Comentario
Frente a la originalidad y viveza de las piezas polícromas, durante la dinastía Ming no sólo se continuaron produciendo los monocromos más tradicionales (blanco, celadón, rojo de cobre...), sino que se investigó sobre la posibilidad de aumentar la paleta de los monocromos. Así surgieron los Amarillos, Verdes, Turquesas, Rojos... de gran refinamiento y belleza, pero que sin duda no fueron tan demandados como los polícromos.
Los blancos, tanto los procedentes de Jingdezhen como los de Dehua, continuaron la tradición anterior. Los de Jingdezhen tomaron como modelo los blancos shufu de la dinastía Yuan, con una pasta de extremada calidad y sus superficies levemente granuladas como la piel de naranja.
Los monocromos blancos procedentes de Dehua gozaron de mayor aprecio. Su técnica y calidad hicieron posible presentar unas piezas con una pasta de una blancura total, unida a una cubierta incolora y brillante. A estos aspectos se añade su valor escultórico, teniendo como resultado unas figuras vigorosas, en su mayoría asociadas al panteón budista.
Para romper la monotonía de los monocromos, se creó un nuevo concepto decorativo que, sin alterar el concepto visual de las piezas, dejaba entrever una decoración casi oculta, que recibió el nombre de An Hua o secreta. Dicha técnica consiste en aplicar sobre el engobe incisiones, en su mayoría de motivos vegetales, perceptibles únicamente si se observan las piezas bajo una cierta exposición a la luz. En la mayoría de los casos se aplicó sobre piezas blancas, siendo las mejores las realizadas durante el reinado del emperador Yongle (1403-1424). Los nuevos monocromos (amarillo, turquesa, verde de cobre y rojo de hierro) permitieron nuevas apreciaciones estéticas alejadas de los alardes decorativos de las piezas polícromas. El antimonio, derivado del cobre, dio como resultado un amarillo intenso, aplicado a las piezas tras una cubierta blanca. Las tonalidades variaron desde el amarillo limón al color de la yema de huevo. Su monocromía fue, en algunos casos, interrumpida por un fino craquelado, o bien dejando los labios blancos resaltando el resto del color. Las formas sobre las que se aplicó este nuevo esmalte fueron de pequeño tamaño: platos, cuencos... Estas piezas fueron muy apreciadas durante el siglo XV y, en especial, durante los reinados de los emperadores Xuande y Hongzhi. Coincidiendo con el reinado del emperador Chenghua, se prefirió la combinación del amarillo con otros colores, especialmente con el azul, volviendo a valorarse bajo la producción de Hongzhi.
Los alfareros también descubrieron que del cobre podía derivar el color turquesa con ausencia absoluta de plomo. Al ser un esmalte, se aplicaba a la pieza sobre cubierta, cociéndose a un fuego no superior a los 800° C. El verde de cobre, conocido como barniz, tuvo entonces una nueva valoración en su calidad de esmalte de mufla cocido en reducción. Producidos a muy pequeña escala, este color fue más utilizado en su combinación con otros colores, siendo el germen de la Familia Verde, tipo decorativo de la dinastía Qing.