Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1200
Fin: Año 1250

Antecedente:
Los inicios de pintura protogótica

(C) Joan Sureda



Comentario

Por fortuna la pintura protogótica navarra ha recibido una cuidadosa sistematización por parte de la profesora María del Carmen Lacarra. A diferencia de la pintura castellano-aragonesa y aun de la aragonesa, del protogótico navarro han perdurado obras que nos dan a conocer la existencia de un arte áulico o al menos directamente relacionado con el poder. En el caso navarro, la influencia de lo francés es patente y seguramente tiene su razón de ser en el matrimonio de Juana I de Navarra con el príncipe heredero de la corona francesa, Felipe, celebrado en 1286, y con posterioridad en el gobierno de los Evreux.
En este ambiente de corte internacional, ligado por otra parte con el mundo inglés, el protogótico hispánico alcanzó su dimensión de gran arte. La aún hoy enigmática figura de Johannes Oliveri que, en 1330, dejó su nombre en el retablo mural del refectorio de la sala capitular de la catedral de Pamplona, se alza como máximo representante de un gótico extremadamente refinado que se expresa tanto en lo estrictamente formal como en lo iconográfico. Juan Oliver construye sus figuras con todo el encanto propio del momento, con la dulzura que es característica de la refinada pintura protogótica, pero a la vez con el incipiente dramatismo que hace que el teocentrismo hierático del mundo románico deje paso a un incipiente humanismo.

La evolución del protogótico navarro se puede seguir en las salas magníficamente instaladas del Museo de Navarra. El arte cortesano de Juan Oliver ya se patentiza en la decoración del claustro de la catedral de Pamplona y, muy especialmente, en el paramento con el Arbol de Jessé. En ambos conjuntos la Crucifixión denota la esencia de lo protogótico y se hace difícil determinar su cronología relativa. En cualquier caso, ésta es seguramente una obra que gira en torno a los últimos años del primer tercio del siglo XIV.

El mural del Arbol de Jessé ha perdido más color que la decoración de la sala capitular de la catedral pamplonesa y acusa en demasía su carácter lineal. En tal sentido los murales de la capilla de la Virgen del Campanal de San Pedro de Olite, nos muestran unas figuraciones más pictóricas, de fecha paralela a las ya mencionadas y sin duda estilísticamente relacionadas con ellas. La calidad no es sólo parangonable a la que exhibe Juan Oliver, sino incluso puede superarla en el tratamiento de luces y de volumetría de las figuras y arquitecturas, lo cual indica quizá una temprana presencia de lo italiano.

El arte seguramente foráneo de los pintores que trabajaron en la catedral de Pamplona y en Olite se hace un poco más tosco en los pintores del lugar que siguieron su impronta. Entre ellos destaca el maestro que pintó la historia de San Saturnino para la iglesia de El Cerco de Artajona.

El azar ha hecho que se conservase la inscripción que identifica al maestro y que centró la cronología de los murales: "LO PINTO ROQUE EL ANYO DE MIL EL CCC E XL.. EZINO DE POM... O..". Este tal Roque que pinta poco después de Juan Oliver, sin duda siguió las maneras del foráneo, sin alcanzar la calidad del mismo.

Con seguridad antes que este estilo tan refinado se expandiese por Navarra, el protogótico ya había penetrado sobreponiéndose en buena medida a las últimas manifestaciones románicas (Artajona, Olite, etc.), como lo muestran decoraciones como las de la iglesia de San Martín de Azua. Pero mayor interés que ese período inicial, en Navarra lo tiene la perduración tardía, al igual que hemos visto en Aragón, de la manera protogótica. Incluso hay decoraciones de iglesias que manifiestan claramente las dos etapas, como pueden ser las de las parroquiales de Gallipienzo y Olleta. En ambas iglesias hay pinturas de mediados del siglo XIV que de alguna manera están influidas por la escuela de Juan Oliver, especialmente en Gallipienzo; y también en ambas iglesias en la segunda mitad del siglo XV se llevaron a cabo decoraciones que a pesar de la cronología se deben de clasificar de protogóticas, si bien con un marcado carácter primitivista, aunque tampoco permanecen del todo ajenas a la evolución de la pintura de la época.

La pintura navarresa sobre tabla mantiene claramente las tipologías románicas y su expresión más patente está en los frontales, los principales conservados en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. De ellos (frontales de Eguillor, de San Pedro) el de mayor raigambre plástica es el procedente de la iglesia de Arteta, dedicado a la vida de la Virgen y a la infancia de Jesús. Tanto en éste como en los otros dos mencionados, una de las características principales es la aparición junto a la temática religiosa de la representación de los meses del año en el travesaño superior del guardapolvo.

Además de estas tablas, a las que se podría añadir alguna otra, la que mejor representa la definición protogótica es la que a veces se ha considerado retablo portátil de la catedral de Pamplona. Centrado por la Crucifixión enmarcada por profetas, en él se puede adivinar con claridad el influjo de lo francés que tanto caracteriza al taller pictórico de la catedral de Pamplona. No hay que olvidar, sin embargo, como ya se ha mencionado, que este influjo se contaminó en ocasiones de un claro italianismo, quizá procedente de la escuela de Avignon, como muestran las pinturas que decoraban el arcosolio de la tumba del obispo Miguel Sánchez de Asiain del claustro de la catedral de Pamplona.