Época:
Inicio: Año 950 A. C.
Fin: Año 700 D.C.

Antecedente:
Italia antes de Roma



Comentario

En la Italia primitiva se distinguen, entre la primera y la segunda Edad del Hierro, dos áreas de elevado crecimiento económico: la Etruria centro-meridional y el Lacio hasta la Campania y, por otra parte, las colonias griegas. Al margen de estas últimas, las zonas más desarrolladas coinciden con las áreas ocupadas por la cultura villanoviana y lacial, mientras que las áreas menos evolucionadas son: por un lado, la zona de la cultura de tumbas de fosa y la Apulia y, por otro, el resto de la Península, desde el centro de los Apeninos hasta las costas adriáticas, las llamadas culturas itálico-orientales, área de gran pobreza material que se mantuvo en unas posiciones subalternas respecto a la zona tirrénica más evolucionada.
Las investigaciones epigráfico-lingüísticas de los últimos años han permitido conocer mejor la etnografía de Italia antigua. Se pueden distinguir varias zonas lingüísticas que representan grupos étnicos homogéneos: el área latina coincidiendo con el Latium vetus, más las montañas ocupadas por los sabinos y algunos grupos sabélicos, donde se hablaba el latín. El área mesápica que coincide con la zona de Salento pero cuyos límites hacia el Norte no son muy precisos. Aquí se hablaba el mesápico, probablemente emparentado con el ilírico. Por último, el área itálica que, a su vez, se divide en tres bloques lingüísticos afines entre sí: el umbro-sabino, desde Sabina, la Umbría y el Piceno, el osco en el centro-sur hasta Calabria y el sículo o sicano de Sicilia. Obviamente, a éstos habría que añadir el etrusco en Etruria y el griego en las colonias de la Magna Grecia. Las zonas más desarrolladas económicamente, Etruria y el Lacio, son las que primero se organizaron en ciudades, mientras que en las áreas con menor desarrollo, la organización no pasó durante mucho tiempo de modelos tribales y pequeñas aldeas más o menos conectadas entre sí.

En el área mesápica y la zona itálica central no se conoce, durante los siglos VIII-V, la existencia de ciudades, pero sí la existencia de santuarios que parecen atestiguar formas de culto colectivas tales como el templo de Zeus de Ugento o el culto a Feronia, en los extremos del territorio sabino; éste último santuario cumplía también funciones de centro de mercado. También en estas zonas se han hallado restos de edificios y tumbas -como la necrópolis de Alfedena, en el Samnio- que atestiguan la existencia de una clase aristocrático-gentilicia o principesca. En el sur de Italia, sin embargo, la colonización griega retardó el desarrollo local al marginar a los indígenas en áreas que constituían verdaderas reservas.

Los pueblos más próximos al Lacio y con los que Roma mantendrá en primer lugar relaciones, generalmente hostiles, fueron los sabinos, los hérnicos, los volscos y los ecuos.

Los sabinos, contiguos al Lacio, tuvieron una estrecha relación con la Roma primitiva. La tradición presenta a tres reyes de Roma como de origen sabino: Tito Tacio, Numa Pompilio y Anco Marcio. Hasta Rieti, que era una aldea situada en el centro del territorio sabino, llegaba la vía Salaria que desde Campania pasaba por Roma. La actividad económica primordial en la Sabina era la ganadería. La discusión sobre la presencia de sabinos en la Roma primitiva ha oscilado entre los que mantienen la existencia de un dualismo latino-sabino, hasta los que han borrado toda presencia sabina destacable en Roma hasta la llegada de Attus Clausus, a comienzos de la República. Hoy día se admite que ya desde el siglo VIII a.C. hubo grupos de sabinos asentados en Roma atraídos por la importancia de esta ciudad como centro comercial y, sobre todo, como centro redistribuidor de la sal que llegaba hasta la Sabina. Debemos tener en cuenta la importancia de la sal en el mundo antiguo tanto para las personas como para el ganado, la conservación de alimentos, etc. Pero la existencia de sabinos en la Roma primitiva no permite hablar de un origen sabino de ésta.

Los hérnicos, situados al sureste del Lacio, mantuvieron una estrecha relación con los latinos e incluso llegaron a formar parte de la Liga Latina para

protegerse frente a los volscos y ecuos, también vecinos suyos. En el 362 a.C. fueron sometidos por Roma, como consecuencia de lo cual perdieron gran parte de sus territorios. Entre los hérnicos parece que no se había alcanzado un desarrollo urbano notable. Su núcleo urbano más importante, Anagni, era más que una ciudad, un centro religioso.

Al suroeste del Lacio antiguo, entre los montes Albanos y el mar, se extendía una vasta llanura que entonces y ahora es una importante zona cerealística y hortícola, además de ofrecer buenas condiciones para la pesca y el cultivo de la vid. Es la llanura Pontina. Desde comienzos del siglo V a.C., los volscos consiguieron adueñarse de la mayor parte de esta región que anteriormente había servido de zona de expansión para los latinos. En el tratado romano-cartaginés del 509 a.C. se dice que los cartagineses no debían molestar a las ciudades pontinas, aludiendo expresamente a Ardea, Anzio, Laurentum, Circei y Terracina. Sin duda es ilustrativo de los intereses que Roma tenía en esta región, rica y bien comunicada, ya que era la salida del Lacio hacia la Campania, por donde mas tarde se construiría la vía Apia. La apropiación de gran parte de la Pontina por los volscos, que la ocuparon durante más de cien años, fue una de las razones que explican la crisis económica de Roma durante el primer siglo de la República.

Todo el siglo V a.C. de la historia de Roma está salpicado de enfrentamientos con los volscos. Aunque Roma logró varias victorias sobre ellos, como la de Algido en el 431 a.C., el peligro volsco sólo se conjuró definitivamente cuando Roma concluyó un tratado con los samnitas en el 354 a.C. que colocaba a los volscos entre dos fuegos. Por este tratado, ambas partes se comprometían a repartirse el territorio volsco a conquistar. En el 338 a.C. tuvo lugar la derrota decisiva de los volscos, cuyo territorio pasó a manos de romanos y samnitas.

Los ecuos, cuyo territorio se extendía al este del Lacio, entre los sabinos y los hérnicos, no conocían la organización urbana. Su población se mantenía en aldeas dispersas y fortines en las alturas, a semejanza de los samnitas. Estos fortines, además de servir de refugio a la población, solían encerrar un templo o santuario. Ya en el siglo VII a.C., los ecuos suponían una amenaza constante para la ciudad latina de Preneste. Desde comienzos del siglo V éstos, unidos a los sabinos y a los volscos, constituían un grave peligro para Roma y la población del Lacio, pero la victoria del dictador romano A. Postumio Tuberto, en el 431 a.C., sobre ecuos y volscos logró conjurar definitivamente dicha amenaza.