Comentario
Todo un repertorio de temas referentes a la Pasión de Cristo se escenifica en los pasos. El Crucificado es por antonomasia el símbolo del sacrificio de la vida, elemento de identificación del cristiano desde los orígenes. Pese a ello y siendo numerosas las representaciones de Crucifijos, la figura simbólica es la del Nazareno. Contrapunto de ella es la Virgen en forma de Dolorosa. Nazarenos y Dolorosas pueblan los ámbitos de la Semana Santa española.
Hay dos modalidades de Nazareno. El habitual es la figura de Cristo portando la cruz, manteniéndose erguido; la otra modalidad es la que muestra a Cristo con una rodilla en tierra. Lo habitual es que sea figura para vestir un traje largo de color morado, que se sujeta con cinturón, provisto de borlas. Esta circunstancia hace que el interior sea un maniquí articulable. El escultor esculpe cabeza, manos y pies, pues camina descalzo. Pero hay sorpresas: el Nazareno de la cofradía de la Virgen de las Angustias, de Medina del Campo, está íntegramente tallado.
Perla de la imaginería del Nazareno es el Jesús del Gran Poder, realizado en 1620 para la cofradía del Traspaso, de Sevilla. El estro de Juan de Mesa se muestra en esta escultura por su tremendo expresivismo. Sin la menor complacencia hedonista, la imagen está pensada para alcanzar la compasión. Cristo ha padecido tanto que ha ingresado en breves días en el territorio de la ancianidad. En cuanto a la variante de Cristo con la rodilla en tierra, se ofrece el Jesús Nazareno, titular de esta cofradía de Valladolid, obra de mediados del siglo XVII atribuible a Alonso de Rozas. Es imagen tallada en su totalidad.
Si una persona tenía razones mayores para experimentar el dolor del suplicio de Cristo era su propia Madre. La Semana Santa ofrece infinidad de imágenes de Dolorosas, que responden a dos versiones. La más conocida es la que a partir del centro sevillano ocupa toda Andalucía y llega a Madrid, incluso a la Castilla norteña. Representa a María frente al Hijo muerto, mostrando su aflicción. Se halla de pie, aunque un abigarrado vestido lleno de encajes y brocados la oculte. La otra variante es la de María desplomada, con la mirada desgarrada dirigida al Crucificado.
Para ambas variantes conviene asimismo el nombre de Soledad. No hay mayor dolor: todo para María. La parte carnosa de la imagen se reduce al mínimo. La cabeza no es sino una mascarilla, en la que el escultor ha de reflejar un sentimiento generalizado: la tristeza. El interior es la armadura o candelero. Hasta qué punto es un montaje escultórico, lo revela el encargo que recibió en 1578 el escultor del Aguila, de hacer una imagen para la cofradía de la Soledad, en Niebla, con dos rostros cambiables, uno de tristeza y otro de alegría. Surcan lágrimas, hechas con gotas de cristal. Ojos de cristal y pestañas naturales completan la fisonomía de estas Dolorosas, de juvenil rostro. Las manos constituyen el otro elemento escultórico. Unas veces están abiertas y desplegadas. De una mano cuelga un pañuelo, para enjugarse las lágrimas. En otras Dolorosas las manos se adhieren al pecho, para mostrar aflicción. El repertorio de estas Dolorosas, a contar desde la popular Macarena, es ilimitado.
El otro tipo de Dolorosa, plenamente escultórica pues se hace completamente tallada en madera, tiene un admirable anticipo en la Soledad esculpida por Juan de Juni para la cofradía de las Angustias de Valladolid. Juni la concibió como Soledad. Está sentada en el suelo, lanzando una desgarradora mirada a Cristo en la cruz. A comienzos del siglo XVII se añadieron los cuchillos, símbolo de los Siete Dolores, con lo que se modificó el tipo y la advocación, muy popular en Castilla. Pero era paso procesional, pues figura en las procesiones de disciplina cerrando el cortejo.
Los pasos procesionales escenifican los episodios de la Pasión. Dos extremos cronológicos pueden situarse: la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, que en rigor precede a la Pasión, y la Resurrección de Cristo. La información de los artistas procede de los Evangelios; pero hay apelación a los Evangelios Apócrifos en ciertos aspectos más o menos anecdóticos. Por otro lado, como lo que se trata es de actualizar los acontecimientos, los personajes del pueblo se endosan los trajes de la época. Cristo y los Apóstoles suelen vestir con simple túnica intempora.
