Época: Barroco18
Inicio: Año 1550
Fin: Año 1700

Antecedente:
La eficacia de unas formas para persuadir

(C) Victor Nieto y Alicia Cámara



Comentario

El valor conferido a la decoración en el edificio barroco hispánico no se limitó a portadas y retablos, sino que alcanzó también una importante proyección en los interiores. El contrapunto entre estructura y decoración tiene su culminación en el efecto sorprendente de los interiores en los que, frente a una concepción dinámica de la tectónica del muro, se procede al revestimiento de la estructura como forma de dinamización barroca. Decoración que se conjuga con el juego dorado y cromático de los retablos y que desarrolla un efecto envolvente y atomizador en las yeserías poblanas y las decoraciones colombianas de madera. En ambos casos el interior se planteó con un sentido integral de la ornamentación en el que la decoración de las bóvedas o de los artesonados, como el de Santa Clara de Bogotá (fundada en 1629), los retablos, los púlpitos y las pinturas se integran en una concepción del espacio entendido como una fragmentación multiplicada encerrada en el interior del edificio.De las iglesias de Bogotá se ha destacado frecuentemente la riqueza decorativa de sus interiores. Pedro Pablo Villamor llamaba la atención, en 1720, sobre "...sus adornos, brillando en techos y paredes de oro batido y bien bruñido, en tallas y cartelas...". La decoración de estas iglesias, con una combinación de diversos motivos animalísticos, vegetales y antropomorfos, estudiados por Santiago Sebastián, crea unos interiores dotados de una sensualidad y coherencia formal como en San Francisco de Bogotá.En Puebla y Oaxaca las yeserías, aunque es un arte que tiene claros precedentes en el arte español, alcanzan un desarrollo insospechado como concepción decorativa del interior barroco. Para su realización se utilizaron grabados alemanes y flamencos que al traducirse y aplicarse en un contexto distinto dieron lugar a soluciones originales dotadas de un cierto exotismo. Entre los principales conjuntos debe mencionarse el de Santo Domingo de Puebla, comenzado en 1611 y cuyas yeserías de la nave se realizaron en 1632 por Pedro García Durango; algo después, en 1657, un yesero poblano decoraba Santo Domingo de Oaxaca. Pero la obra modélica de las yeserías poblanas es la capilla del Rosario de Santo Domingo de Puebla que, iniciada a mediados del siglo, se concluye en 1690 conmemorándose con la publicación de un libro: "Octava Maravilla del Nuevo Mundo en la Gran Capilla del Rosario". Las yeserías, debido a su ductilidad y versatilidad, se integran plenamente en la estructura arquitectónica que las sirve de soporte, disolviendo su materialidad en un efecto de luz y color que incrementan con su magia los efectos de la persuasión.