Época: Egipto antiguo
Inicio: Año 3300 A. C.
Fin: Año 395




Comentario

Son muy ricos y abundantes los datos que poseemos relativos a las condiciones de vida de los obreros que trabajaban al servicio del Estado y que debían constituir un amplio número, a juzgar por la política de obras públicas desarrollada por buena parte de los faraones. El poblado de Deir el-Medina, cercano a Tebas, albergaba a obreros y artesanos empleados en la construcción de la necrópolis faraónica. A lo largo de cinco calles y en casas encaladas vivían nubios, descendientes de los antiguos hicsos y egipcios, todos libres. Su régimen alimenticio, a base de pan, carne de buey, ternera, gacela, aves y todo tipo de verduras, más leche, vino y cerveza, pone de manifiesto que vivían con agradable bienestar dentro de su oficio. La actividad era presidida por una administración compuesta por dos jefes y un consejo de obreros, escribas y alguaciles. Todos los trabajadores estaban afiliados a cofradías religiosas y celebraban sus fiestas, oficios y procesiones. Los salarios debían ser más que suficientes, ya que muchos de los obreros eran dueños de las casas en las que viven junto con su mujer o concubina. Estos obreros están exentos del pago de impuesto, a excepción del impuesto personal que gravaba a todos los egipcios.
Un contramaestre dirige y vigila la actividad, anotando las faltas al trabajo que se produzcan. Está justificada la ausencia por enfermedad, por celebración de la fiesta de la madre y por ausencia o discusión con la esposa. Otras ausencias no estaban justificadas y recibían una sanción. Un tribunal de obreros decide sobre los litigios que no afectan a lo criminal. A cada brigada se le asigna un médico que regularmente acude en visita al poblado, en virtud de unos acuerdos de higiene en el trabajo.

Los salarios eran pagados, generalmente, en víveres: cerveza, grano, pan, pescado seco y verduras, aceite cada diez días y un suplemento de carne en los días festivos.

Se tenía conciencia del derecho a ser bien tratado y, cuando tras la semana normal de ocho días de trabajo no se descansan los dos siguientes, o cuando los alojamientos del lugar de trabajo se consideran inadecuados o insuficientes, había protestas y huelgas. Las narraciones de la época dicen que "se tumban". Las condiciones de vida de los obreros que no trabajaban a las órdenes del faraón diferían considerablemente, por lo que estos trabajadores deben ser considerados unos privilegiados.