Comentario
Poco después del retiro de Sila a la vida particular, se reanudaron los enfrentamientos entre populares y partidarios de Sila. Para el consulado de ese año había sido elegido M. Emilio Lépido que, una vez entrado en el cargo, adoptó una posición de tenso enfrentamiento con el otro cónsul, Q. Lutacio Catulo. Esta actitud le llevó a posiciones tan tajantes como la negativa a que los gastos del sepelio de Sila corrieran por cuenta del erario público. Una revuelta de la población de Faesulae contra los veteranos de Sila que habían recibido tierras en el valle del Arno dio a Lépido la ocasión para formar una fuerza militar con la que desafiar abiertamente al Senado. Finalmente, el Senado envió contra él al joven Pompeyo, que reunió a los veteranos de Sila y consiguió derrotar a Lépido. Este se refugio inicialmente en Cerdeña, donde poco después moriría (77 a.C.). Pero sus partidarios se dirigieron hacia Hispania donde, desde el 81 a.C., Q. Sertorio se había convertido en un foco de atracción que aglutinaba a todas las fuerzas residuales anti-silanas. Q. Sertorio era de origen umbro, con una gran capacidad política y una personalidad tan carismática y singular que mereció que el historiador Plutarco le dedicase una de sus "Vidas". Perteneciente al partido popular, en el 83 a.C. había sido designado gobernador de la Hispania Citerior por el gobierno de Cinna, mientras que Sila -que tomó el poder aquel mismo año- lo destituyó nombrando a su vez para la misma provincia a otro gobernador que no llegó nunca a ocupar el cargo. En el 81 a.C., Sertorio tuvo que retirarse de Hispania tras la ofensiva dirigida contra él por C. Annio Lusco, enviado por Sila, pero después de diversas aventuras retorno a Hispania. Durante siete años Sertorio logró organizar aquí un gobierno, o mejor, un contragobierno que aglutinó en torno a él tanto a los romanos e itálicos asentados en Hispania como a los propios hispanos, además de a muchos populares amenazados por el régimen de Sila. A lo largo de estos años logró derrotar a los ejércitos enviados contra él primero por Sila y después por el Senado, comandado el primero por Metelo Pío y el segundo por Pompeyo. Mientras tanto, Hispania llegó a constituir un Estado autónomo y, en cierta medida, independiente de Roma. Sólo en cierta medida ya que, sin duda, el objetivo de Sertorio no era la creación de un Estado independiente, sino que, mediante una manifestación de fuerza, Roma reconociese sus derechos a él y a todos los proscritos que le secundaron. Sertorio parece que llegó a entablar negociaciones con Mitrídates cuando éste decidió retomar las armas. Traidor para unos y héroe para otros, la importancia del período sertoriano en Hispania fue enorme, puesto que aceleró el proceso de romanización de la Península, tanto por la afluencia de romanos e itálicos destacados como por medidas tales como la creación de una escuela en Huesca (Osca) para los hijos de las oligarquías indígenas. En contrapartida, la influencia sertoriana fue un factor que condicionó la posterior implicación de Hispania en la guerra civil entre César y Pompeyo. Sertorio fue asesinado en Huesca en el 72 a.C., traicionado poco después de que Roma hubiera sancionado una ley que concedía la amnistía a los seguidores de Lépido refugiados en Hispania.