Comentario
Este paso hacia la vanguardia que apreciamos en los artistas catalanes, o afincados en Cataluña en aquel momento, podemos apreciarla también en un grupo de artistas vascos. En primer lugar, los pintores que han sido denominados por la crítica, los fauvistas españoles, y cuya producción supera los planteamientos del fauvismo francés. Francisco Iturrino (1864-1924), que expuso con Picasso en París en 1901 en la galería Vollard, y fue amigo personal de Matisse, con el que trabaja en el sur de Francia, es quien mejor representa esta tendencia. El fauvismo de Iturrino es distinto porque incorpora la temática de la España profunda, que dota de sentido dramático a la pintura fauvista. Trabajando sobre una temática muy distinta, Juan de Echevarría (1875-1931) elabora una serie de magníficos bodegones, a base de jarrones de flores, cestos de frutas, manteles..., en una iconografía reducida que utilizaba como soporte de un juego colorístico de gran complejidad.
Por otro lado, queremos destacar la personalidad de Francisco Durrio (1868-1940), que tuvo una gran amistad con Gauguin y Picasso y que reparte su vida entre París y Bilbao. Su producción no es muy abundante pero practica, además de la escultura, la cerámica y la orfebrería. Como escultor, Durrio se caracteriza por sus diseños estilizados, que están dotados al mismo tiempo de extraordinaria expresividad; expresividad que refuerza estilizando, hasta la desproporción, sus figuras. Sus bustos y cabezas son de una gran belleza, y destacan sus monumentos conmemorativos y funerarios, entre los que señalaremos el dedicado al músico Arriaga (Bilbao, 19071933) con un elaborado programa iconográfico. Como orfebre, parte del estilo Art Nouveau de Lalique para derivar hacia un primitivismo muy en la linea de las actitudes que se definían en el París de la época, pero que nadie aplicó a la orfebrería. Julio González y Pablo Gargallo en su faceta como orfebres son deudores de Durrio, así como los bajorrelieves de Nemesio Mogrovejo (1875-1910). Hemos pretendido aquí ofrecer una sintética visión de las artes plásticas en los años del fin de siglo, un período dominado por las tensiones entre las distintas regiones, y por la convivencia de manifestaciones en la linea de la tradición con actitudes vanguardistas. Estas vanguardias, sin embargo, acabarán definiéndose en el París de las primeras décadas del siglo XX pues no pudieron ser asimiladas en España, ni en la central ni en la periférica, en aquel momento más ilustrada y potente económicamente.