Época: Egipto antiguo
Inicio: Año 2100 A. C.
Fin: Año 1750 D.C.




Comentario

Con una orden terminante de "no se hable más de los derechos del hombre" (derecho de propiedad, de libertad, de justicia...), la "Doctrina de Amenemhet" (Amón está en la cúspide), redactada a instancias de su hijo Sesostris I, una vez que aquél fue asesinado por una conjura de palacio, ponía fin al Egipto democrático y autonómico que se había impuesto merced a la concepción herakleopolitana del hombre como señor del mundo y, consecuentemente, del rey como funcionario al servicio del mismo. El objetivo de la Dinastía no era otro que restaurar el Estado totalitario del Imperio Antiguo. Y hay que reconocer que lo consiguió, salvo en un aspecto: restablecer el vínculo espiritual existente antaño entre el faraón y el individuo, en virtud del cual éste creía en la divinidad de aquél. Eso no lo consiguió la Dinastía XII -el Imperio Medio, la época que las generaciones posteriores habían de considerar como más clásica y más egipcia que el mismo Imperio Antiguo-: y de ahí su única frustración, bien visible en las expresiones enérgicas, pero adustas y decepcionadas, de los semblantes de los reyes.
Aparte de éste, todos los demás puntos del programa de gobierno fueron alcanzados: orden, tranquilidad, prosperidad material, centralismo, funcionarios en lugar de nobles, poderío militar, ascendiente sobre los países y ciudades del extranjero (Biblos, Ugarit, Palestina), dominio del Sinaí, conquista de Nubia. Como si los dioses quisiesen mostrar su conformidad con el orden imperante, casi todos los faraones tuvieron reinados largos y prósperos, en los que el monarca, una vez alcanzado el umbral de la vejez, asocia al trono al hijo que ha de sucederle y éste asume el mando del ejército y la representatividad del Estado, mientras que el padre se retira a un segundo plano, más honorífico que activo. Esta prosperidad permitirá la realización de un importante programa de obras públicas y urbanísticas, sin renunciar a la construcción de templos, pirámides y estatuas.

Así reinaron Amenemhet I (1991-1961 a. C.), Sesostris I (1971-1925), Amenemhet II (1929-1891), Sesostris II (1896-1877), Sesostris III (1877-1839), Amenemhet III (1839-1791). Con éste alcanza Egipto la cumbre de su poderío; seguidamente, comienza a descender con Amenemhet IV (1791-1781) y su hermana Sebekneferure (1781-1777). Esta da paso a la dinastía XIII, de muchos reyes débiles, puestos y depuestos por los funcionarios, que son quienes realmente detentan el poder.

Las realizaciones de la Dinastía XII en este terreno fueron inmensas, pero la mayor y más duradera, sin duda, la colonización del Fayum. Este oasis está regado por un brazo del Nilo, el Bahr Yusuf, que se separa del cauce principal cerca de Deirut -y por tanto, cerca también de Tell el-Amarna, capital en tiempos de Amenofis IV- y después de realizar un largo recorrido paralelo al del curso del Nilo, atraviesa la Cordillera Occidental, en las proximidades de Illahun, y desciende a la depresión del Fayum. Una vez aquí, desemboca en el Birket Karun, el antiguo lago Moeris de Herodoto (del egipcio mer-wer, gran lago), mucho más extenso en la Antigüedad que en el presente.

Las diferencias de cotas constituyen un rasgo dominante en el paisaje, v.gr.: la superficie actual del lago, según datos del año 1931, se encuentra a 45 metros bajo el nivel del mar. Su profundidad es de ocho metros. La ciudad de Illahun se halla a unos 26 metros sobre el nivel del mar, con lo que resulta que la cota más baja del Fayum, que es el fondo del lago, viene a encontrarse a unos 79 metros por debajo del nivel del valle del Nilo. Aunque poblado ya durante el Imperio Antiguo, e incluso en época prehistórica, el Fayum no fue sistemáticamente colonizado y convertido en una de las comarcas más feraces de la tierra, hasta que la Dinastía XII emprendió las grandes obras de ingeniería que permitieron multiplicar la superficie cultivable. Herodoto no salía de su asombro ante la magnitud de aquella empresa. La capital del distrito, situada en la ribera del lago, tenía un nombre que el historiador traduce a su lengua como Krokodeilon polis, la Ciudad de los cocodrilos (la actual Medinet el-Fayum), en honor del rey de los saurios, que era objeto de culto en la localidad.

