Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1550

Antecedente:
Los primeros trabajos de Covarrubias.

(C) Alfonso Rodríguez G. de Ceballos



Comentario

El nombramiento de maestro mayor de la catedral primada y su diócesis en 1534 permitió a Covarrubias alcanzar una de las metas arquitectónicas más importantes en aquel momento, que conllevaba actividades tanto constructivas como administrativas. Lo numeroso de las empresas arquitectónicas del arzobispado permitía a quien ostentaba la maestría mayor imponer su estilo, en este caso el renacentista, en un amplio territorio. Covarrubias inició esta actividad en la iglesia parroquial de Yepes (Toledo), aún de estructura tardogótica pero con ciertas novedades interesantes, como las capillas de la cabecera, los pilares con pilastras corintias adosadas, la colocación de dos capillas-hornacinas por tramo y el esquema de la portada directamente relacionado con la de la iglesia de La Piedad, de Guadalajara.
Los trabajos para el arzobispado sirvieron para atribuirle las obras patrocinadas por Alonso de Fonseca: el Colegio de los Irlandeses de Salamanca y el Colegio Fonseca de Santiago de Compostela. Actualmente se sabe que su actuación en los mismos fue puntual, limitándose a trazar un artesonado para el edificio salmantino, proyectado por Juan de Alava y modificado por Diego de Silóe y a revisar los planos y elaborar un memorial para los canteros del compostelano en 1532.

Por el contrario, sí está documentada su intervención por estas fechas en el convento de San Clemente de Toledo, para cuya iglesia trazó la portada y una nueva capilla mayor en 1534. La bóveda de esta última aún tiene aspecto gótico, no así la portada, que presenta una solución estructural y decorativa clásica. Todavía no se encuentran en estas obras su característico sentido de la masa, proporción y ritmo de sus trabajos posteriores, e incluso algunos contemporáneos. Tampoco se encuentran en la portada de la capilla de San Juan de la catedral, trazada en 1536 para el cardenal Tavera, que pensaba por entonces enterrarse en ella, ni en la restauración y remodelación de la arquería del patio del Hospital de Santa Cruz en torno a 1535 -donde volvió a trazar la escalera de Enrique Egas, superponiendo abundantes motivos decorativos-, ni tampoco en la remodelación de la parte superior de la Puerta de los Leones de la catedral para colocar el órgano del Emperador, realizada hacia 1540.

Este aparente paso atrás respecto a obras estrictamente coetáneas puede deberse en parte a que todas estas actuaciones se realizaron sobre obras ya existentes, de manera que tenía que enfrentarse a construcciones góticas cuyo aspecto transforma mediante la acumulación decorativa, lo que explica ciertos desajustes y faltas de unidad en algunas de ellas.

Esta faceta decorativa triunfa en dos obras de esta misma época, el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares (Madrid, h. 1535-1546), encargado por el cardenal Tavera, y el claustro del monasterio de San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara). Covarrubias ya debía de haber intervenido en el primero en tiempos del cardenal Fonseca, construyendo la puerta y ventanas del piso bajo, pero es en la segunda mitad de los años treinta cuando concluyó la fachada y llevó a cabo el patio, la escalera y los jardines. La decoración se concentra en las ventanas de la fachada, rematadas con escudos, medallones, roleos y flameros, mientras que en el interior del patio presenta temas heráldicos en las enjutas de la arquería baja, relieves en las zapatas y rosetas y cabezas en el friso de la galería alta; la escalera claustral -especialmente decorada- se abre al patio por medio de tres arcos escarzanos, cuyos intercolumnios no coinciden con los del patio, lo que demuestra la anterioridad del emplazamiento de la escalera al de las arquerías, muy ornados en sus molduras, con las armas de Tavera en las enjutas y capiteles fantásticos decorados con grutescos y monstruos, figuras que también aparecen en los sillares almohadillados de los muros de cierre de la escalera al patio.

En San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara) vuelve a observarse cierta influencia de la escuela burgalesa. De nuevo tuvo que ceñirse a una obra previa, lo que le obligó a disponer tres galerías en la panda meridional para acomodarse a la altura del claustro antiguo y a estructurar de forma un tanto forzada las arquerías oriental y occidental al tener que ceñirse a unas dimensiones dadas, lo que le obligó a introducir unas pseudoserlianas ante la imposibilidad de hacer coincidir el módulo de los arcos con las medidas previas. La decoración es más abundante que en el patio de Alcalá, tanto en la galería baja de arcos de medio punto, como en la superior de arcos mixtilíneos o en la tercera adintelada sobre columnas con zapatas, pero los motivos fundamentales de ovas, rosetas y capiteles fantásticos de la galería baja se mantienen.

Por lo que respecta a la solución de esquina del claustro, si en el Palacio Arzobispal utilizó dobles columnas preludiando la solución que adoptaría en el patio del Alcázar de Toledo, aquí dispone dos medias columnas adosadas a un pilar, como hará poco después en el Hospital Tavera y en el Alcázar de Madrid.

A partir de 1537, tras su nombramiento como maestro mayor de los Alcázares Reales, las intervenciones en estas obras vinieron a complementar los encargos del Cabildo toledano y de las órdenes religiosas. Poco posterior, de hacia 1540, es el encargo del claustro de los Dominicos de Ocaña (Toledo). El patio es un rectángulo con dos pisos de galerías en las cuatro pandas, que siguen proporciones aritméticas tomadas del tratado de Alberti. El piso bajo se articula mediante arcos de medio punto moldurados sobre columnas dóricas, a cada uno de los cuales corresponden dos vanos en el piso alto, con columnas jónicas y zapatas sobre las que descansa el entablamento, con friso decorado con escudos, rosetas y espejuelos, y cornisa.

Lo más significativo del conjunto es la acusada desornamentación de todos los elementos arquitectónicos, la aparición de los espejos de piedra pulida en las enjutas de los arcos, que volverá a utilizar en el Tavera -este motivo introducido por Covarrubias en la arquitectura española procede de la simplificación de los tondos decorativos tradicionales- y la utilización de un pilar con dos medias columnas adosadas en las esquinas, motivado por la bóveda de arista que cubre las esquinas de las galerías.

Muy relacionada con esta intervención está la que efectuó en el patio del Palacio Arzobispal de Toledo, que formaba parte de las obras de remodelación trazadas a fines de 1540 o principios de 1541, en las que se incluían, además de dos de las pandas del patio, la escalera y la portada principal. El patio se organiza en tres pisos, ateniéndose a la disposición de los preexistentes -lo que también tuvo que hacer en el claustro Real del convento de San Pedro Mártir, iniciado en 1541-, lo que impidió la regularización proporcional del alzado, de los cuales el bajo es réplica del de Ocaña, el segundo tiene arcos rebajados sobre columnas jónicas con plintos y el tercero es adíntelado sobre zapatas, con columnas corintias con pedestales y entablamento con friso decorado con cabezas. La escalera, desaparecida, pertenecía al tipo claustral de caja abierta tradicional. En cuanto a la portada principal, terminada en 1544, su conjunto es puramente clasicista, a pesar de la utilización poco ortodoxa de ciertos elementos pertenecientes a tres órdenes distintos: un arco rústico entre columnas jónicas pareadas que sostienen un friso dórico. La composición puede proceder de obras bien conocidas del arquitecto, como la portada del Colegio Fonseca de Salamanca o la meridional de la catedral de Plasencia, en tanto que otros muchos elementos proceden del Libro IV de Serlio, entre ellos el orden jónico de ocho módulos, los triglifos sin gotas, las columnas pareadas con piña colgante entre ellas o el arco rústico.