Comentario
Ya en el siglo XI tenemos datos ciertos sobre la ejecución de esmaltes usando presumiblemente, en la mayoría de los casos, la técnica del alveolado sobre oro. Paulatinamente se va imponiendo el cambio de metal y el procedimiento de aplicación. Sin embargo, por desgracia, hemos de conformarnos en la mayoría de los casos, con descripciones de estas obras, pues muy escasas son las que se conservan. Sabemos que el rey Don García de Navarra encargó el frontal de altar de Nuestra Señora en Santa María la Real de Nájera (La Rioja) completado después de su muerte en 1054. A. de Yepes en su "Crónica General de la Orden de San Benito" nos dice que estaba adornado con cuarenta piedras preciosas, veinticuatro perlas barrocas y veintitrés esmaltes grandes. Una inscripción alrededor del marco daba cuenta de la dedicación a la Virgen, la identidad de los donantes y el nombre o la procedencia del artista Almanio.
El altar mayor de la Abadía de Santa María de Ripoll, referenciado en los inventarios de 1047 y 1066, debió de desaparecer en el siglo XV. En el inventario de 1047 se mencionan dieciséis smaltis, mientras en 1066 han aumentado a veinticuatro. Esto indica un considerable enriquecimiento del mismo pero difícilmente pueden hacerse más conjeturas al respecto.
Del mismo modo, el frontal del altar mayor de la catedral de Gerona fue reemplazado en el siglo XIV. En la descripción que J. Villanueva nos da en su "Viaje a Urgel y Gerona", dice que tenía treinta y dos paneles con escenas de la vida del Salvador en relieve. El centro estaba ocupado por un óvalo que contenía la imagen de Nuestra Señora, debajo de la cual otro pequeño óvalo mostraba en esmalte una señora sentada. Alrededor de ésta, una inscripción aludía a la donante.
A. de Morales, en su "Viaje a los reinos de León y Galicia y Principado de Asturias" cuenta cómo las reliquias de San Isidoro estaban contenidas en un arca, correspondiente al siglo XI, cubierta de planchas de oro y plata dorada, con los doce Apóstoles y Dios Padre en medio, y con otras muchas imágenes en tonos esmaltados. Fue desguarnecida con la invasión napoleónica.
Más fortuna tenemos en el caso de la Tapa de Evangelario de la Reina Felicia de Aragón (1063-1086) que se conserva en el Museo Metropolitano de Nueva York. Supone, en cierto modo, una síntesis de orfebrería, marfil y esmalte, predominando por encima de las otras la placa de marfil con el tema de la Crucifixión. Una amplísima orla de plata dorada con decoración de filigrana, cabujones y esmaltes, encuadra la plancha de marfil. La filigrana dibuja motivos vegetales que se disponen asimétricamente. Los esmaltes se reducían a pequeños chatones tratados según el procedimiento del alveolado. Sólo queda uno de los, posiblemente, ocho iniciales.
En la misma línea de pérdidas irrecuperables hay que mencionar el altar de la catedral de Zamora, correspondiente ya a mitad del siglo XII. Gómez Moreno en su "Catálogo Monumental de España, provincia de Zamora", recoge la descripción hecha por Fernández Duro, probablemente según un original medieval. En ella se nos da a conocer que era todo "labrado de bulto, guarnecido con ciento dieciséis piedras preciosas, en el centro la Majestad de Dios hecho hombre... a cuyo derredor estaban veinticuatro querubines coronados, entre esmaltes de colores, en los ángulos figuras de los Evangelistas... a ambas partes alineábanse los Apóstoles...". La composición es usual, salvo ligeros detalles, en el contexto románico.