Época: Reinado Fernando VII
Inicio: Año 1808
Fin: Año 1833

Antecedente:
El reinado de Fernando VII
Siguientes:
Permanencias y cambios en la sociedad
Los eclesiásticos
La aristocracia
Las clases medias y populares
La educación y la cultura

(C) Rafael Sánchez Mantero



Comentario

Según una de las estadísticas mas fiables de la época, como era el llamado Censo de Godoy de 1797, la población española ascendía, a fines del siglo XVIII, a diez millones y medio de habitantes. El recuento de población de 1822 nos proporciona una cifra de 11.661.867 habitantes para toda España, y en 1834, es decir al año siguiente de la muerte de Fernando VII, la población española había alcanzado los 12.162.172 habitantes.
Miguel Artola cree que a estas tres evaluaciones hay que aumentarles en un diez por ciento al menos, puesto que de no hacerlo el perfil demográfico resultante sería demasiado sorprendente para cualquier proceso poblacional, no en lo referente al ritmo de crecimiento del primer tercio del siglo XIX, sino en relación a la distancia existente entre estas cifras con las del periodo anterior y, sobre todo, con el periodo posterior. Lo que trata de corregir con esa matización es que unas cifras tan bajas entre 1797 y 1834 no produzcan un salto tan brusco con las que hay que aceptar a partir de 1860 y que por consiguiente no haya que admitir una tasa media de crecimiento anual intercensal tan elevada, que estaría alejada de la realidad.

Teniendo en cuenta estas cifras, parece que el primer tercio del siglo XIX puede definirse como un tramo cronológico en el que la población muestra un comportamiento dubitativo dentro de un proceso general de crecimiento que puede haberse acelerado después de la última epidemia de cólera que se registró en 1833. La explicación de este fenómeno habría que centrarlo en tres causas fundamentales: la Guerra de la Independencia y sus efectos; las consecuencias de las epidemias de 1800, 1821 y 1833; y la incidencia de las guerras civiles entre 1814 y 1823 y posteriormente en 1827.

De todas formas, la utilización de los datos oficiales no permiten realizar muchas precisiones sobre el comportamiento demográfico de este periodo. Sería necesario disponer de las suficientes gráficas de nacimientos-bautismos y de defunciones-entierros para obtener un panorama mucho más claro del crecimiento de la población. Se han realizado estudios en este sentido en Cataluña, Galicia y Andalucía, pero sus resultados no son suficientes para aplicarlos al total de la nación.

En todo caso, lo que hay que tener en consideración es que en esta etapa la población española era mucho más reducida que la de los países de su entorno, cosa que llamaba la atención de los extranjeros. Según los datos que recogió el diplomático francés Boislecomte, los Países Bajos contaban con 4.659 habitantes por milla cuadrada en 1825, Gran Bretaña 3.875, Francia 3.085 y Portugal 1.815; España sólo tenía 1.636. Una de las cosas que también podía sorprender a los visitantes extranjeros era la concentración de la población en grandes núcleos urbanos y la inexistencia de grandes casas de campo o de castillos. Entre las grandes ciudades que destacaban por su población en esta época estaban Barcelona, con 120.000 habitantes; Sevilla con 100.000; Valencia con 82.000; Granada con 80.000; Málaga con 70.000; Cádiz con 53.000; Córdoba con 47.000; y Zaragoza con 40.000. La capital, Madrid, superaba ya los 200.000 habitantes, y aunque su población seguía creciendo, no parecía tener a los ojos de algunos observadores, como el diplomático francés citado anteriormente, la influencia que en otros países tenía la capital sobre el resto del país.