Época:
Inicio: Año 69
Fin: Año 96

Antecedente:
Alto Imperio (III): Flavios y Antoninos



Comentario

Desde Vespasiano se inicia un apoyo institucional a ciertas formas de cultura. El exponente más significativo se encuentra en la creación de cátedras de retórica, una latina y otra griega, costeadas por el Fisco. Al tercer nivel educativo, el aprendizaje de la retórica, sólo llegaban los hijos de las familias más acomodadas, aquellos que desempeñarían después altos puestos de responsabilidad en la administración central. El hispano M. Fabio Quintiliano, de Calahorra, fue el primero que ocupó la cátedra de retórica latina, bien pagada con 100.000 sestercios anuales. Se nos ha conservado completa su obra "Sobre la formación del orador", que contiene muchas influencias de Cicerón.
El aprendizaje retórico de época republicana tenía una utilidad más inmediata como preparación de senadores dedicados a la actividad política. Quintiliano quiso revitalizar un tipo de retórica, parcialmente inútil para su época; la decadencia de esa retórica había venido marcada por los cambios en la forma del poder político. De poco servia que recubriera su hacer con expresiones más floridas y con un estilo más ameno, dice: "Los jóvenes deben evitar también un maestro árido, como las plantas tiernas una tierra muy seca; pues con un maestro así, decaen y se inclinan..." (II, 4, 7). El poder y la sociedad necesitaban más abogados que brillantes discursos políticos. Otras partes de su obra, como las técnicas del altercado entre abogados en los juicios, tenían más utilidad. Cuando da consejos, como el que "un abogado prudente y hábil en los recursos tiene mucho ganado si deja a su adversario seguir un falso camino", está atendiendo a una exigencia de mayor futuro para la retórica. Pues la época flavia se corresponde con la consolidación de la profesión de los abogados. Aunque sólo nos hayan llegado fragmentos y nombres de ilustres juristas de esta época (Cello Sabino, Próculo, Casio Longino...), los autores de compilaciones posteriores son deudores de la producción jurídica de estos años. Así, hoy sabemos bien que las diversas copias de leyes municipales flavias conservadas seguían una ley marco adaptada a las condiciones particulares de cada ciudad; esa ley fue redactada por los abogados al servicio del emperador. Tal importancia del derecho escrito terminará dando origen a la figura del especialista como al abobado del fisco, advocatus fisci. Y la carrera jurídica, no reservada a senadores, comienza a ser económicamente rentable incluso con el ejercicio privado de la misma.

La renovación literaria de época flavia, en la que siguen participando itálicos y provinciales, se vincula al poder en cuanto se presenta como defensora de los valores del Occidente. El año de la erupción del Vesubio, el 79, moría Plinio el Viejo. La voluminosa obra de Plinio (23-79), su "Historia Natural", de contenido enciclopédico, así como las "Argonautica" de Valerio Flaco, las "Púnica" de Silio Itálico o la "Tebaida" de Estacio, resucitan temas antiguos de la literatura clásica sin poner en duda las bases del poder de su época al recurrir a un relato políticamente neutro. Mayor compromiso con su presente y con la crítica social presentan autores como el hispano M. Valerio Marcial y Juvenal, que mejoran la tradición satírica romana. Pero éstos como otros poetas no reciben ahora protección de los emperadores ni de ninguna persona allegada al poder. Marcial vive gracias a las ayudas de sus patronos privados. La poesía satírica de ambos aporta noticias de gran valor para el historiador actual sobre la vida cotidiana de Roma (el ruido de la ciudad, los aduladores, los nuevos ricos, los favores de una dama, la coquetería...) pero está muy alejada de valoraciones sobre cualquier forma de gobierno.

La cultura de época flavia se caracteriza por ser acrítica ante el poder. Sólo en el ámbito de los filósofos surgió alguna manifestación de oposición. Las escuelas filosóficas del Helenismo seguían teniendo representantes en el Occidente romano. El propio Vespasiano era amigo personal de algunos de ellos; bien constatada está su estrecha relación con el estoico Trásea Peto. Pero también hubo casos de persecución contra filósofos. Vespasiano condenó a muerte a Elvidio Prisco en el 70; Domiciano expulsó de Roma o condenó a muerte en el 93 a filósofos de distintas escuelas. Y bajo Domiciano, se llevó a cabo también la expulsión de los astrólogos de Roma en el 90. Ahora bien, tales hechos no deben ser entendidos como una manifestación de odio o antipatía sistemática de los Flavios ante los filósofos, sino como hechos aislados de represión contra aquellos que predicaban una abierta y continua oposición a la forma de gobierno dominante; la condena se llevó a cabo en aplicación de la ley de lesa majestad. Baste el ejemplo de Elvidio Prisco, estoico y familiar de Trásea Peto. Había ejercido diversas magistraturas como correspondía a su rango senatorial: cuestor en Acaya el 51 y tribuno de la plebe el 56; el 66 fue expulsado de Roma cuando su suegro Trásea era condenado a muerte. Rehabilitado políticamente por Galba, el 70 fue pretor. No estamos, pues, ante un marginado social. Pero Elvidio no se plegó al poder y defendió siempre públicamente, en las mismas sesiones del Senado, sus ideales republicanos y la necesidad de devolver el poder a la cámara senatorial. Son casos como el de Elvidio los que están detrás de las condenas, no una actitud de los Flavios contraria a los filósofos, pues participaban de una idea muy común en la época, consistente en considerar al conocimiento filosófico útil para ayudar a vivir y también para aceptar con resignación los cambios de fortuna, incluida la muerte.

El Coliseo, monumento destinado al uso del pueblo, y el Palacio imperial son dos de las mejores obras que ilustran la ideología del poder flavio. Su liberalismo político permite cualquier manifestación cultural, apoya a aquéllas como la ciencia jurídica que son útiles para la formación de cuadros de gobierno, pero se enfrenta con sus mejores armas contra el uso del pensamiento con fines de ruptura del consenso social o de oposición política.