Época: Paleolítico Inferior
Inicio: Año 2500000 A. C.
Fin: Año 95000 D.C.

Antecedente:
Paleolítico Inferior



Comentario

A lo largo del más de un millón de años que podemos considerar que ocupó cronológicamente el Paleolítico Inferior, observamos la aparición de las primeras culturas humanas entendiendo como tales las pruebas objetivas de la transformación del medio. En él se construyen los primeros abrigos y cabañas, desde la de Olduvai DK a las de Terra Amata, Lazaret o Bilzingsleben. En ellas vemos soluciones que son simples pero efectivas, y que en muchos casos reflejan formas que perduran hasta la actualidad. Durante mucho tiempo se consideró que durante el Paleolítico Inferior los grupos humanos no tuvieron una tecnología desarrollada y su capacidad de sobrevivir era baja. Sin embargo, la propia evidencia nos demuestra lo contrario, durante más de un millón de años los grupos humanos sobrevivieron y se enfrentaron a medios ambientes diferentes, desde las selvas tropicales a los países templados. Su dispersión hacia el norte no pasa generalmente del paralelo 55. Sin embargo, no debemos olvidar que éste es también el límite aproximado de los máximos avances glaciares, por lo que toda evidencia de presencia humana más hacia el norte, anterior al último episodio glaciar, ha sido destruida por la propia acción de la erosión glaciar.
Su tecnología, si bien simple, resultó efectiva. Los primeros homínidos entraron en la cadena de la tecnología. Mientras que los cantos trabajados son fáciles de fabricar, los bifaces necesitan una materia prima de mejor calidad, por lo que se hace necesario recorrer mayores distancias para encontrar las materias primas necesarias. El propio desarrollo de las técnicas de talla se vuelve más complejo y en algunos aspectos más antieconómico. Mientras que en los cantos trabajados se aprovecha casi el 100 por 100 de la materia prima, las técnicas de talla del Paleolítico Superior sólo aprovechan el 25 por 100 o menos de la misma, con lo que se hace necesaria una mayor movilidad de los grupos humanos.

Antes del reconocimiento de las industrias sobre lasca del Paleolítico Inferior se consideraba que las técnicas de talla sólo podían conseguir unos pocos centímetros de filo activo, mientras que las técnicas de producción de hojas obtenían hasta dos metros. Sin embargo, el reconocimiento del temprano uso de lascas ha hecho cambiar este presupuesto. Los primeros artesanos no sólo usan los cantos trabajados, sino que en muchos casos éstos podrían ser núcleos para obtener lascas. En los avances técnicos se ha visto el reflejo de la denominada Ley de la Reina Roja. Este personaje, procedente de las obras de Lewis Carrol, expresa el principio de "correr mucho para poder estar siempre en el mismo lugar", de la misma manera los distintos procesos técnicos tienden a obtener mejores resultados, pero a costa de aportes energéticos progresivamente mayores. De esta manera vemos también cómo la cultura humana se rige por el segundo principio de la Termodinámica: es cada vez mayor el aumento de la entropía o del desorden, considerando como tal la imposibilidad de volver atrás, y que cada avance cultural implicará la creación de contrapartidas de mayor gasto de energía para mantenerlo.

Las pautas de ocupación del territorio cambian con el tiempo, aumentando el número de yacimientos conocidos. Sin embargo, es éste un dato que debemos tomar con precaución. Durante el Pleistoceno Inferior, como hemos visto, encontramos yacimientos por todo el sur de Europa, desde España a Grecia y desde el Mediterráneo hasta la gran llanura. El número de yacimientos es escaso, lo que se ha utilizado como prueba de una baja densidad de población. Sin embargo, el esquema es también para nosotros erróneo. Si durante más de un millón de años encontramos restos humanos por el continente, esto demuestra que los grupos tenían suficiente capacidad reproductora, y ésta sólo se alcanza con grupos humanos que pueden intercambiar elementos reproductores, por lo que deben establecer contactos constantes. Éstos no son viables si existen cientos o miles de kilómetros de separación entre los grupos.

