Comentario
La idea de retraso cultural aparece como un dato fundamental, por lo que el pensamiento académico dirige sus esfuerzos a reivindicar los conceptos que honran y publican la inteligencia del artífice. Ello conduciría a una constante autocensura y a la tensión autoridad-libertad, que pone de relieve las consecuencias de cualquier licencia o desviación de la norma y las represivas advertencias a los artistas. La Academia se convierte en la formuladora del progreso, sirviéndose de mecanismos sociales y políticos. El clasicismo se convierte también en modelo genérico, en instrumento de racionalización al servicio del poder absoluto, ya que como entonces se escribe: "es constante que las Artes liberales adquieren por la estimación y aprecio que de ellas hacen los Príncipes todo el esplendor". El intercambio entre cultura y poder será parte de la naturaleza de la ideología académica y este intercambio estará latente en su composición y en sus funciones a lo largo del siglo XVIIIEn la consolidación del organismo, en su aspecto conceptual, estuvo también presente la apertura de una doctrina cultural renovada en cuanto a su proyección en la realidad social y política de aquel tiempo. Esta polaridad convierte a la Academia en el hogar de las nuevas especulaciones teóricas y de ahí también el que surjan constantes controversias e incluso actitudes ambiguas. Hay un intento de integrar las exigencias teóricas de la razón debatidas en Europa. Jovellanos fue un apasionado defensor de las corrientes historiográficas de la época en una propuesta iluminista, sensible a las novedades extranjeras. Se cultiva una concepción intelectualista de las Bellas Artes. Habrá una aproximación al Renacimiento que conduce a una reflexión sobre el mérito de la tradición. Se plantea la relación arte-ciencia en una teoría en favor de la ejecución. Se proclama una restauración de las artes que conduce al valor de una cultura intemporal. Los planteamientos se promueven desde un carácter pedagógico, analizándose en lo artístico un modo de reformar lo social.Los planteamientos diversos se integran en un vasto eclecticismo. Pero ante todo, la restauración de las artes implicará la recuperación nacional de la cultura y un punto de partida a la crítica de los excesos del Barroco y Rococó.La fundación de la Academia se remonta al siglo XVII. Dieron impulso a la idea diversos artistas en los comienzos del siglo XVIII Comenzó en una escuela privada, dirigida por el italiano Juan Domingo Olivieri, que logró reunir a un grupo de artistas en unas tertulias a las que acudió también el marqués de Villarias. Alcanzó carácter oficial en 1744, fecha en la que se dio a conocer una normativa. Felipe V aprobó el Reglamento el mismo año, nombrando Director al escultor Olivieri y protector a Villarias. En las secciones de arquitectura, escultura, pintura y grabado fueron nombrados J. B. Sachetti, S. Pavía, A. Dumandré, J. Pascual de Mena, Van Loo y Antonio González Ruiz. La firma de su constitución definitiva tuvo lugar el 8 de abril de 1751.La Academia impulsó el envío de sus discípulos a Roma y París, propició la traducción y publicación de numerosos textos de tratadística y de crítica histórica, favoreciendo la apertura europeísta. A través de la institución se producen numerosos acercamientos a la problemática ideológica internacional, haciéndose susceptibles los acercamientos al neoclasicismo, enciclopedismo, clasicismo, racionalismo, sensualismo, etc. El discurso historiográfico como instrumento crítico, la propuesta de un plan para la formación del artista, la idea de restauración basada en una idea de concepción progresiva de la cultura, la oposición decadencia-restauración que Bosarte reflejara en 1798, etc., son algunas de las defensas del ambiente cultural creado en el seno académico, combatiendo aquella frase de Fenelon de que "el país es un cuerpo muerto que no se defiende". El nivel de la ideología académica se describía desde su propia composición enunciando "las Bellas Artes que se llaman tales porque su primer objeto es la Belleza, lejos de ser perjudiciales, son sumamente útiles y provechosas al Estado, quanto depositado el gobierno en manos de un Legislador sabio, no permite que sean prostituidas, ni que se use de ellas para hermosear y disfrazar el vicio con los colores de la virtud y encender el animo con atractivos que encierran en sí verdadero riesgo". Ese ideal ético-político se refleja también en las palabras del Conde de Tepa, pronunciadas en 1796: "Suponiendo que las Bellas Artes llegasen a la mayor perfección de que son susceptibles, consideremos las innumerables ventajas que resultarían en un pueblo en que estuviesen perfeccionadas y universalmente adelantadas...".El clímax académico creado permitió el desarrollo de las de Valencia, Zaragoza, Valladolid, Sevilla, etc. La importancia de aquella gestión fue reflejada por Jovellanos en su célebre discurso "Elogio a las Bellas Artes", pronunciado en 1781.