Época: XX20
Inicio: Año 1950
Fin: Año 1960

Antecedente:
La posguerra española

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Jorge Oteiza (1908) y Antoni Tàpies son los primeros en romper con la atonía del arte de posguerra en España y en conseguir reconocimiento internacional. Oteiza es un personaje inclasificable que no sólo ha hecho escultura y escrito poemas y otros textos toda su vida, sino que además tiene una actividad incesante como agitador cultural de su pueblo, el vasco. En Sudamérica hasta 1949, une el interés por las culturas primitivas -en 1952 publicó "Interpretación estética de la estatuaria megalítica americana"- como una posibilidad de recuperar la unión perdida con el entorno cósmico "para encontrar formas que tengan significado espiritual y universal", como ha escrito M. Rowell, con el interés por la vanguardia pictórica sobre todo (Gauguin, Cézanne, Mondrian y Malévitch por sus investigaciones geométricas). En 1953 proyecta las esculturas monumentales para la basílica de Aránzazu, que no se realizan hasta finales de los sesenta. Allí Oteiza mantiene los temas espirituales -un apostolado, una piedad-, que carga de contenido político pero estiliza las formas y despersonaliza a los personajes.El objetivo de Oteiza es "captar la esencia del vacío", y como él mismo ha escrito en "La ley de los cambios", de 1964: "En una primera fase (del desarrollo histórico del arte) se plantea el crecimiento de la expresión en una escala creciente a partir de cero, y en una segunda fase se completa la experiencia interna de la expresión hasta apagarse en la señal conclusiva de una obra vacía, en la que el cero de partida se ha vuelto negativo". Esa obra vacía es la que consigue en sus cajas metafísicas, hechas con planchas metálicas que sólo son receptáculos del vacío, en los que el espacio se desoculta, una idea que relaciona también con acontecimientos políticos, como la destrucción de la casa de Sabino Arana. "Se demolió la casa -escribe- del fundador del nacionalismo vasco y despertador de nuestra conciencia política, y no se permitió que el pueblo recogiera una sola piedra, hasta la tierra y el polvo se retiró custodiado en camiones. Y sucedió que el mismo enemigo había así construido, por una desocupación espacial perfecta, nuestro espacio vacío sagrado, un vacío-cromlech, la perpetuación estética de la memoria que se quiso borrar, en la naturaleza monumental y conmemorativa de nuestra más remota y sagrada tradición".