Época: Siglo de Oro
Inicio: Año 1519
Fin: Año 1648

Antecedente:
El pensamiento del Siglo de Oro

(C) Ricardo García Cárcel



Comentario

El antierasmismo empezó muy pronto en España. La política antierasmista surgió en 1519 y comenzó en la Universidad de Alcalá.
La gran ocasión de denunciar a Erasmo como perturbador del orden establecido la promovieron las órdenes mendicantes en la congregación de Valladolid de 1527. Los frailes, a instancias del proerasmista inquisidor general Manrique compilaron un cuadernillo de 17 capítulos en el que se presentaba a Erasmo convicto de grandes errores. La Inquisición aceptó el codicilo, cuya copia envió a unos 30 teólogos intimándoles a comparecer en Valladolid. El escrito se convirtió en un documento base para un simposium de alto nivel. A lo largo de 16 sesiones se escucharon pareceres de todo tipo.

El inquisidor Manrique decidió suspender las sesiones de la congregación, librando así a Erasmo de las provisiones adversas que le hubieran venido encima. El erasmismo obtuvo una victoria aparente y efímera. Sin embargo, el grupo erasmista cortesano va a ser disuelto por la fuerza de los acontecimientos: Gattinara y Valdés parten para Italia con el Emperador; Sancho Carranza de Miranda queda en Sevilla; Ruiz de Virués, en Valladolid y Núñez Coronel y Juan de Vergara, en Toledo. En 1532 muere el secretario Valdés; en 1552, Enzinas; en 1553, Mateo Pascual; en 1559, el Arcediano de Alcor.

La relación de la Inquisición con el erasmismo ha sido analizada por Bataillon. Su lapidaria fórmula del monachatus non est pietas, sus ironías contra los enemigos del humanismo cristiano, sobre todo contra los frailes mendicantes, sus Anotaciones al Nuevo Testamento fueron generando agresividad contra Erasmo y sus supuestos errores. Pronto los procesos inquisitoriales se dejaron sentir sobre los erasmistas. El primer procesado fue Juan de Vergara, condenado en 1535 a pena de reclusión en un monasterio y una multa. Asimismo, sería procesado en 1535 el benedictino Alfonso Ruiz de Virués, condenado a abjuración de levi y dos años de reclusión.

Otros, como el librero Miguel de Eguía (1533), el ex-rector del colegio complutense de San Ildefonso Mateo Pascual (1537), el ex-canciller de la Universidad de Alcalá Pedro de Lerma (1535), el valenciano Miguel Mezquita (1537), el doctor López de Illescas (1539) fueron procesados y encarcelados. Sólo de esta promoción fue condenado a muerte el librero Juan del Castillo que, apresado en Bolonia, sería quemado en Toledo en 1539.

Con razón se quejaba Vives desde Brujas de estos tiempos difíciles en que no se puede hablar ni callar sin peligro. Y el estudiante Rodrigo Manrique (hijo del inquisidor general) escribía a Vives desde París, al enterarse de la persecución contra Vergara: "Cuando considero la distinción de su espíritu, su erudición superior y (lo que cuenta más) su conducta irreprochable (...) me cuesta mucho trabajo creer que se puede hacer algún mal a este hombre excelente. Pero reconociendo en esto la intervención de calumniadores desvergonzadísimos, tiemblo, sobre todo si ha caído en manos de individuos indignos e incultos que odian a los hombres de valor, que creen llevar a cabo una buena obra, una obra piadosa, haciendo desaparecer a los sabios por una sola palabra o un chiste. Dices muy bien, -sigue escribiendo R. Manrique a Vives- nuestra patria es una tierra de envidia y soberbia, y puedes agregar, de barbarie".

En 1536, se prohibieron los Coloquios en Romance; un año después, la edición latina de los mismos. El nombre de Erasmo aparecerá en los índices de la Inquisición española de 1551, 1559, 1583 y 1612. Ahora bien, los índices de la Inquisición española fueron más benignos con Erasmo que los índices romanos de Paulo V o Pío V e incluso que el más benévolo de Trento (1564).

