Comentario
Esa confianza en las posibilidades de la revolución y la admiración (en los primeros momentos) por la que se había hecho en Rusia llevaron a algunos de los protagonistas -Breton, Aragon, Péret y Eluard- al partido comunista francés en 1927. Y aunque los rusos se alegraron de esta incorporación, que ellos, como buenos publicistas de sí mismos que siempre fueron, se encargaron de hacer pública y notoria: "Los surrealistas, escribió Lunacharsky, han comprendido que la tarea de todo intelectual revolucionario en un régimen capitalista consiste en denunciar los valores burgueses. Este esfuerzo merece ser alentado". Sin embargo, las relaciones nunca fueron fáciles y el espíritu crítico de los surrealistas se avenía mal con la disciplina del partido y con las nuevas directrices que imponía Stalin.El primero en dejarlo fue Aragon y después salieron Breton y Eluard, expulsados en 1933 por sus críticas. Desencantados, Breton y Eluard todavía escribieron y tomaron parte en algún acontecimiento oficial: apoyaron a Trotsky en 1934, cuando se le negó el asilo en Francia; Eluard leyó un texto de Breton en el Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura en 1935, criticando el arte de propaganda; Breton publicó en el mismo año su "Position politique du surrealisme", con la que se apartaba claramente de las líneas oficiales; firmó en México, en 1937, con Trotsky y Rivera el manifiesto Por un arte revolucionario independiente, y proyectó fundar un movimiento, Contraataque, como unión de lucha de los intelectuales revolucionarios, con Bataille.La historia del surrealismo está marcada por esas expulsiones y por las que el propio grupo lleva a cabo, capitaneado por Breton. Ya en 1926 empezaron los problemas internos y no se interrumpieron mientras existió. Breton publicó en 1929 el Segundo Manifiesto del Surrealismo, haciendo una purga y pidiendo acciones políticas. Coherente con estas ideas, un año después, en 1930 cambió el título de la revista, que pasó a llamarse "El Surrealismo al Servicio de la Revolución". Pero si el surrealismo quería la revolución, no estaba tan claro que la revolución o sus representantes en la tierra -el partido comunista- quisieran el surrealismo, y el problema del compromiso político, que ya se planteó en el Proceso Barrés, precipitando la ruptura con Dada, es el que está detrás de estas crisis continuas.