Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1100
Fin: Año 1199

Antecedente:
Taller de Silos

(C) María Luisa Martín



Comentario

Sobre estas bases se va a desarrollar a lo largo del siglo XII, especialmente en su segunda mitad, junto al trabajo de orfebrería, el de esmaltería, con una calidad y belleza difícilmente superable. El primer maestro esmaltador de Silos se supone formado en Aquitania, según los procedimientos del primer taller de Conques, de tiempos de Begón III. Sería llamado a trabajar a la abadía en época de Alfonso VII, rey de Castilla y León (1126-1157), para completar un cofre de marfil con sendas placas de esmalte.
Dicho cofre (Museo Provincial de Burgos), obra del taller de Cuenca, está firmado por Mohamma ben Ziyan en 1026. Es de forma rectangular con tapa troncopiramidal. Sus marfiles representan escenas de caza, leones cruzados y medio levantados sobre sus cuartos traseros, leones mordiendo en el cuello a toros, grifos, atauriques, unicornios, etc. En uno de sus costados se insertó una placa de cobre dorado y esmaltado, que muestra a Santo Domingo entre dos ángeles y la inscripción identificatoria en color rojo. El santo, sin nimbo y tonsurado, viste sobre el alba la dalmática de diácono y la casulla de abad. Asimismo, muestra estola perlada y báculo abacial con voluta de marfil. A ambos lados, sendos ángeles con las alas desplegadas se preparan a elevar al santo hacia la gloria, el Cordero, que ocupa el techo de la arqueta. Uno de ellos sostiene la vara florecida, símbolo de la virginidad, mientras el otro extiende la mano, mostrando su palma, testimonio de una teofanía. La tipología de las figuras puede emparentarse con algunas de las miniaturas de tradición hispánica, especialmente de estilo leonés.

La placa que constituye la techumbre de la arqueta presenta una composición simétrica, cuyo centro lo ocupa el Cordero Apocalíptico. Con nimbo crucífero, el libro entre sus patas delanteras y el alfa y omega invertidas, está encerrado dentro de un círculo. Esta inversión del alfa y omega, convertidas en omega y alfa, tiene, tratándose de obras con carácter funerario, pilas bautismales o, como el caso que nos ocupa, arquetas para contener reliquias, una evidente intencionalidad. El difunto se aproxima al comienzo mediante el fin, es decir, a la vida a través de la muerte. Esta doble vía de alfa (principio) a omega (fin) y viceversa aparece repetidamente en el pensamiento de algunos Padres de la Iglesia, como Clemente Alejandrino, Tertuliano y Paulino de Nola.

A los lados, dos seres fantásticos, de largo cuello, alados, bípedos y con las colas enroscadas, acabadas en florones, cierran la composición. Los puntos de contacto con las placas de temática similar en la Urna de Santo Domingo son evidentes.

Distintas bandas metálicas con variedad de motivos decorativos, desde complicados tallos ondulantes con hojas, pájaros y flores, pasando por sencillos cuadrados de varios colores, hasta bandas de diversos adornos sin esmaltar, vienen a reforzar y consolidar el cofre.

Los colores utilizados para los esmaltes son el verde, el rojo, el blanco y distintas tonalidades de azul. Es significativa la ausencia de amarillo.

Después de analizar la obra, observamos cómo algunas de sus formas pueden relacionarse con otras de tradición hispánica. Sabiendo, además, que la técnica de la esmaltería no era desconocida en España, siendo su gama cromática específica y admitiendo que en Silos, seguramente, existió un taller de orfebrería durante el segundo tercio del siglo XI, cabe pensar la posibilidad de una evolución interna que desembocará posteriormente en el denominado Taller de Silos, cuyo auge corresponde al segundo tercio del siglo XII con la ejecución de la Urna de Santo Domingo.

Por otra parte, puesto que la presencia de artesanos del sur de Francia está confirmada, a fines del siglo XI, en la región de Silos, tal vez su contacto con la cultura hispánica fuera determinante en el ámbito estilístico y cromático.