Comentario
Es obligado en la arquitectura celtibérica referirse a Numancia. La ciudad comprendía un perímetro entre 20-24 hectáreas, rodeado de una muralla de piedra de sección trapezoidal. La trama urbana de este espacio oval se organiza en retícula con dos largas calles paralelas recorriendo el eje principal y otras once calles cruzando a éstas, sin olvidar la que las circunda junto a la muralla. Así, queda establecida una retícula de cierta uniformidad ocupada por manzanas de casas. Aunque las viviendas o aceras que hoy observamos son de época romana, el trazado celtibérico coincidió aproximadamente con éste, salvo alguna rectificación, lo que prueba el excelente conocimiento que los celtíberos tenían de los sistemas de planeamiento griegos y romanos a principios del siglo II a. C.
De todos modos, el aspecto con mayor relevancia y monumentalidad en la arquitectura celtibérica son las obras defensivas, prioritariamente las murallas, herederas de una tradición consolidada ya en los primeros momentos de la II Edad del Hierro, y exponente de una sociedad encabezada por una casta militar. La disposición de la línea de defensa, a veces con varios recintos, se acomoda a las características topográficas de cada asentamiento, recogiendo en su interior tanto las casas como otros espacios vacíos que se supone para encerradero de ganados o refugio de gentes en épocas de conflicto. La fábrica de esta obra comunitaria (de tamaño variable siempre superior a los dos metros de espesor) se realiza habitualmente con un doble paramento de piedras sin escuadrar unidas en seco, ocupando el espacio interior de esta caja un relleno de tierra y piedras sueltas.La excepción, utilizando ya una técnica más depurada con bloques escuadrados, nos lo aportan algunas murallas celtibéricas tardías, caso de la Segeda, en Durón de Belmonte. El trazado, muy pocas veces manteniendo paños rectilíneos, se rompe en algunos puntos para definir entradas muy simples, que sólo en ocasiones se complican plegando el muro (esviaje) o disponiendo de bastiones para su protección. Pocas veces dispone a lo largo de la muralla de torreones o los referidos bastiones.Todos los elementos de las murallas enumeradas podrían concretarse en el castro de la Mesa de Miranda en Chamartín de la Sierra (Ávila). Las antiguas excavaciones de J. Cabré y A. Molinero descubrieron una enorme superficie amurallada dividida en tres recintos yuxtapuestos, algunos de ellos sin rastro de haber contenido viviendas, por lo que se le supuso la función de encerradero o corral para el ganado. El muro se realiza construyendo una caja de paños inclinados con bloques de granito y rellenándola de piedra o cascajo. Pero sin duda, lo más interesante son los refuerzos defensivos a base de bastidores semicirculares macizos. No obstante, en el recinto de construcción más reciente, allí donde dos tramos de la muralla se sobreponen permitiendo el paso entre ambos hasta el interior (puerta en esviaje), el muro externo se ha reforzado con dos torres de planta rectangular, perfectamente dispuestas para la defensa de la entrada principal al poblado.
Además, la obra defensiva se puede completar con fosos y líneas de piedras hincadas de fuertes aristas. Consisten estas últimas, cuya presencia también se da en algunos castros del Noroeste en verdaderas barreras para la caballería en las zonas más accesibles, en especial frente a las puertas de entrada al recinto. Se ha apuntado su origen en las estacadas lígneas de Hallstatt C europeo, transformadas en elementos pétreos más duraderos y cuya dispersión en estas tierras del interior se hace de oriente a occidente.En el día de hoy, quizás como exponente máximo de la arquitectura civil celtibérica, aunque ya entrado el siglo I a. C., cabría mencionar el gran edificio de Botorrita, la Contrebia Belaisca de los celtíberos. Esta edificación monumental, excepcionalmente conservada en sus muros de adobe hasta 5 m, mostraba en planta cinco estancias adosadas, de traza rectangular alargada, si bien en su parte trasera se abren en abanico aumentando su anchura. Ante sus puertas existió una especie de pórtico, sustentado por tres columnas de tambores cilíndricos de arenisca, quizás pintadas con franjas rojas, aún dispuestos in situ, más dos pilastras en los ángulos, que prolongan in antis los muros exteriores, en franco parecido con antiguos templos itálicos. Tomando en cuenta los caracteres propios de una edificación de planimetría tan extraña y añadiendo el hallazgo junto a él de la conocida "tábula contrebiensis" (importante texto jurídico en bronce del 87 a. C. en que el praetor C. Valerius Flaccus refrenda la decisión de unos magistrados sobre un pleito de aguas), se le venía atribuyendo el papel de curia; sin embargo, recientemente su excavador, A. Beltrán Martínez, aboga por calificarlo como un horreum, con paralelos claros en algunos helenísticos de Asia Menor (Kaunos) o el más tardío de Massada.