Cuando Amenemhet III decidió dar el impulso definitivo a esta obra de colonización, la superficie cultivable se reducía al delta del Bhar Yusuf, en las proximidades de la capital. Para que el resto, que eran inmensos pantanos, se convirtiese en tierras de labor era menester regular tanto las entradas de agua como el drenaje de los terrenos, y aquí fue donde los técnicos de Amenemhet III realizaron una obra de ingeniería de canales que causaba el asombro del mundo antiguo. Gracias a obras como ésta, aún en tiempos de Roma, Egipto era el primer productor de alimentos de todo el Imperio Romano, y por tanto, el gobierno (la prefectura) de Egipto, el cargo político más importante fuera de Italia.

Satisfecho de haber coronado con éxito aquella empresa tan descomunal, Amenemhet III quiso erigir allí, en Hawara, el lugar de su eterno reposo, para lo cual no tuvo reparo en abandonar la tumba que tenía dispuesta en Dahsur. La posteridad, respetuosa con su memoria, lo veneró como a un dios hasta el final de la historia de Egipto.

La escasez de obras edilicias del Imperio Medio se debe a la renovación o reconstrucción de las mismas en épocas posteriores. Sólo las muchas referencias a fundaciones de monumentos, donaciones y obras de extracción y búsqueda de materiales de construcción y decoración, tanto en el país como fuera del mismo, suplen en parte aquella deficiencia.

Así, hay constancia de que Amenemhet I promueve la extracción de diorita en las canteras de Toshke, y de piedras duras, en general, en las del Wadi Hammamat; de que Sesostris I envía varias expediciones a las canteras de Wadi el-Hudi y de Assuán, extrae bloques de alabastro de Hatnub y en un momento dado, reúne 17.000 hombres en el Wadi Hammamat para extraer piedra para 60 esfinges y 150 estatuas.

Gracias a la Dinastía XII, el dios Amón, cuyo nombre entra en el de Amenemhet, sigue su marcha ascendente hacia la cima del panteón tebano a expensas de Montu, a quien la Dinastía XI había reservado aquel puesto de honor. No quiere ello decir que éste se viese execrado; antes al contrario, fue objeto de grandes mercedes; pero con todo, hubo de ceder el mando a Amón, cuyo santuario de Karnak asumió el papel de centro religioso del país.

Otros santuarios -en Menfis, Koptos, Abidos, Dendera, etc.- fueron objeto de atención por parte de los reyes. Sesostris I inauguró un santuario en el extranjero: el de Hathor, en Serabit el-Khadim, en el Sinaí, donde había un magnífico yacimiento de turquesas, explotado por Egipto desde entonces. A su patronazgo se debe asimismo la erección en Heliópolis de una pareja de obeliscos, uno de los cuales (hoy en la vecindad del aeropuerto) no sólo tiene el mérito de conservarse en pie, sino de ser el más antiguo de los obeliscos monolíticos de que hay constancia.

La protección dispensada a Heliópolis es reveladora de que a pesar de todas sus simpatías por Tebas, los faraones de la XII Dinastía se percataban de que el centro de gravedad del país se hallaba más al norte, y de que el buen sentido aconsejaba implantar la capital del Egipto unificado a corta distancia de Menfis. Y así lo hicieron, en Licht, a medio camino entre Menfis y Hawara, a la entrada del Fayum. Justamente en esta zona, donde está situada la pirámide de Sesostris II, se encuentra la correspondiente ciudad-pirámide de Kahun, única ciudad excavada con amplitud en el Egipto antiguo.