Comentario
Al margen de las distintas teorías sobre el origen de la ciudad de Tudela, podemos afirmar que son árabes las primeras noticias documentadas que hemos conservado de la ciudad, así como el origen de su trazado urbanístico y otros muchos aspectos de su idiosincrasia histórico-económica. Tudela estuvo durante largo tiempo bajo el dominio árabe, hasta que el ejército cristiano de Alfonso I el Batallador y sus aliados franceses ganaron la ciudad (según J. Mª. Lacarra) en 1119, unos meses antes de realizarse la reconquista de Zaragoza. La restauración religiosa de Tudela se produjo en 1121 para unos autores y 1124 para otros, en el momento en que todas las mezquitas de la ciudad fueron donadas a la Colegiata de Santa María, que se instaló sobre el primitivo edificio de la mezquita mayor de la ciudad. Así, los primeros datos documentales que hacen alusión a obras realizadas en la Colegiata de Santa María de Tudela, desde el año 1125 hasta unos años antes de mediados de siglo, en realidad se refieren a diversos arreglos realizados sobre el edificio de la mezquita para adaptarlo mejor a su nueva función como templo cristiano.
La iglesia de transición que hemos conservado no se inició hasta la segunda mitad del siglo XII y en ella se ha preservado una gran cantidad de escultura, tanto románica tardía como gótica. En el primer caso podemos incluir la escultura de la cabecera de la iglesia, del claustro, de las dos puertas del transepto y parte de la ubicada en los capiteles interiores de las naves laterales. Este ciclo escultórico fue cerrado por la puerta del Juicio u occidental, la cual ya no puede considerarse románica, sino que sigue las directrices del gótico francés más temprano. Sin lugar a dudas, la escultura románica más destacable de esta colegiata es la de su claustro, situado al suroeste de la iglesia. Este ha conservado en condiciones relativamente buenas la mayor parte de los capiteles que integraban sus cuatro galerías, habiéndose perdido sólo una parte mínima de éstos.
La temática de dichos capiteles es la habitual en los claustros románicos, es decir, hay un ciclo de Infancia y Vida Pública de Cristo en las galerías norte y este; un ciclo hagiográfico en la galería sur, y un ciclo en el que alternan temas simbólicomoralizantes con temas exclusivamente decorativos en la galería oeste. Desde el punto de vista formal, se puede afirmar que la escultura del claustro es bastante unitaria, siendo obra de un único taller y manteniéndose en todo el conjunto el mismo concepto estético. Pero también podemos decir que en ella se aprecia una mínima evolución que nos permite establecer tres etapas consecutivas en el taller que la realiza, así como la participación de escultores de calidades diversas. Se trata de una escultura muy avanzada desde el punto de vista estilístico, que encaja con las corrientes más evolucionadas de occidente a fines del siglo XIII y que se aleja claramente de ciertos convencionalismos que habían sido frecuentes en la escultura del románico pleno. Las figuras son movidas y gesticulantes; las composiciones complejas y mejor o peor resueltas en función de la destreza de su autor; el volumen elevado tanto en cuanto a las figuras en su conjunto como en cuanto a los plegados; las cabezas algo grandes, con ojos también grandes y ovalados, mejillas regordetas y tocados característicos; etc. Estas constantes formales se introducen en los capiteles de mejor calidad de la galería norte y son seguidas más o menos de cerca en el resto de los capiteles de esta misma galería y en las galerías este y sur. Sin embargo, en los capiteles de la galería oeste se está algo más lejos de los presupuestos formales que se utilizaron al inicio del claustro, aunque no se han abandonado totalmente.
En cuanto a la filiación de la escultura del claustro de Tudela, ha habido esencialmente dos hipótesis: una de ellas, que arranca de T. Biurrun y es seguida por distintos autores, entre los que puede citarse A. de Egry, localiza el origen del estilo escultórico del claustro de Tudela en el claustro de San Juan de la Peña y obras similares, es decir, en las obras atribuidas al Taller de la Peña. La segunda hipótesis es defendida esencialmente por J. Lacoste y supone que el origen formal del claustro tudelano está en uno de los maestros tardíos del claustro de Santo Domingo de Silos. Nosotros, como ya hemos demostrado en otra ocasión, creemos que el verdadero origen del claustro tudelano es el ábside de la Seo de Zaragoza, en el que se trabaja posiblemente en la década de los años 80 del siglo XII. Esta hipótesis había sido intuida por F. Iñiguez, quien al dar a conocer los restos románicos de la Seo de Zaragoza en 1961 indicaba que dichas esculturas se hallaban cerca de Tudela y Compostela, siendo también admitida por M. C. Lacarra. Realmente, las figuras del ábside de Zaragoza tienen una estrecha semejanza con las mejores figuras del claustro de Tudela, presentando identidad de cabezas, peinados, tocados, mejillas regordetas, proporciones algo achaparradas, movimiento, etc. Probablemente, el taller del claustro se inicia en la galería norte por un escultor de calidad que sigue el modelo de Zaragoza y que abandona pronto la obra, pero dejando un grupo de escultores formados que seguirán sus modelos estéticos de forma bastante fiel. En este sentido, y de acuerdo a la documentación de la colegiata de Santa María de Tudela, a las constantes formales de la escultura del claustro y a su dependencia del taller de la Seo de Zaragoza, podemos datar esta escultura entre 1185 ó 1190 y los últimos años del siglo XII. Además, hemos de indicar que de ella surge el resto de la escultura románica de la propia colegiata, así, tanto los capiteles de la puerta sur del transepto como los de la puerta norte del mismo siguen de cerca los modelos formales desarrollados por el taller del claustro. Lo mismo puede decirse de los capiteles vegetales y, sólo en parte, de los simbólico-moralizantes de los dos primeros tramos del interior de las naves laterales de la colegiata.
