Época: Al-Andalus omeya
Inicio: Año 711
Fin: Año 1031

Antecedente:
La consolidación del emirato



Comentario

Si las regiones meridionales del emirato de Córdoba, aparentemente más tranquilas, atrajeron durante su reinado mucho menos la atención, el emir al-Hakam I tuvo que hacer frente dentro de la misma Córdoba, a la gran revuelta llamada La Revuelta del Arrabal, que se produjo en el barrio que, dado el crecimiento de la ciudad, se había edificado por el sur, al otro lado del Guadalquivir. La política del tercer soberano omeya, considerada tiránica y poco acorde con las normas islámicas, provocó en el 818 la sublevación de una población sensible a la opinión crítica que los fuqaha (alfaquíes) más influyentes expresaban contra el régimen. La represión fue muy dura: el saqueo del arrabal sublevado duró tres días y aunque se perdonó a los fuqaha, se crucificó a trescientos notables. El resto de la población, varios miles de habitantes según las crónicas, fue expulsado de la ciudad y se exilió, bien en Toledo, bien en Marruecos. Un poco más tarde, los primeros pasaron al Mediterráneo oriental, donde reforzaron a un grupo de marinos-piratas de origen andalusí que ocupaba Alejandría; juntos se apoderaron de la Creta bizantina en el 827. Los segundos contribuyeron al poblamiento de Fez, recientemente fundada por los idrisíes, donde construyeron la ciudad llamada de los Andalusíes.
Con estos métodos expeditivos, al-Hakam I dejó a su muerte, en el 822, un Estado bastante organizado, donde las revueltas locales de las que hablan las crónicas no parecen haber amenazado seriamente el poder central. Su hijo Abd al-Rahman II pudo reinar sin demasiadas dificultades sobre un Estado bastante organizado administrativa y fiscalmente, como demuestra el volumen de emisiones monetarias que crecía regularmente. Se le atribuye generalmente una obra importante de refuerzo del gobierno y la administración (aumento del número de agentes del Estado, jerarquización de los cargos, racionalización de la organización fiscal y monetaria), inspirada en el ejemplo del califato de Bagdad. El gráfico del aumento del nivel de emisión monetaria bajo el emirato no refleja, sin embargo, una ruptura notable en la evolución de las emisiones, que, como se volverá a decir más adelante, aumentaron casi regularmente desde la reanudación de la acuñación bajo Abd al-Rahman I. Sin quitarle a Abd al-Rahman II el mérito de la mejora sensible de la organización y funcionamiento del Estado, que registran las fuentes, hay que resaltar también la continuidad de la acción de la dinastía, favorecida por la duración de los reinados de al-Hakam y del de su hijo y sucesor.