Época: Hispania visigoda
Inicio: Año 409
Fin: Año 711




Comentario

La resplandeciente Barcino romana conoció, como el resto del imperio, un proceso de ruralización y abandono durante el Bajo Imperio. En este contexto es en el que se producen las llamadas "invasiones bárbaras", que afectarán a Hispania por mediación de suevos, vándalos, alanos y, más tarde, visigodos. Son estos últimos quienes harán de Barcino o Barchinona su capital durante un corto periodo del siglo V. A comienzos de este siglo, Ataúlfo se refugia tras sus murallas, perseguido por Roma tras haberse casado con Gala Placidia, hija del emperador Teodosio secuestrada por el rey visigodo Alarico tras su saqueo de Roma en el 410.
Con Ataúlfo se sitúa en Barcelona (415) su corte, que domina un extenso territorio visigodo a ambos lados de los Pirineos.

Pertenecen a este periodo algunos restos arquitectónicos, como el palacio episcopal y el primer palacio real de la Barcelona visigoda, cuya ubicación nos es desconocida, aunque se piensa que podría estar junto al conjunto episcopal y en la base del Palacio Real Mayor.

El desplazamiento de la corte visigoda a Toledo y la designación de esta ciudad como capital de su Reino relegará a Barcelona a un segundo plano, coincidiendo con una etapa de crisis e inestabilidad. La conquista árabe de la ciudad se produce entre los años 717-718, si bien no supone grandes cambios en cuanto a su estructura urbana, debido a que la presencia islámica finaliza pronto, cuando las tropas de Carlomagno, al mando de su hijo Ludovico Pío, la conquistan. Con ello da comienzo una nueva etapa, en la que Barcelona permanecerá bajo dominio franco y como punto principal de la llamada Marca Hispánica, territorio fronterizo que separaba el reino franco de los dominios musulmanes y gobernado por condes.

El primero de ellos fue Vifredo el Velloso, nombrado en el concilio de Troyes (878) por el rey franco Luís el Tartamudo. Con él se inicia la dinastía de los condes catalanes, todavía dependientes del reino franco.

La conquista de la ciudad por Almanzor en el 985 supone su destrucción y una breve etapa de ocupación. La alegación de los barceloneses de no haber contado con la ayuda de los francos para repeler el ataque supone que, en marzo de 988, el conde Borrel II rompa los lazos de vasallaje y se denomine "duque ibérico y marqués por la gracia de Dios".

Tras recuperarse, de Barcelona saldrá una expedición militar que tendrá Córdoba como objetivo, logrando un importante botín de guerra. Durante los dos siglos siguientes, los condados catalanes se irán uniendo mediante alianzas y matrimonios en torno a Barcelona, que se configura como su capital, controlando política y administrativamente un extenso territorio a ambos lados de los Pirineos y avanzando hacia el sur a costa de los dominios musulmanes.