Comentario
Son muchos los artistas españoles que trabajan en el ámbito del surrealismo, ya sea fuera o dentro de España. Desde Oscar Domínguez a Federico García Lorca, pasando por Maruja Mallo, Moreno Villa, Alberto... La lista sería muy larga y también muy variada, por los distintos modos de acercarse o de entender el surrealismo que tiene cada uno.En 1934 Oscar Domínguez (1906-1958), que venía de Tenerife, conoció en París a Breton y Eluard y se unió al grupo surrealista, con el que mantuvo lazos hasta 1945. Fabricó objetos, publicó dibujos automáticos en "Minotaure", y sus investigaciones en el campo del automatismo le llevaron al encuentro de una nueva técnica, la decalcornanía, que perfeccionaría Max Ernst un par de años más tarde. El, a su vez, fue recogiendo motivos y modos de otros pintores (Dalí, Magritte, Picasso, Chirico...) hasta llegar a confundirse a veces. Junto a Eduardo Westerdahl organizó la exposición surrealista de Tenerife en 1935, con más de setenta obras de los artistas más importantes (Miró, Arp, Picasso, Dalí, Ernst ...). La muestra se abrió el 11 de mayo, con asistencia y conferencias de Breton y Péret; se firmó un manifiesto, "la Gazeta de Arte" -que dirigía Westerdahl- le dedicó un número monográfico y se publicó el segundo número del Boletín internacional del surrealismo.Con el surrealismo, o a la vez que el surrealismo, llegaron a España algunas novedades que se habían producido de manera independiente, como el collage fotográfico -fotografías recortadas y pegadas-, que procedía de Dada. Pero quizá lo más importante es que la llegada del surrealismo a España trajo consecuencias radicalmente distintas a la de los otros ismos: hasta entonces las vanguardias se habían recibido y asumido en nuestro país como nuevos lenguajes, pero sólo eso, que interesaban a pequeños grupos de iniciados; el surrealismo, sin embargo, reaviva el espíritu vanguardista, pone en cuestión muchas ideas admitidas en la práctica artística y le da un papel a la política que hasta entonces no tenía; se extiende de forma inusitada e imprevista por la geografía y funciona como trama de unión entre los artistas, sean pintores o escritores; además no afecta sólo al mundo de las letras o la plástica, su implicación en la cultura española es mucho más amplia y propicia, por fin, su enganche en el Movimiento Moderno. "El surrealismo en España -ha escrito E. Carmona- tuvo su historia cuantificable en datos y fechas, pero ante todo, y por encima de las realizaciones concretas, fue una presencia. Al contrario que las primeras vanguardias, más que cifrar un momento, que lo cifró, creó un ambiente. La creación española se situó en un estado que podía endeudarse o no con el surrealismo como doctrina, pero que para poder ser definido o aprendido no puede sino apelar a lo surreal. El surrealismo envolvió a la cultura española como la niebla al paisaje...".