Época: Al-Andalus omeya
Inicio: Año 711
Fin: Año 1031

Antecedente:
El gobierno de Abd al-Rahman I



Comentario

Desde los primeros meses del establecimiento del nuevo poder, un grupo bastante consistente de omeyas sobrevivientes de las masacres abasíes y esparcidos por Oriente y el Magreb vinieron también buscando refugio en España, reforzando al parecer de forma apreciable el núcleo duro con el que podía contar el nuevo emir. Al mismo tiempo que se producía en todo el país una corriente de adhesión a una dinastía siempre prestigiosa, concretada en la venida de delegaciones provinciales a Córdoba, en las ciudades importantes como Toledo, Sevilla, Zaragoza, se nombraban hombres seguros en lugar de los antiguos gobernadores fieles a Yusuf o de los jefes yemeníes que, en un primer momento, habían tomado el control. Al cabo de uno o dos años según las fuentes, Abd al-Rahman se sentía bastante seguro de su poder como para suprimir de la jutba (sermón que se hace durante la oración pública del viernes) la invocación al califa de Bagdad, al-Mansur (Almanzor), que expresaba la unidad de la Umma ortodoxa y sustituirla por una invocación a su favor mientras se ordenaba a los predicadores de todo al-Andalus maldecir a los abasíes.
Sin embargo, fueron necesarios algunos años más antes de que se reanudasen en la provincia las emisiones monetarias que parecían haberse interrumpido entre los años 135/752-53 y 145/762-63. Atestiguan la continuidad más que el cambio, ya que se trataba exclusivamente de dirhams conforme a los tipos omeyas de la época anterior que no llevaban el nombre del soberano sino solamente la indicación de la fecha y lugar de acuñación (al-Andalus), acompañada de leyendas tradicionales. Se trataba sin embargo de un manifiesto omeya, ya que los abasíes habían adoptado nuevas leyendas. Pero, por escrúpulo político-religioso o incapacidad económica para hacerlo, ni el primer emir omeya de al-Andalus ni sus sucesores emprendieron nuevamente la acuñación en oro, abandonada en el 107/725-26.

Aparte de estas grandes líneas, se sabe muy poco de cómo se logró, política y administrativamente, la consolidación del nuevo Estado omeya que se constituía así en el extremo occidental del mundo musulmán, a la vez que se establecían los emiratos jariyíes independientes en el Magreb. Este alejamiento geográfico entre el califato de Bagdad y al-Andalus fue útil al primer emir omeya de al-Andalus. Le dio tiempo a afirmar su autoridad antes de que estallara, en el año 763, una revuelta importante -directamente inspirada por los abasíes- del jefe árabe al-Ala b. Mugith que levantó su estandarte negro frente al blanco de los omeyas en Gharb al-Andalus. Esta revuelta se apoyó fundamentalmente en los yemeníes, que se habían vuelto rápidamente contra el emir omeya, tras haberlo elevado al poder. Hemos señalado que desde el día siguiente de la batalla de al-Musara, un malestar generalizado se había manifestado entre ellos, llevándoles a tramar un complot para asesinar al que les había servido para, bajo su estandarte, unirse contra a los qaysíes, pero que, por su pertenencia tribal, estaba unido al grupo qaysí. Entre el año 139/756 y el 141/758-59, la adhesión de los jefes qaysíes al-Sumayl y Yusuf al-Fihri al nuevo emir dio a éste una baza política suficiente para que la secreta oposición yemení no tuviera consecuencias graves. Pero cuando, cansado del papel de subalterno que se le hacía jugar e impulsado por antiguos partidarios suyos descontentos de estar relegados a un segundo plano, el antiguo gobernador Yusuf al-Fihri se rebeló (141/hg.). Pudo, sin dificultad, reclutar tropas, sobre todo beréberes y yemeníes en las regiones de Mérida y de Sevilla. Vencido, erró durante algún tiempo por la región de Toledo, donde fue asesinado algunos meses más tarde por algunos de sus propios partidarios (142/759-60). Pero su revuelta había provocado el resurgimiento de una agitación que el emir omeya tendría muchas dificultades en reprimir.

Se trataba por una parte, de la disidencia de los jefes fihríes que habían apoyado a Yusuf. El primero de ellos fue un tal Hisham b. Urwa al-Fihri que se había mantenido en el gobierno de Toledo después de la muerte de Yusuf sin someterse. Pero fue un levantamiento poco peligroso, reducido sin demasiada dificultad en 147/764, y hubo de pasar algún tiempo hasta que la oposición fihrí se reagrupase alrededor de los hijos del antiguo gobernador. En cambio, desde 143/760-61, el gobernador de Algeciras, un yemení (gassaní) que el emir había querido destituir juzgándole, tal vez, poco fiable, se rebeló y con contingentes yemeníes logró apoderarse durante algún tiempo de Sevilla. Rápidamente fue asediado y entregado por los propios sevillanos al príncipe. La revuelta proabasí de al-Ala evocada anteriormente, que ocurrió en el 146/763, tuvo mayor amplitud y movilizó esta vez a una gran parte de los yemeníes del oeste de la Península, entre Sevilla y el Atlántico contra el poder omeya. Vencida con gran dificultad esta insurrección yemení fue seguida por otra en el 766, que puso en peligro el poder central. Vencidos, los yemeníes se mantuvieron tranquilos durante una decena de años. Se sublevaron de nuevo en el 157/773 aprovechando las dificultades que tenía el emir con una revuelta beréber en el centro de la Península. Fueron derrotados y ya no hubo agitación tribal yemení de importancia en el oeste de España.

La revuelta beréber duró casi diez años, desde el 151/768 al 160/777, en las regiones situadas entre Mérida y Santaver. Inicialmente tuvo carácter más religioso que étnico, a pesar de que sólo movilizó elementos beréberes, en la medida en la que las fuentes permiten saber. El jefe que la dirigía era un beréber llamado Shakya al-Miknasi, que pretendía ser fatimí, es decir descendiente de Mahoma por su hija Fátima. No conocemos los aspectos ideológicos de esta disidencia muy confusa. Su alcance parece haber sido limitado a causa de los enfrentamientos que dividían a los propios beréberes, pero agitó durante mucho tiempo todo el centro de la Península, a ambos lados de Toledo, ciudad que, sin embargo, no fue afectada por la revuelta. Esta agitación provocó el envío continuo de ejércitos para atrapar al huidizo Shayka. Una vez que éste fue eliminado en el 160/777 por la traición de algunos de sus antiguos partidarios, se produjeron otras sublevaciones periféricas, algunas de las cuales han podido estar en relación con la precedente. Así en el 161/778 el desembarco en la región valenciana de un jefe fihrí, Abd al-Rahman al-Saqlabi, pariente lejano de Yusuf al-Fihri, que invocó la autoridad abasí y tenía con él tropas beréberes llegadas del Magreb o reclutadas in situ. Controló algunos meses el país antes de ser él también asesinado por un beréber de su entorno. Algunos años más tarde, en el 169/785-86, un hijo de Yusuf que huyó de Córdoba, donde estaba retenido como prisionero, intentó a su vez sublevar al Sharq con el apoyo también de tropas beréberes. Esta revuelta, que ocurrió muy poco antes de la muerte de Abd al-Rahman I, tuvo lugar en el 788, y fracasó igual que las anteriores.