Que la Entrada de Jesús en Jerusalén es considerada como tema del repertorio de los pasos procesionales, se acredita por el paso de la Borriquilla perteneciente a la cofradía vallisoletana de la Vera Cruz, antes aludido. Un conjunto guarda la cofradía de Nazarenos y Nuestra Señora del Socorro, radicada en el templo sevillano del Divino Salvador, de Sevilla, obra que se fecha en los primeros años del siglo XVIII.
Con La Sagrada Cena da principio el itinerario pasional. Pinheiro da cuenta de un paso en los cortejos de Valladolid, en 1605, pero era de los grupos de cartón y lino. Hay que esperar al siglo XVIII, cuando Francisco Salzillo realiza el paso para la cofradía de Jesús, de Murcia. El número de doce era apropiado para aplicar una ordenación simétrica. En la pintura se ha preferido la posición frontal. Cristo ocupa el punto medio, con seis discípulos a cada lado. Pero ha de atenderse al mensaje que entraña la Cena, que es el de la traición de Judas. Por esta razón se contrapone la imagen de san Juan, recostado sobre Cristo, con Iscariote, de aspecto pérfido, bizco y pelirrojo. El paso, por lo demás, huye de toda complicación espacial: el orden parece imperar en el sentido de la enseñanza moral y de la estética.
La Oración del Huerto está bien representada. En su aspecto más restringido se limita a las figuras de Cristo y el Angel, en dos niveles, con lo cual toma aspecto ascensional. Si se incorporan los discípulos dormidos, se hallan tan a ras de tierra que el público a veces no los distingue, como acontece con el paso de Salzillo. Acto seguido acontece El Prendimiento. Pero conocemos al menos un caso en que Oración del Huerto y Prendimiento se juntan en el mismo paso. Se trata del paso de la Oración del Huerto, de la cofradía de la Vera Cruz de Valladolid. En 1629 estaba realizando Andrés de Solanes un paso del Prendimiento y de la Oración del Huerto. El grupo de La Oración del Huerto se guarda en esta cofradía. En el grupo del Prendimiento participaba Judas. Esta figura se halla en el Museo Nacional de Escultura. El traidor muestra hosco aspecto y pelo rojo. Salzillo hizo paso propio para el Prendimiento.
Cristo flagelado es recurrencia habitual para acreditar los sufrimientos de la Pasión. Hay imágenes de una sola figura, de Cristo a la columna. Pero la emoción se acrecienta cuando se distingue la presencia odiosa de los flageladores. Los pasos que se conservan ofrecen siempre la figura de Cristo a la columna en medio. Pero el problema consiste en la colocación de los asistentes a la flagelación. Es común a todos los pasos el que se proceda a desmontarlos al finalizar la Semana Santa. El Cristo flagelado subirá a un altar; el resto de las figuras se recogen en los almacenes de la cofradía. Para la recomposición de los conjuntos, dado el tiempo transcurrido con las consiguientes mudanzas, se dispone de instrucciones escritas, que precisan con pormenor la manera de situar las figuras en la plataforma. Además, para sujetarse, las esculturas presentan perforaciones en las partes más disimuladas por donde pasaban los tornillos. Con arreglo a estas instrucciones se montaron los pasos de las cofradías de Valladolid, custodiados en el Museo Nacional de Escultura.
Las instrucciones referentes a un paso de la Flagelación, de la cofradía de la Pasión de Valladolid, revelan que la ceremonia estaba presidida por Pilatos, como acto sustanciado por la autoridad romana. En efecto, su figura se identifica entre las conservadas. Un sayón tiene a Cristo sujeto por una soga al cuello, como si fuera insuficiente estar atado a la columna. El resto de figuras lo componen los propios flagelantes, que descargan el temible flagellum romano o ramas de erizado espino, como hizo Salzillo.
Sigue La Coronación de espinas, que se ofrece con despliegue en forma de media luna. Del paso que hiciera Gregorio Fernández para la cofradía de la Vera Cruz de Valladolid subsiste la imagen de Cristo. Cómo estuviera lo declara una copia que en 1675 se sacó para la cofradía de Jesús Nazareno de León: Dos sayones le están coronando con sus horquillas (para no herirse); otro está delante dándole la caña, haciéndose de nuevo alusión a la autoridad romana que presencia el castigo.