En lo referente a una posible arquitectura religiosa, no existen evidencias arqueológicas entre los pueblos de filiación céltica y celtibérica de que hayan construido templos como tales obras de fábrica. Quizá esto pueda explicarse por la existencia de una religión sin un ídolo materializado físicamente. Hoy parece aceptado que los ritos de la religión celtibérica, vinculados directamente a su origen céltico, se celebraban al aire libre, configurándose como el lugar sagrado (nemeton) un punto singular de la geografía del lugar (un claro en el bosque, una montaña...), privándonos con ello de la construcción de estructuras de esta categoría, que tampoco abundan entre los pueblos ibéricos. Sólo en contadas ocasiones disponemos de los datos suficientes que nos ilustren sobre estos rituales complejos; las rocas de Peñalba de Villastar con sus inscripciones y cubetas, Numancia con un conjunto de pequeños exvotos de terracota, o Tiermes, serían estas escasas muestras. Sin embargo, encontramos en una vasija cerámica de Arcóbriga la representación de lo que pudo ser un edificio de carácter religioso, al parecer un personaje, al que se atribuye una función sacerdotal, bajo un pórtico entre dos columnas.
De todos modos, habría que mencionar dentro de estos santuarios en lugares abiertos, el monumento de Ulaca, en el interior del castro abulense del mismo nombre. Se trata de un área o construcción a cielo abierto ubicada en el centro del castro -dato éste de enorme significación- que integra grandes rocas graníticas con oquedades comunicadas entre sí, donde se ha tallado un gran espacio rectangular y una escalera en uno de sus laterales que conduce hasta lo alto de la plataforma.
La última de las cavidades permitía que los líquidos vertiesen directamente sobre la base de las rocas. La finalidad cultural de este monumento excepcional, según ha puesto de manifiesto en obra reciente Martín Valls, se podría establecer gracias a los datos literarios de las fuentes romanas (Plutarco, Estrabón...), pero ante todo el paralelo arqueológico con el santuario portugués de Panoias, en el cual las inscripciones, aunque ya de época romana, aluden a los sacrificios de sangre en él practicados.
Bien distinto sería el caso del santuario de El Cerrón (Illescas). Aquí la supuesta edificación de carácter religioso -este rasgo no lo aporta la singularidad estética del propio edificio, sino el relieve realizado en una de sus paredes- se encuentra dentro del mismo hábitat y con unas características constructivas similares a las del resto del poblado: estancia en adobe de planta con muros rectilíneos y banco corrido adosado. La interpretación partiendo del relieve parece abocarnos a pensar en un santuario relacionado con cultos de carácter fúnebre.
En cuanto a la arquitectura funeraria entre los celtíberos en líneas generales puede afirmarse que no ofrece rasgos sobresalientes. Como los pueblos de su entorno incineraban los cadáveres de sus difuntos y enterraban sus cenizas, pero los recubrimientos de sus tumbas no tuvieron el carácter de las cubriciones monumentales ibéricas. Los únicos elementos a destacar serían las estelas anepígrafas colocadas para señalar el punto de la sepultura, a veces alineadas formando calles como en la necrópolis de Luzaga, y ciertas cubriciones en forma de túmulo. Incluso algunas plataformas tumulares, dedicadas a enterramientos colectivos, constituidas por un encachado de piedras irregulares podrían ser incluidas; los más espectaculares son los localizados en la zona VI de La Osera (Chamartín de la Sierra, Avila). No obstante, en áreas del valle medio del Ebro y en algunos cementerios de la zona de Cuenca ha sido posible localizar plataformas cuadrangulares escalonadas realizadas en adobe, directamente emparentadas con las del inmediato mundo ibérico, pero sin que hasta el momento se pueda vincular a las necrópolis celtibéricas ningún resto monumental o escultórico. Únicamente contamos con una estela donde se modela toscamente la figura de un caballo procedente del cementerio de El Altillo de Aguilar de Anguita.