Comentario
El suceso comúnmente conocido como el "descubrimiento de América", es decir, la llegada de Colón a las Antillas en 1492, no fue un hecho aislado ni casual, ni una coincidencia, sino la culminación de un proceso interno de la economía europea, en el que Castilla tendría un papel importante. Más específicamente, se inserta de lleno en la expansión marítima protagonizada por los pueblos ibéricos desde mediados del siglo XIV y, sobre todo, a lo largo del siglo XV, incentivada por la búsqueda de oro y especias y la necesidad de encontrar una ruta directa hacia los lugares productores de esos tesoros. Una expansión que, recuérdese, cuenta con una buena base tecnológica: a partir de 1440 se dispone de barcos apropiados (la carabela, perfección de la barca portuguesa) y de una serie de adelantos técnicos que proporcionan mayor seguridad a los viajes oceánicos (mejora de instrumentos de navegación como la brújula o el astrolabio).
La iniciativa en este proceso correspondió a Portugal, que entre 1415 (conquista de Ceuta) y 1488 (cuando Bartolomé Díaz dobla el Cabo de Buena Esperanza) protagoniza una impresionante expansión descubridora hacia el sur, mientras Castilla apenas se ocupa de la conquista y colonización de las islas Canarias (empresa que aún no habrá concluido en 1492). A lo largo de todo el proceso son constantes los conflictos entre ambos países, resueltos en el tratado de Alcaçovas-Toledo (1479), que delimita las respectivas áreas de influencia: Castilla tendrá las Canarias "ganadas e por ganar", y Portugal las Azores y Madeira, más la exclusividad de navegación al sur de Canarias, contra-Guinea. El Atlántico queda así repartido por una línea horizontal, al norte de la cual está la zona castellana y al sur la portuguesa. En 1481 el tratado será refrendado por la Bula Aeterni Regis.
En esta atmósfera de expansión nacionalista y rivalidad peninsular irrumpe Cristóbal Colón con su proyecto de llegar a la India navegando hacia occidente, idea no totalmente nueva pero si era nuevo el entusiasmo obsesivo con que él la asumió.
Pese a la tremenda cantidad de estudios realizados sobre este personaje, lo cierto es que su vida sigue llena de misterios: se discute su origen, familia, su lengua, su tumba. Muchos de los misterios fueron fomentados por él mismo y por su hijo Hernando, para encubrir su humilde origen, que a estas alturas está ya plenamente acreditado: no hay duda de que nació en Génova hacia 1451 ó 1452, en el seno de una familia humilde y plebeya. Su padre, Domenico Colombo, casado con Susana Fontanarossa, fue tejedor de paños y tabernero, entre otros oficios. No consta que cursara estudios y sí que desde muy joven se enroló en expediciones marítimas, actividad que ya no abandonará: en 1501 escribe a los Reyes Católicos que llevaba 40 años navegando y que "todo lo que hasta hoy se navega, todo lo he andado". Se dedica al negocio azucarero, como agente de compañías genovesas, y en 1476 se instala en Portugal, donde se casa con Felipa Moniz de Perestrello, hija del capitán donatario de Porto Santo (Madeira), y donde concibe su idea descubridora.
Mantiene contactos con cosmógrafos y geógrafos portugueses y extranjeros, y tiene acceso a un mapa del florentino Paolo del Pozzo Toscanelli, que contenía algunos de los planteamientos teóricos colombinos. Con este y otro material elabora su proyecto, que además de simple (sólo una nueva ruta) y poco original (desde Aristóteles, Séneca, Estrabón, Plinio, Averroes, se sabía que la ruta occidental era posible aunque impracticable por razones técnicas; incluso Pierre d'Ailly en su Imago Mundi aseguraba que el océano era navegable en pocos días con viento propicio), se basaba en una serie de errores de cálculo.
Partía del hecho cierto -y bien conocido ya en la época- de la esfericidad de la tierra, pero todo lo demás estaba equivocado. Utilizando sólo los datos que convenían a su tesis, Colón redujo la dimensión de un grado terrestre: acepta las 56 millas calculadas por Alfragano, pero olvida que obviamente eran millas árabes -1.973 metros-, y las convierte en millas italianas -1.477 metros-, resultando así eliminada una cuarta parte del planeta (la circunferencia en el Ecuador mediría unos 30.000 kms y no los 40.076 kms. reales). Y toma de Toscanelli sus cálculos de un continente euroasiático más dilatado, de manera que entre Lisboa y el Cipango de Marco Polo habría sólo unas 3.000 millas náuticas, que él incluso reduce a 2.400 (la distancia real son 10.600 millas). En resumen, Colón redujo el grado, dilató Asia y calculó un mundo un 25% más pequeño; esta fue la errónea base científica de un plan descabellado que, como es lógico, fue informado negativamente por cuanta comisión de expertos lo examinó, en Portugal y en Castilla.