Comentario
A pesar de la existencia de un sistema democrático en Atenas, las mujeres carecían de derechos ciudadanos. Su función primordial era el matrimonio que se realizaba a edad temprana, aproximadamente a los 15 años. Las niñas de las clases acomodadas iniciaban su educación a los seis años, bajo la tutela de sus madres, enfocada al conocimiento de las labores domésticas, el hilado y el tejido. Sólo en época tardía acudirán a las escuelas. El matrimonio solía ser concertado por los padres, quienes debían dotar a la novia. Se hacía pública la intención de casar a una hija e inmediatamente se presentaban los pretendientes que a veces se aposentaban en la casa como se manifiesta en la Odisea cuando el héroe de Itaca no llega y Penélope debe contraer matrimonio. Una vez elegido el mejor pretendiente, éste hace diversos regalos a su futuro suegro. El amor entre los cónyuges, como es lógico pensar, no era el instrumento que llevaba a la boda. La mujer quedaba absolutamente sometida al marido, siendo el objetivo de la esposa tener hijos varones con los que perpetuar la especie. Ni siquiera tenía derecho a las propiedades del esposo y podía ser expulsada del hogar cuando éste fallecía. La viuda era de nuevo casada con otro pretendiente elegido por el tutor.
La vida de las mujeres atenienses acomodadas no debía ser muy divertida. Normalmente estaban encerradas en casa, saliendo con ocasión de las fiestas religiosas o para visitar amistades. Su ocupación giraba en torno a la educación de los hijos y a la dirección de las labores domésticas realizadas por la servidumbre. No participaban en los grandes banquetes y dormían separadas de su esposo, que las requería en la cámara nupcial cuando deseaba mantener relaciones sexuales con ella. La dependencia del marido era tal que podía amonestarla, repudiarla o matarla en caso de adulterio, siempre que éste estuviera probado.
Las mujeres de menor rango social tenían una vida más agradable ya que podían salir de sus casas sin ningún inconveniente, acudir al mercado o a las fuentes públicas e incluso regentar algún negocio. Al no existir presiones económicas ni sociales, los matrimonios apenas estaban concertados, siendo difícil la existencia de dotes. Si es cierto que numerosas niñas eran abandonadas por sus padres ya que se consideraban auténticas cargas para la familia.
Los ciudadanos atenienses con posibles contaban con un buen número de concubinas con las que mantener relaciones sexuales a su deseo. Algunas de ellas vivían en su propia casa, bajo el techo conyugal y con el "visto bueno" de la esposa legítima. Pero también podía acudir a las numerosas prostitutas que vivían en la ciudad. La mayoría eran extranjeras ya que Solón en el siglo VI a. C. reclutó un buen número de mujeres y las introdujo en burdeles (llamados dicteria) dirigidos por un funcionario público, regulando de esa manera la prostitución. En el exterior de los burdeles se colocaban símbolos fálicos para indicar la actividad del negocio. El precio solía rondar el óbolo, la sexta parte de la dracma de plata. Estos establecimientos incluían en sus servicios masajes, baños y comida, la mayoría de carácter afrodisiaco e incluso algunas para estimular la virilidad como los testículos de asno salvaje. Para atraer al público, las mujeres solían vestir atuendos llamativos y llevar el cabello más largo que las atenienses, incluso algunas caminaban con un seno descubierto. Con el paso del tiempo las atenienses imitaron las modas de las prostitutas, proceso que se repetirá en numerosos momentos de la Historia. Así las prostitutas se maquillaban de manera ligeramente escandalosa con vistosos coloretes, utilizaban zapatos que elevasen su altura, se teñían el cabello de rubio y se depilaban, utilizando navajas de afeitar, cremas u otros útiles. Utilizaban todo tipo de postizos y pelucas. Estas modas serán rápidamente adaptadas por las mujeres decentes, provocando continuas equivocaciones según nos cuentan algunos cronistas.
Las prostitutas de lujo recibían el nombre de hetairas. Eran una mezcla entre compañera espiritual, poetisa, artista y mercancía sexual. Solían vestir con una ligera gasa que permitía contemplar sus encantos e incluso llevar un pecho descubierto. Los más importantes políticos, artistas y filósofos gozaban de su compañía. El escultor Praxíteles estuvo locamente enamorado de Friné quien sirvió de modelo para algunas estatuas. La encantadora Friné vivía con cierta discreción, acudiendo a tertulias literarias y artísticas, aunque fue acusada de impiedad y condenada a muerte, salvándose al mostrarse desnuda al tribunal por indicación de su abogado. En un momento de su vida, Friné acumuló tal fortuna que decidió reconstruir las murallas de su ciudad natal, Tebas. Aspasia fue la amante y esposa de Pericles, siendo también acusada de impiedad y salvada tras las lágrimas derramadas por su marido. Aspasia colaboraba estrechamente con Pericles según nos cuentan los poetas cómicos, quienes la acusan de ser la promotora de la mayoría de las guerras que vivió Atenas en aquellos momentos. Otra de las más famosas hetairas será Lais de Corinto, considerada la mujer más bella que se haya visto jamás. El escultor Mirón ofreció a la dama todas sus posesiones a cambio de una noche, lo que Lais rechazó. Pero no tuvo inconveniente de entregarse a Diógenes por un óbolo ya que tenía ilusión de acostarse con un filósofo. Targelia será la amante del persa Jerjes I.
A pesar de la importancia de la prostitución griega, los filósofos más importantes como Sócrates, Platón o Aristóteles ensalzaron el amor que se daba entre los hombres. Quizá esa homosexualidad impidió una relación más estrecha entre hombres y mujeres.