Época: Hispania visigoda
Inicio: Año 409
Fin: Año 711

Antecedente:
Ciudades, pueblos y viviendas



Comentario

Las transformaciones que hemos aducido hasta el momento a través de las páginas precedentes, referidas esencialmente al cristianismo y a la presencia de los visigodos, afectaron también al mundo rural. Si bien sabemos poco sobre la perdurabilidad de los catastros romanos durante la Antigüedad tardía, también es cierto que el campo tuvo que estar organizado y vertebrado por una serie de hechos que por el momento conocemos poco. El fenómeno mejor conocido es el de la explotación agrícola y ganadera que estaba en manos de grandes propietarios. Esta explotación, relativamente importante en esta época, generó una serie de fuertes transformaciones en la arquitectura de las villae, extendidas con mayor o menor densidad por toda la geografía peninsular, dependiendo del grado de romanización y posibilidades de explotación de la zona. Así, por ejemplo, en la Meseta castellana, que pertenecía en gran parte a la Carthaginensis, nos encontramos ante propietarios que tienen un gran patrimonio de tierras cultivables, al igual que ocurría en la Baetica. Por el contrario, en zonas como la Lusitania, la extensión de las explotaciones es mucho menor y debido a ello su densificación mayor. Debemos tener en cuenta que esta explotación agrícola y ganadera no sólo estuvo en manos de estos possesores, sino que existía una población agrupada en núcleos de hábitat de muy diferente condición.
El análisis del paisaje rural requiere en primer lugar acudir a la cuestión sobre la repartición de tierras, que vimos al hablar de los factores diferenciadores entre hispanorromanos y visigodos, puesto que se relaciona estrechamente con la organización y vertebración del campo durante los siglos VI y VII. A tenor de lo dicho sobre el reparto, quedando, pues, en el paisaje rural tierras divididas de un lado, de otro algunas compartidas y otras indivisas, probablemente entre estas últimas tanto algunas tierras de cultivo como otras baldías y bosques, abordaremos ahora cómo se llevó a cabo la explotación de las tierras y cuáles fueron las estructuras arquitectónicas y los núcleos de hábitat de estas explotaciones. Por último trataremos de los productos debidos a la agricultura y ganadería.

La explotación de las tierras fue una de las principales ocupaciones de la población de los siglos VI y VII. Las grandes extensiones -latifundia- que configuraban las tierras de los propietarios eran explotadas por siervos, esclavos (servuli) y campesinos libres (rusticoni) o dependientes. Por regla general los campesinos dependientes del propietario vivían en condiciones lamentables, sujetos a una larga serie de obligaciones y protegidos por muy pocos derechos. La situación en la que se encontraba gran parte de este campesinado libre originó el que se viera obligado a depender del patronus para poder seguir con la explotación de las tierras, pasando la relación de patrocinio de padres a hijos. Esta situación de dependencia equivalía a obtener una protección a cambio de la prestación de una serie de servicios y de un pago.

La explotación de la tierra, además de los grandes possesores, estuvo en manos de pequeños propietarios, en su mayoría privati, que estaban obligados a pagar un tributo territorial. Este tipo de tierras no podían ser transferidas a ninguna otra persona que no tuviese la misma condición social, asegurándose así que nunca pasarían a personas con privilegios relativos a la exención fiscal.