Maria dei Miracoli (con cúpula circular), que con sus pórticos de templos clásicos y sus cúpulas (que siendo distintas en su desarrollo, semejan por ilusión óptica ser iguales) cumplían la doble función de visualizar un sugestivo fondo escenográfico y de concentrar la atención en el nudo perspectivo en donde se juntan las grandes vías Ripetta, Lata (Corso) y del Babbuino. Una vez más, la planificación barroca cambiaba la imagen de la ciudad, ofreciendo una espectacular solución urbanística que resolvía los problemas funcionales de manera muy persuasiva.En esta gran empresa Carlo Rainaldi tuvo como asistente a Carlo Fontana (Bruciato, 1634-Roma, 1714), a través del cual conoció los sistemas operativos de Bernini, que también participaría en las obras. Colaborador del gran maestro, Fontana fue la figura dominante de la arquitectura romana del final del siglo, con su libre y fantasiosa interpretación de los grandes maestros (fachada de San Marcello al Corso (1682-83), destacando también como teórico de la arquitectura con sus consideraciones sobre la basílica de San Pietro.A pesar de que, en los años finales del siglo, la inercia preside toda la actividad de Roma, las sorpresas no faltan. Así, un pintor y arquitecto ocasional, Antonio Gherardi (Rieti, 1644-Roma, 1702), unido por formación a P. da Cortona, proyecta -inspirándose en Borromini- la capilla Avila en Santa Maria in Trastevere (1680), en la que traslada a la escultura los efectos de trompe l'oeil propios de la pintura ilusionista, al disponer cuatro grandes figuras de putti soportando la base circular de la linterna de la cúpula.