Comentario
El Imperio asirio estaba regido de manera absoluta por el monarca, soberano de todo cuanto le rodeaba en tanto vicario del gran dios Assur. Por debajo de él se situaba un complicado aparato estatal, muy ramificado, bajo control del gran visir de Assur o sukkallu dannu. Éste, auxiliado por un consejo en el que estaban el general en jefe del ejército (turtanu), el gran intendente (abarakku rabu), el copero mayor de palacio (rab shaqu) y el heraldo (nagir ekalli), gobernaba sobre otros visires subordinados, diseminados por el territorio. Otro gran funcionario fue el jefe de los eunucos (rab reshe), decisivo en la política interna debido a su conocimiento de las interioridades de la corte. En ocasiones, algunas reinas y príncipes herederos llegaron a poseer su propia corte.
La gran extensión del territorio asirio hizo que para su gobierno y administración se divide en dos categorías: provincias y estados vasallos. En las primeras se había procedido a deportar a sus habitantes, como medida para evitar una posible rebelión. En época sargónida hubo 117 provincias, controladas por un gobernador (bel pikhati), encargado de administrarlas según un modelo establecido a semejanza de Assur. Los estados vasallos estaban sujetos a fuertes condiciones, como la de pagar un importante tributo -carros, caballos, madera, joyas, vasos metálicos-, o prestar un juramento de absoluta sumisión (adu). Si algunas de estas condiciones no se cumplía, la respuesta asiria era decididamente violenta.
Otros funcionarios territoriales eran los shaknu, una especie de gobernadores militares cuya tarea era controlar los territorios ocupados para evitar rebeliones.