Época: Hispania Alto Imperio
Inicio: Año 29 A. C.
Fin: Año 268

Antecedente:
Las transformaciones agrarias



Comentario

La documentación arqueológica nos ofrece un panorama coincidente, como ocurre concretamente con la villa de La Cocosa (Badajoz), ubicada en el territorio de Emerita que, aunque se proyecta en la Tardía Antigüedad desarrollando una mayor complejidad urbanística, se origina a mediados del siglo II d.C.; precisamente a esta época pertenece su pars urbana, conformada por un atrio central de forma rectangular de 91 m2, rodeado de columnas que permiten el acceso a las distintas habitaciones. La riqueza decorativa que acompaña normalmente a estas partes nobles de las explotaciones agrícolas puede observarse en el mosaico en blanco y negro de la villa descubierta en Marbella (Málaga), datable en torno al 100 d.C., en el que se representa un variado instrumental de cocina, de vajilla y de productos alimenticios como carnes y pescados.
Mediante la villa se difunde en Hispania un nuevo tipo de explotación agraria, que transforma, de forma generalizada y especialmente en las zonas alejadas de las costas mediterráneas, la situación precedente mediante el perfeccionamiento del instrumental, del sistema de cultivo y de la organización del trabajo. En el utillaje agrícola se produce una amplia difusión del arado romano, compuesto por reja de metal sin vertedera y cama curva y timón de madera, que llega incluso a estar presente en los motivos de las emisiones monetales de algunas ciudades como Obulco (Porcuna); también se introducen diversos trillos, algunos de tradición púnica, compuestos por una tabla erizada de puntas de sílex o de hierro (plostellum poenicum), o se intensifica la existencia de diversos tipos de silos, reseñados en su especificidad hispana por Varrón a fines de la República, quien en clara relación con las diversas condiciones climáticas describe los silos en pozo para la Hispania seca y los hórreos para la húmeda.

La mayor parte de las villae desarrollan una producción mixta agrícola-ganadera en la que se introducen determinadas innovaciones que se materializan tanto en la difusión de nuevos cultivos como en el perfeccionamiento de su calidad; tal ocurre en la ganadería, de la que el gaditano Columela reseña la mejor calidad de la lana conseguida por un pariente suyo al cruzar en Gades ovejas itálicas y africanas. También la cabaña porcina atrae la atención de las referencias literarias y con posterioridad de la administración imperial, debido a que sus productos derivados permiten la exportación de jamones pirenaicos (perna ceretana); los precios alcanzados por algunos animales, como los 20.000 sextercios del carnero mencionado por Estrabón, son indicativos de la atención que se le presta a la cría de ganado.

En los cultivos agrícolas se constata la producción de todo lo necesario para el abastecimiento de la villa o de la ciudad en cuyo territorio se ubican. El desarrollo del regadío, acompañado de la correspondiente infraestructura hidráulica, que se documenta arqueológicamente, facilita su intensificación; no obstante, en aquellas villae ubicadas en territorios dotados, especialmente por su proximidad a las vías fluviales, de buenas comunicaciones se produce una semiespecialización en los cultivos, en los que domina la tríada mediterránea de cereales, vid y olivo.

La importancia de la producción de trigo se traduce en la consideración de las provincias hispanas como frumentarias, en la extensión que alcanzan los campos de silos en algunas zonas como el valle de Guadalquivir o en la proyección que adquieren los nuevos molinos, tanto los manuales destinados al consumo doméstico, como los de tracción animal. La importancia del cultivo de la vid se expresa en las referencias de Columela relativas a los contrastes que se aprecian entre Hispania e Italia en lo que se refiere a las zonas ocupadas por las parras de tradición griega y las cepas de posible origen galo; también puede observarse en las instalaciones de algunas villae como la de Funes en Navarra, que se estiman suficientes para una producción valorada en 150.000 hectólitros de vino; precisamente, la competencia que las producciones vinícolas provinciales, y entre ellas las hispanas, hacen a las itálicas estimula el decreto del emperador Domiciano sobre la reducción de los viñedos provinciales a su mitad, disposición que se considera que no se haría efectiva en las provincias hispanas.

La extensión del cultivo del olivo, presente con anterioridad y desarrollado por las colonizaciones grecofenicias a partir del injerto del acebuche, alcanza una importante implantación en el curso medio del valle del Guadalquivir. Las referencias de Estrabón y de Plinio son bastante explícitas y tienen su proyección en el ámbito arqueológico en el volumen de comercio que genera, observable en el monte Testacio, formado por los cascotes de las correspondientes ánforas, y en el jurídico en la disposición del reinado de Adriano documentada en Castulo (alrededores de Linares), conocida como rescriptum de re olearia, cuyo contenido -desaparecido- se ha intentado reconstruir mediante disposiciones análogas documentadas en Atenas.

Este sistema de explotación agraria, en el que se utiliza diversas formas de trabajo -entre las que destaca la esclavitud, presente en los modelos organizativos de villae elaborados por la literatura agronómica latina-, se transforma durante el período altoimperial, especialmente en lo que se refiere al sistema de propiedad, donde se produce una progresiva concentración. La proyección de las explotaciones de un mismo propietario se constata especialmente a partir del siglo II d.C. en diversas ciudades y se refleja en la presencia del nombre de un mismo individuo en fundus localizados en diversos centros. Esta misma dinámica se intensifica mediante la ampliación en las provincias hispanas de las propiedades imperiales por procedimientos que oscilan desde la herencia a las expropiaciones y confiscaciones. Precisamente, este último procedimiento se acentúa con motivo de la guerra civil que permite el acceso de los Severos al trono imperial, ya que Septimio Severo procede a expropiar los bienes de sus enemigos, entre los que se encuentra Clodio Albino. Semejantes modificaciones tienen sus correspondientes repercusiones en el tipo de relación campo-ciudad que se ha generado durante el Alto Imperio.