Presentado Cristo al pueblo, con manto y corona -Ecce Homo-, daba comienzo la cabalgata hacia el patíbulo. Cristo puede limitarse a su cuerpo con la cruz a cuestas o constituyendo una escena de varias figuras, de las que hay un variado repertorio. En el recorrido sucedieron diversos episodios, uno de los más conmovedores la ayuda prestada por Simón Cirineo, al aparecer los síntomas de desfallecimiento del reo. Gregorio Fernández hizo una obra maestra en su Cirineo, personaje del campo que acepta con enorme generosidad su misión caritativa. De 1687 es el Cirineo, de Francisco Antonio Gijón, de la cofradía de las Tres Caídas, de Sevilla. Sigue el Encuentro con las Santas Mujeres. La Verónica, según la tradición, dejó recogido el rostro de Jesús al proceder a limpiarlo. Hay asimismo otra excelente obra de Gregorio Fernández. Pese a la ayuda, Cristo se desplomó. Surge el tema de La caída, efigiado por Salzillo, en grupo de cinco figuras. Pero solía simplificarse el tema, con la figura de Cristo rodilla en tierra (Nazareno de la iglesia de Jesús, Valladolid). Pero fueron tres veces las que cayó. Precisamente una cofradía sevillana está dedicada a las Tres Caídas.
Llegada la comitiva al Gólgota, en este lugar se escenifican varios momentos preliminares a la Crucifixión. Mientras se hacen los preparativos, Cristo queda abandonado a sí mismo. El paso del Cristo de la Humildad y de la Paciencia estuvo prodigado por Andalucía e Islas Canarias. Es un tema de procedencia medieval. Cristo aparece sentado sobre una roca, coronado de espinas, apoyando la cabeza en una mano, en actitud triste y pensativa. Del primer cuarto del siglo XVII es el ejemplar que custodia la cofradía sevillana que lleva el nombre de la imagen (iglesia de los Terceros). El escultor canario Francisco Alonso de la Raya realizó en 1641 el Cristo de la Humildad y de la Paciencia que se venera en la iglesia de San Francisco, en Garachico. Fue encargo de la Cofradía de la Cinta.
Con el nombre de Cristo de la Humildad contrató el escultor vallisoletano Bernardo del Rincón en 1656 un paso con destino a la cofradía de la Pasión de Valladolid. Se halla de rodillas, sobre un peñasco, con los brazos abiertos y la mirada dirigida a las alturas. El contrato especifica que se arrodillaría sobre un óvalo, que signifique el mundo, lo que equivaldría a la redención que suponía su sacrificio. Esta obra recibió el nombre de Cristo del Perdón, que es el que ha permanecido. Se sabe que este tema está en relación con el Cristo del Perdón, de Manuel Pereira. En el siglo XVII Luis Salvador Carmona tomaría de nuevo el tema, pero ya con un simbolismo más elevado.
Cristo quedó despojado de las vestiduras, dando lugar al paso del Expolio o del Despojo. El paso de este título es antiguo en el repertorio vallisoletano. Se sabe que había uno en 1629, puesto que se encarga una copia para Medina del Campo. En 1678 la cofradía de Jesús Nazareno encargó un paso de este título al escultor Juan de Avila (Museo Nacional de Escultura). Lo peculiar del paso era la figura del sayón que quitaba la vestidura al redopelo, es decir, con violencia, lo que suponía que tenía la tela pegada a las heridas. En el paso conservado se observa a un sayón rodilla en tierra, haciendo los agujeros en la cruz con una barrena, para que fuera más cómoda la clavazón de manos y pies. Otro está haciendo el hueco en el suelo para hincar la cruz, mientras un tercero mantiene asegurado a Cristo con una soga. En 1674 se encargaba al escultor de Valladolid Francisco Díez de Tudanca un paso del Expolio, para León, del cual se conserva la figura de Cristo Nuestro Bien. Se halla de pie, exhibiendo las heridas conforme al contrato: Las llagas de hombros y espalda, codos y rodillas... conforme la del Azotamiento. En el paso se mencionan cuatro sayones, uno quitando la vestidura a Cristo con el movimiento que le pertenece; y otro con movimiento de estar barrenando la cruz.
