Comentario
En los ejércitos de las poleis también luchaban, junto a los hoplitas, unidades de infantería ligera. Estos soldados carecían de protecciones en sus cuerpos, especializándose en el manejo de armas arrojadizas, especialmente jabalinas. Su estrategia consistía en acatar por sorpresa y retirarse del campo de batalla. Las jabalinas solían medir poco más de metro y medio, rematándose con una punta metálica. Empleada fundamentalmente para la caza, los jóvenes estaban familiarizados con su uso, siendo empleada también por la caballería. Sin embargo, los hoplitas no disponían de este tipo de armas ya que se consideraban más efectivas la lanza y la espada.
Algunas ciudades poseían unidades de arqueros y honderos, destacando entre ellos los soldados cretenses. La participación de estas unidades no resultaba decisiva en el desenlace de la guerra, pero servían de apoyo como desgaste sobre las formaciones de hoplitas. Su eficacia aumentaba en los sitios de las ciudades y en la lucha urbana, ya que las heridas causadas por flechas eran bastante difíciles de curar, según los informes médicos que disponemos.
Las unidades de honderos eran bastante frecuentes en las regiones montañosas y en ocasiones formaban parte de los ejércitos de otras poleis. Como proyectiles se podían emplear piedras, pero habitualmente la munición eran balas en forma de bellota, realizadas en barro cocido o plomo, que recibían el nombre de glandes.
El estratega ateniense Ifícrates, en el siglo IV a.C., configuró un cuerpo especial de mercenarios de infantería ligera, tomando como modelo los soldados tracios que participaron en la Guerra del Peloponeso. Se les denominó peltastes, ya que portaban un ligero escudo de mimbre llamado pelta o pelte. Una jabalina y una espada serían sus armas de ataque, careciendo de elementos defensivos. Su baza estaba en la rapidez y la movilidad , consiguiendo algunos éxitos frente a los pesados cuerpos de hoplitas.