Erasmistas, místicos y renovadores de distinto signo fueron pronto sospechosos de identificación con un monstruo en buena parte creado por la Inquisición.

Las primeras medidas tomadas por el Santo Oficio contra el luteranismo se dirigieron hacia el control de los libros. Las confesiones y las quemas de la literatura luterana no se hicieron esperar: en 1521 la Inquisición de Aragón y de Valencia; en 1523 la de Navarra; en 1530 la de Valencia y la de Toledo; en 1531 la de Salamanca, etcétera.

El concepto de Lutero antes de 1540 era esencialmente mítico. Bataillon se cuestiona muy seriamente si puede hablarse de protestantismo español de 1536 a 1556, y Longhurst cree que es imposible escribir la historia del luteranismo antes de 1547. Los luteranos procesados en estos años son extranjeros cuyo principal delito era el de ser forasteros en un ambiente progresivamente xenófobo y que, en su mayor parte, son gente que ha oído hablar de Lutero sin haber leído nada del fraile agustino.

En 1523 el tribunal de la Inquisición de Mallorca ejecutaba al pintor Gonzalvo por luteranismo; en 1524 el de Valencia procesaba al mercader alemán Blay; en 1528 el mismo tribunal condenaba a un tal Cornelius, pintor de Gante, y al agustino valenciano Martín Sanchís, el primer caso de luteranismo autóctono en la Península.

El gran problema que tuvo la Inquisición en estos años fue la precisa diferenciación del erasmismo y el luteranismo. A partir de 1532, sobre todo desde el proceso de Vergara, la escalada represiva arrastrará luteranismo y erasmismo sin ningún matiz diferencial. Y eso que el arzobispo Manrique fijó de alguna manera la doctrina de Lutero en los edictos de gracia. En los procesos del propio Vergara, Tovar, Eguía, Cazalla, Castillo y otros, tras la acusación de iluminismo se incluye la de luteranismo.

La persecución del luteranismo la encabezó especialmente el inquisidor Fernando de Valdés. El luteranismo tendría dos focos fundamentales: Valladolid y Sevilla, que dieron lugar a los famosos autos de fe de 1559.

El grupo luterano castellano destacó por la elevada posición social e intelectual de sus miembros, en contraste con el grupo sevillano, que tuvo una proyección más popular. En Valladolid la doctrina se transmitió a través de coloquios; en Sevilla, desde los púlpitos.

El problema de la valoración de estos círculos protestantes sigue abierto: ¿constituía el luteranismo una cuestión tan grave o había sido hinchada su trascendencia interesadamente? Bataillon niega la trascendencia de estas comunidades protestantes. González Novalín opina todo lo contrario. Para él hubo una verdadera infiltración protestante que nada tiene que ver con el erasmismo. Tellechea, en los últimos años, ha insistido en la auténtica naturaleza luterana de los procesados de 1559 contra los escrúpulos de Bataillon en admitir esta etiqueta. Para este historiador se trata de un genuino brote de protestantismo en España, por influjo procedente de diversos modos del exterior y en perfecta sintonía con el fenómeno protestante europeo. Lo cual, en pluma del historiador que mejor ha estudiado los sufrimientos y peripecias de Carranza en su proceso inquisitorial es bastante creíble. Hubo toda una corriente de luteranos, que sin embargo, no pudieron ser procesados por la Inquisición, ya que permanecieron fuera de España. De entre ellos, sobresalen Pérez de Pineda, Cipriano de Valera, Casiodoro de Reina y Antonio del Corro.

Lo cierto es que en la segunda mitad del siglo XVI, con el reinado de Felipe II y a caballo de las directrices de Trento, triunfan plenamente los principios de la Contrarreforma.