La erección de la cruz representa el momento en que es izada. El paso ejecutado entre 1604 y 1606 por Francisco de Rincón representa este momento (Museo Nacional de Escultura, Valladolid). Encarna este paso el cambio a las figuras de madera, en tamaño natural, y en grupos grandes. Era el punto de partida para Gregorio Fernández, quien pudo colaborar en el paso, pues se sabe que Rincón fue uno de sus maestros. Su fama se acredita por la copia que Lucas Sanz de Torrecilla sacó para Palencia. Un paso de la Exaltación de la Cruz posee Sevilla, cercano al taller de los Roldán.
El repertorio de la imaginería de Cristo en la cruz es inmenso, tanto por la expresión como por los momentos representados. Los Evangelios refieren puntualmente los episodios, con los diversos personajes participantes. Mientras permaneció Cristo en la cruz dirigió sus famosas Siete Palabras, que pueden quedar escenificadas en determinados pasos procesionales, sobre todo los elaborados por Juan de Mesa. Aunque no sea imagen procesional, el Cristo de los Cálices de la catedral de Sevilla, obra de Martínez Montañés, fue hecho con el requerimiento de que Cristo debiera estar como hablando con cualquier persona que se colocara junto a él.
Pero hay palabras que están puntualmente reflejadas. Una de ellas: Sitio. El paso de Gregorio Fernández de esta denominación (Museo Nacional de Escultura, Valladolid) ofrece a dos sayones al pie, uno con lanza y otro con pértiga provista de una esponja. Algunas de las palabras fueron dirigidas al Padre, lo que justifica la mirada que Cristo dirige al cielo. Por esta razón el Cristo de la Expiración de Francisco Antonio Gijón se halla pronunciando la última frase: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Ante la duda de que la muerte no se hubiera producido, Longinos atraviesa el pecho de Cristo con una lanza. Esto motiva el paso de la Lanzada, que estuvo representado en Valladolid y de él se conservan copias en Palencia y Medina de Rioseco. Aunque no hay certidumbre de que Longinos fuera a caballo, ha sido fortuna para el arte que se haya interpretado de esta manera, ya que este animal proporciona un elemento de composición que dio gloria al arte del siglo XVII, como muestran la escultura y la pintura.
Certificada la muerte, quedaba el descolgamiento del cadáver. Esta tarea la asumieron con generosidad José de Arimatea y Nicodemo. Pero era una escena muy complicada, pues suponía que además de Cristo estuvieran en el espacio los dos santos varones, subidos a escaleras. Fue, por ello, un paso rehuido, que sirvió para medir el talento de un Gregorio Fernández en el cénit de su crédito. El Descendimiento de la iglesia de la Vera Cruz de Valladolid es uno de los pasos trascendentales del arte español. El Descendimiento del círculo de Pedro Roldán (iglesia de María Magdalena, Sevilla) ofrece una perspectiva frontal, ya que Nicodemo y Arimatea se sitúan por detrás, con la figura de Cristo totalmente en el aire.
Pero hay que observar que para este tipo de composición los artistas podían inspirarse en las representaciones a lo vivo. En efecto, conviene recordar el teatro religioso, las representaciones dramáticas imitando episodios antiguos. La representación de un descendimiento de Cristo fue bastante común y contó con la iniciativa de los franciscanos. Pero se prefería un Descendimiento con figuras articulables. La existencia en muchas iglesias de Crucifijos con los brazos móviles indica que han servido para esta ceremonia. Estamos bien informados de esta ceremonia, escenificada por la Cofradía de San Francisco de Palencia. El acto tenía lugar el Viernes Santo en el convento de San Francisco. Finalizado el sermón, se procedía a descender el cuerpo, que Nicodemo y Arimatea depositaban en los brazos de la Virgen, todo mediante la hábil maniobra de los tramoyistas. El cuerpo de Cristo, con los brazos recogidos, quedaba convertido en Cristo Yacente, procediéndose seguidamente al Entierro. Todavía en la localidad zamorana de Bercianos de Aliste se desarrolla hoy una ceremonia similar.
