Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1200
Fin: Año 1350

Antecedente:
Catedrales góticas castellanas

(C) Gema Palomo Fernández



Comentario

En definitiva, tras un periodo de inercia y experimentación, la iniciativa de personas excepcionales, conocedoras de lo europeo y sensibles a la belleza de las magníficas y modernas construcciones francesas, hará posible la llegada a nuestro país de los nuevos aires que respiraba la arquitectura más allá de los Pirineos.
Estos personajes, por otra parte muy vinculados al rey, como su hombre de confianza, canciller o consejero, consiguieron implicar a la monarquía en empresas muy costosas, pero que se justificaban señalando su necesidad para el ennoblecimiento, o mayor honra de Dios y de la Iglesia; y tanto más cuando se insistía en señalar el favor divino en los éxitos cristianos contra el infiel. Así, los obispos -y en especial Mauricio y Rodrigo Jiménez de Rada- serán un elemento clave, responsables en buena medida de las transformaciones experimentadas por la arquitectura peninsular a partir del primer tercio del siglo. Bajo su patronazgo toman fuerza las dos grandes canterías de Burgos y Toledo, cuya poderosa presencia se hará sentir en todo el ámbito castellano y servirá de acicate para la modernización de viejas fábricas, bien renovando un edificio antiguo, todavía en construcción, bien demoliéndolo para volverlo a levantar de nuevo. Además, en adelante, se erigirán en modelo a imitar y marcarán las pautas para el futuro desarrollo de la arquitectura gótica en Castilla. Será, eso sí, un gótico importado de Francia y finalmente no del todo comprendido por nuestros maestros, que no supieron o no se atrevieron a llevar hasta sus últimas consecuencias los logros técnicos, experimentados primero y desarrollados después por sus predecesores en el país vecino.

Es por esto que la historiografía ha insistido en el miedo de los maestros de las segundas generaciones, ya hispanos y formados en los talleres de los primeros, que optaron por renunciar a la temeraria verticalidad que exhibían las fábricas francesas. Seguramente prefirieron garantizar la estabilidad de sus edificios en detrimento de la consecución de un verdadero ambiente gótico, transfigurado por la luz coloreada filtrada a través de amplias vidrieras. No ha de extrañar, por tanto, que algún especialista haya llegado a preguntarse si realmente los obispos castellanos tuvieron en cuenta, a la hora de concebir sus edificios, toda la especulación teórico-estética, la metafísica de la luz presente en las grandes catedrales francesas del siglo XIII desde que Suger formulara su programa en Saint-Denis (Yarza).