Comentario
La distribución de las tropas militares estables en campamentos/ciudades situados en el norte de Hispania y el hecho de que la enumeración de las tropas hispanas en la Notitia Dignitatum presente paralelos con la enumeración de otras tropas asentadas en la frontera romana ha servido para que varios autores (Blázquez, entre ellos) hayan sostenido la existencia de una frontera militar, limes, para defender al resto de la Península de la amenaza de los pueblos del Norte. La menor romanización de esos pueblos y noticias posteriores sobre sus aspiraciones de autonomía han contribuido a apoyar tal tesis.
Si se considera, en cambio, que en época altoimperial, en pleno período de paz, también las tropas estaban situadas en el Norte, la reflexión sobre la distribución geográfica se debilita como argumento en favor de tal limes. El ejército había cumplido misiones de disuasión en los años iniciales del Imperio, pero después se había mantenido acantonado en los mismos campamentos en razón de su capacidad de servir de instrumento para la romanización y también para la defensa de los distritos mineros en los que una parte del ejército actuaba como personal técnico para asesorar sobre la explotación de las minas.
Tampoco hay noticias que permitan pensar en una grave amenaza de los pueblos del norte durante el siglo IV. Hoy se considera que se ha exagerado la importancia de los efectos de las incursiones de los pueblos germánicos, los francos y alamanes, en los años 258 y 262. Ese acontecimiento se ha unido a las invasiones realmente importantes de comienzos del siglo V para explicar con dos hechos, extremos en el tiempo, toda la situación del tiempo intermedio. Para reforzar tal tesis, se ha acudido a la consideración de las potentes murallas que presentan algunas ciudades. Pero, en la revisión reciente de todos los datos hecha por Le Roux, se deja constancia de que las murallas que han servido de argumento de apoyo (las de Barcelona, Astorga, Lugo, León y otras semejantes) no serían anteriores al siglo V y que su aspecto actual bien puede tener un origen altomedieval. Estaríamos, por tanto, ante la constatación de que los peligros exteriores comienzan en Hispania a partir de las invasiones bárbaras de comienzos del siglo V y ante una Hispania del siglo IV disfrutando de una relativa tranquilidad interior.
El otro argumento utilizado para elaborar la tesis sobre un limes hispano se encontró en un conjunto de materiales de las necrópolis del Duero dadas a conocer por Palol. El hallazgo de espadas, cuchillos, hachas y broches de cinturón semejantes a los usados por tropas germánicas de laeti, federados al servicio de Roma, creó una primera impresión de un mundo militarizado. Pero la atención detenida a la cronología segura de tales hallazgos permite también retrasar las fechas a los años posteriores a las invasiones bárbaras de comienzos del siglo V. Tales ajuares de las necrópolis del Duero serían exponentes de fenómenos ocurridos en Hispania a partir del momento en que comienza a tener lugar el asentamiento de los pueblos bárbaros en Hispania.
Y el tercer argumento para rechazar la existencia de un limes interior en el norte de Hispania se basa en razones estratégicas, ya que la distribución de las tropas de Hispania no era en nada semejante a la que tenían las tropas asentadas en las fronteras romanas, las que constituían un auténtico limes.
La tesis dominante en los estudios recientes se orienta a presentar el período que media entre Diocleciano y las incursiones bárbaras de comienzos del siglo V como de continuidad de la paz interior. El ejército hispano, alejado de las luchas dinásticas, estuvo siempre dispuesto a mantenerse fiel al emperador del momento y a no mezclarse en ninguno de los conflictos que se ocasionaron por las usurpaciones, destituciones o golpes de estado que fueron tan frecuentes durante el Bajo Imperio. Ese ejército tradicional y conservador ni siquiera se alteró cuando el usurpador Constantino III envió a su hijo Constante para adueñarse de Hispania. Se explica así bien que la defensa del emperador legítimo quedara en manos de particulares, los hermanos Dídimo y Veriniano, grandes propietarios de tierras en el ámbito de Palencia, los agri Palentini, al enfrentarse a las tropas del usurpador con la ayuda de sus criados y siervos, como dicen todos los autores. A partir del 409, el débil estado romano occidental se vería obligado a pedir ayuda a las tropas federadas de visigodos cada vez que debía defender la parte de Hispania que aún seguía bajo su control.