En la misma ciudad de Tudela hemos conservado otro conjunto interesante desde el punto de vista escultórico. Nos referimos a la iglesia de San Nicolás, cuya fábrica románica fue sustituida en el siglo XVIII por otra barroca en la cual se reutilizó una parte de la escultura del edificio primitivo. Concretamente, en el muro situado sobre la puerta de la actual iglesia de San Nicolás se encastraron un tímpano románico rodeado por una arquivolta y, en la parte alta de la fachada, dos piezas integradas por leones devoradores. Esta iglesia está documentada desde fines del siglo XII y aparece con cierta frecuencia en la documentación de momentos posteriores, pero no sabemos cuándo fue construida. En realidad, los únicos datos cronológicos que conocemos sobre el edificio primitivo de esta iglesia son los que nos proporciona el estudio del interesante tímpano al que nos acabamos de referir.
El primer punto que llama la atención es su iconografía y su composición con figuras en los extremos, lo cual es característico del norte de la Península Ibérica en el último cuarto del siglo XII. En el centro del tímpano se representó, como supuso Germán de Pamplona, una imagen de la Trinidad de acuerdo a un esquema vertical que fue bastante escaso en la época y del que pueden citarse pocos ejemplos que, no casualmente, se localizan en un pilar realizado por uno de los talleres más tardíos del claustro de Silos; en el tímpano de Santo Domingo de Soria, y en el parteluz del Pórtico de la Gloria de Compostela. Este esquema iconográfico está formado por una gran figura de Dios padre, en cuyo regazo hay otra figura infantil que representa a Dios Hijo, y sobre ambos está la Paloma del Espíritu Santo. Esta imagen de la Trinidad fue rodeada por un Tetramorfos y sendos personajes laterales que han sido identificados con David y San Nicolás de Bari. El conjunto se contempla en la parte alta del muro con un león engullendo a un personaje masculino y una leona haciendo lo mismo con una mujer. Dado que sólo hemos conservado esta parte mínima de una de las dos puertas del primitivo templo de San Nicolás, no podemos aventurarnos en conjeturas sobre el posible programa iconográfico del que estos restos formaron parte, ya que el contexto en el que estaban inmersos ha desaparecido irremisiblemente.
Esta escultura, igual que la del claustro de la colegiata de la misma ciudad, posee un concepto formal muy avanzado en el que destacan rostros sonrientes y personajes movidos, volumétricos y amables. El tímpano de San Nicolás ha sido visto por ciertos autores como una obra del Maestro Mateo joven y, aun que ciertamente no puede atribuirse a tal escultor, dicha atribución nos habla de una comunidad de concepto estético entre esta escultura y las obras reconocidas del escultor de Santiago. En realidad, el origen de este tímpano es similar al citado para el claustro de la colegiata, con el que la escultura de San Nicolás tiene similitudes formales y con el cual compartió el modelo o filiación, aunque sus respectivos talleres fueron independientes. Dicha fuente se localiza pues en el ábside de la Seo de Zaragoza, dándose en el caso de San Nicolás una similitud clara con las figuras de apóstoles adosadas en los paños del muro del ábside zaragozano, realizadas casi en bulto redondo. Por todo ello nos parece evidente que la fecha de esta escultura de la iglesia de San Nicolás de Tudela será similar a la del claustro de la colegiata, es decir, pudieron realizarse hacia 1185 y los años posteriores. Puede también hablarse de las coincidencias menores aunque evidentes, quizá debidas a una fuente o modelo común, que existen entre el tímpano de San Nicolás y la portada de los pies de Santo Domingo de Soria, que se ha supuesto realizada entre los años 1170 y 1188. Por último, podemos decir que la escultura del claustro de la colegiata y del tímpano de San Nicolás de Tudela tienen un reflejo claro, aunque de una menor calidad, en el taller que trabaja a unes del siglo XII y principios del XIII en la iglesia de Santa María Magdalena de esta misma ciudad.