Comentario
Hasta 1944 no estuvieron los chinos en condiciones de tomar la iniciativa bélica frente a los japoneses. Desde 1939, el Gobierno de Chungking se había resignado a mantenerse en una postura defensiva que, si bien podía considerarse un éxito en sí misma, propiciaba la baja moral de sus tropas y brindaba a los comunistas magníficas bazas para ganarse el apoyo de la martirizada población campesina.
Mientras se multiplicaban las bases guerrilleras, los frentes se mantenían sin grandes alteraciones. Los japoneses fracasaron tres veces en sus ataques sobre Changsha, pero el corte en 1942 de la ruta de Birmania, única fuente de suministros controlada por los chinos, supuso un éxito estratégico de hondas consecuencias, ya que las tropas del Kuomintang tuvieron que depender en adelante exclusivamente de las comunicaciones aéreas con el exterior.
En la primavera de 1944, el Alto Mando nipón preparó una ambiciosa operación a fin de unir sus bases en la China central con la frontera indochina. Cuatro ejércitos japoneses presionaron simultáneamente sobre la zona y en dos meses de combates se adueñaron de grandes áreas de Hunan, Kiangsi y Kuangsi.
Con la toma de Kueilin y Liuchou, los japoneses pudieron disponer de un pasillo que discurría desde Manchuria hasta Singapur. A consecuencia de esta ofensiva, los chinos perdieron, además, buena parte de sus aeródromos militares y la 14.ª Fuerza Aérea de Chennault se tuvo que trasladar hacia las tierras del interior.
Tras una larga batalla en la que tuvieron destacada actuación las Divisiones chinas del general Wei Li-huang, en enero de 1945 se pudo reabrir la ruta de Birmania y los suministros volvieron a afluir en grandes cantidades.
El nuevo jefe del Estado Mayor chino, Wedemeyer -que había sustituido a Stilwell en octubre de 1944-, estuvo por fin en condiciones de coordinar la actuación del Ejército chino con la del resto de los aliados.
En la primavera de 1945, aprovechando la reducción de efectivos del Ejército Imperial en China, las tropas de Chungking desencadenaron una ofensiva general que les otorgó el control de las provincias meridionales.
La entrada de la URSS en guerra con Japón, el 8 de agosto, asestó un golpe de gracia a los nipones. Las tropas soviéticas profundizaron rápidamente en Manchuria y Mongolia interior. Cuando el día 15 Hiro Hito dio orden a sus tropas de dejar de combatir, sus soldados se batían en retirada en toda China.
La guerra con Japón fue desastrosa para el pueblo chino. A lo largo de nueve años perecieron casi catorce millones de habitantes. La vida económica y social del país sufrió graves trastornos, tanto por las destrucciones inherentes a una larga guerra como por la onerosa carga de la ocupación enemiga.
Hacia 1945, China había perdido gran parte de su potencial industrial, el sistema de comunicaciones estaba desorganizado y el hambre amenazaba a millones de personas.
El Kuomintang aparecía como el vencedor de la guerra. A su sólida posición internacional unía la fuerza de un Ejército bien entrenado y perfectamente armado. Pero su prestigio entre la población había sufrido un desgaste del que ya no se recuperó.
Enfrente, pobremente armados, pero seguros de su victoria y amparados por las crecientes simpatías populares, más de un millón de comunistas, de los que 910.000 eran combatientes, aguardaban la reanudación de su viejo pleito con los nacionalistas. La hora de la paz no había sonado aún para China.