Los yacimientos que se conservan son sólo una mínima parte de los que ocuparon los grupos humanos, por lo que su conocimiento y protección deben ser una meta de los investigadores y de la propia sociedad. La incapacidad de los grupos humanos del Pleistoceno Inferior y Medio para sobrevivir parte de la tautología expresada por muchos autores, que nos dice que sólo los seres humanos modernos tienen actitudes modernas. El principal problema es definir lo moderno. Si consideramos las diferentes adaptaciones de las poblaciones predadoras actuales para sobrevivir en los diferentes medios ambientes, vemos cómo las soluciones no son uniformes, sino que cada grupo obtiene sus recursos de la mejor forma según cada región. Un caso paradigmático es la profunda discusión que sacude a los investigadores en la interpretación de la capacidad de cazar de los grupos humanos. Mientras que los primeros investigadores veían en ellos a potentes cazadores de grandes mamíferos, interpretando como cazados los elefantes de Olduvai o Torralba y Ambrona, en la actualidad se les suele considerar como meros carroñeros.

Los chimpancés son capaces no sólo de comer carne cuando pueden, sino que también sabemos que son capaces de organizar auténticas batidas para cazar animales que van desde otros monos a pequeñas gacelas. La evidencia arqueológica nos demuestra que ya desde hace más de 2,5 millones de años los grupos humanos utilizan la carne como alimento. Incluso tenemos la evidencia de alteraciones fisiológicas. Un resto de Homo erectus procedente de Koobi Fora, conocido como KNM ER 1808, tiene deformaciones producidas por una hipervitaminosis A provocada por la ingestión de carne, especialmente hígado, en cantidades excesivas. Sin embargo, esto no resuelve el problema de si eran cazadores o carroñeros. La obtención del alimento procedente de la carroña implica también la existencia de competencia con otros carroñeros o predadores como las hienas. No resulta complicado pensar que pronto los grupos humanos prefirieron la caza directa a la competición con estos animales, por otro lado, también peligrosos. Los estudios realizados en las reservas africanas demuestran que las hienas pueden llegar a cazar y los leones carroñear presas muertas. Con todo esto queremos situar el problema en una justa medida. Los grupos humanos durante el Paleolítico Inferior tendieron a considerar la carne como un recurso fundamental, sobre todo cuando se extendieron fuera de Africa.

Los estudios etnográficos actuales nos indican que las sociedades utilizan recursos vegetales cuanto más se sitúan cerca del Ecuador y que la caza es la fuente de alimentos principal según se encuentran hacia el norte, llegando al extremo de algunos grupos esquimales, que sólo se alimentan de productos animales. La presencia de restos animales junto a restos industriales humanos es la norma en los yacimientos arqueológicos. Sin embargo, la habilidad se fue mejorando con el tiempo, de forma que ya durante el Pleistoceno Medio no parece que se pueda dudar de una actividad cazadora como base de la economía en las zonas templadas. Incluso en algunos yacimientos como Lebenstedt, los restos de reno alcanzan el 63 por 100 de la fauna, una cantidad semejante a la de los yacimientos del Paleolítico Superior local. Todo esto nos indica que los datos que poseemos sobre este período tan fundamental de la historia humana son aún escasos y su interpretación puede llevar a discusiones. Sin embargo, no debemos olvidar que muchos de los descubrimientos e invenciones que veremos servirán a los grupos humanos de otros momentos como el Paleolítico Superior para alcanzar sus metas. Se descubrieron durante este momento el fuego, la construcción de abrigos o cabañas, las técnicas de talla (incluyendo la de hojas), etc. También fueron capaces de conquistar por vez primera otros continentes, de forma que solo América y Australia-Nueva Guinea quedaron fuera de la colonización humana hasta el Pleistoceno Superior.