Gregorio Fernández escenificó para la cofradía de las Angustias el último momento del Descendimiento. La Virgen ya ha recogido el cuerpo de Cristo; forma el grupo de la Piedad. Pero que acaba de suceder lo indica que al fondo se divisan todavía en la cruz los cuerpos de Dimas y Gestas, con las piernas fracturadas.
La Piedad forma paso propio, constituido por las dos figuras de la Virgen y Cristo, en un solo bloque. Pero a partir de ahora se impone El Entierro. Hay que observar que lo que no se escenifica es el Entierro a la manera como lo emprendió Juan de Juni, para la capilla funeraria de fray Antonio de Guevara. No era, por tanto, paso procesional, como algunos todavía suponen.
La figura de Cristo Yacente se muestra en la iconografía desde la Baja Edad Media, pero su uso procesional es peculiar de la edad barroca. Gregorio Fernández posee una serie de imágenes, de las que se conoce su salida en procesión en determinados casos, como el Cristo Yacente de los Capuchinos de El Pardo. El testimonio de su empleo procesional viene dado por la urna, con parihuelas. Un magnífico ejemplar existe en Sahagún de Campos, donde hubo importante cofradía durante el siglo XVII, con capilla de la advocación de Jesús, en la iglesia de San Lorenzo. Un paso del Santo Sepulcro poseía la cofradía de las Angustias de Valladolid. En 1674 el escultor Alonso de Rozas concertó la ejecución de cuatro soldados y dos ángeles, que se disponen en torno a la urna. Mientras los ángeles velan en los costados de la misma, los soldados romanos duermen, lo que ha motivado que este paso reciba el nombre de Los Durmientes (Museo Nacional de Escultura, Valladolid).
La Semana Santa carecería de sentido si a la muerte no sucediera la resurrección. Asimismo, pues, se encargan pasos de Cristo Resucitado para uso procesional. En 1582 concertó el escultor Jerónimo Hernández la imagen de Cristo Resucitado con destino a la cofradía sevillana del Dulcísimo Nombre de Jesús, hoy en la iglesia de María Magdalena. Se ofrece desnudo, con el brazo derecho levantado, recordando el famoso Cristo de Miguel Angel, en la iglesia de Santa María Sopra Minerva, de Roma.
Procesionales eran asimismo las imágenes de la Muerte. El esqueleto fue un elemento propio de la estética barroca, sobre todo en el campo del arte funerario. Pero la muerte a que se hace referencia tiene otro sentido, pues representa el triunfo sobre ella. Un grupo del Triunfo de la Santa Cruz se venera en la iglesia de San Gregorio, de Sevilla. La Hermandad del Santo Entierro contrató en 1693 con el escultor Antonio de Quirós un grupo escultórico conocido como Triunfo de la Santa Cruz, y que efectivamente salía en procesión. En los documentos de 1693 se reseña el paso de esta manera: Paso del Triunfo en que va la Santísima Cruz sobre un monte, y al pie de ella el Mundo, Demonio y Carne, y sobre el Mundo sentada la Muerte, como rendida con la mano en la mejilla, abatida con la guadaña, y el rótulo "Mors mortem superavit". El grupo ya salió en procesión el Viernes Santo de 1693. Después del saqueo por los franceses en 1811, el grupo sufrió serios destrozos; en 1829 sería restaurado por Juan de Astorga.
Algo muy próximo encarna el paso de la Exaltación de la Cruz, conservado en la Biblioteca Municipal de Orihuela. La cofradía de los Labradores decidió en 1694 sacar en procesión el Viernes Santo una Cruz con una toalla; sin duda esto puso en marcha el programa simbólico, hasta desembocar en el complicado conjunto, popularmente conocido por La Diablesa. Afectado por un incendio, lo que se conserva es una reconstrucción. Lo que se desea expresar en el grupo es el vencimiento del demonio y de la muerte por la Cruz.
En el Museo Nacional de Escultura de Valladolid se exhibe una escultura de la Muerte. Provista de una trompeta de forma alabeada, vendría a ser una advertencia sobre su inminente llegada. Labrada en bulto completo, indica manifiestamente que ha sido hecha con posibilidad de salida en procesión. No se tienen referencias históricas, pero probablemente perteneció a una cofradía, tal vez de la Buena Muerte.