Comentario
Con en objetivo de embellecer Constantinopla, Constantino no dudó en expoliar Atenas y otras muchas ciudades. Sin embargo, la capital del Ática, cual Ave Fénix, surgió de nuevo de sus cenizas y recuperó esplendores pasados, convirtiéndose una vez más en uno de los focos culturales del mundo romano. La presencia de los filósofos neoplatónicos en Atenas será un importante estímulo para la llegada de importantes personajes como el emperador Juliano.
Pero el paganismo de los neoplatónicos iba restando enteros respecto al cristianismo, que iba ampliando adeptos amparándose en la protección de las autoridades imperiales, llegando éstas incluso a la represión del paganismo. Concretamente en el año 354, durante el reinado de Constancio, se ordenó el cierre de todos los templos paganos, provocando su transformación en todo tipo de establecimientos, desde establos hasta burdeles. Valente no dudó en decretar la persecución de los paganos, incluyendo la ejecución de algunos destacados intelectuales y la quema de libros. A pesar de estos sucesos, el paganismo estaba fuertemente arraigado entre las elites urbanas y algunas zonas rurales, por lo que en numerosas ocasiones se impuso una política de tolerancia por parte de los emperadores, conviviendo en Atenas paganismo y cristianismo de manera pacífica a lo largo del siglo IV.
La situación sufrió un brusco giro en las últimas décadas de esta centuria, cuando Teodosio proclamó en el año 380 el catolicismo como religión oficial del Imperio. Los cultos paganos fueron perseguidos y considerados a sus practicantes reos de alta traición, al tiempo que se ordenaba la destrucción de sus templos. Atenas no dejó de sufrir las persecuciones y en el año 429 el Partenón era saqueado. Durante el siglo V la intolerancia continuó y la destrucción llegó a todas las ciudades griegas, destruyéndose numerosos monumentos capitales de la cultura griega clásica, como algunas obras maestras de Fidias. Su Atenea Partenos, que con 12 metros de altura decoraba la cella del Partenón, posiblemente fue trasladada a Constantinopla por Teodosio II. La Atenea Prómacos, situada también en la Acrópolis, sufrió el mismo destino por orden de Justiniano. Esta política represiva culminará con la orden de cierre de la Academia de Filosofía por parte de Justiniano en el año 529, siendo todos sus bienes confiscados. La Atenas greco-romana y todo lo que ello simbolizaba llegaba a su fin.
En estos complicados tiempos del Bajo Imperio, Atenas no sólo sufrió la represión desde el punto de vista religioso. En el año 395, a la muerte de Teodosio, el Imperio era dividido entre sus dos hijos: Oriente quedaba en manos de Arcadio mientras que Occidente pasaba a Honorio. La región de Grecia quedaba enmarcada dentro del Imperio Oriental y desde ese momento su destino estaría unido al del Imperio Bizantino.
Al igual que el resto del Imperio, las oleadas de bárbaros atacaron el territorio griego. Alarico y sus visigodos devastaron la región heládica y sus principales ciudades, entre ellas Atenas (396 y 397). Para evitar nuevos saqueos e invasiones, Justiniano reparó las murallas atenienses, dentro del programa de construcciones militares que afecto a todo el territorio imperial. Pero estas fortificaciones no sirvieron ante el ataque de los eslavos, que arrasaron la ciudad en 580, excepto la Acrópolis, donde se refugió la cada vez más menguada población ateniense, muy seriamente afectada tras la epidemia de peste que asoló el Imperio Bizantino en 541.
Sin embargo, a pesar de los saqueos, represiones y ataques diversos, la fiebre constructiva volvía a apoderarse de Atenas, levantándose nuevos edificios, en ocasiones aprovechando los restos de los destruidos anteriormente. Buena parte de los antiguos templos que salpicaban la ciudad fueron convertidos en iglesias cristianas. El templo de Hefesto fue convertido en iglesia de San Jorge, la Torre de los Vientos se transformó en baptisterio, el Partenón fue desde el siglo V una iglesia dedicada a santa Sofía, etc. El templo de Zeus Olímpico no tuvo tanta suerte y sirvió de cantera para nuevas construcciones.
Las noticias sobre Atenas en los siglos VIII y IX empiezan a escasear, viviendo la profunda crisis que atraviesa el Imperio Romano de Oriente desde el siglo VI, sufriendo las continuas epidemias, guerras e invasiones de eslavos, búlgaros y persas. Atenas vivió una auténtica catástrofe demográfica y económica que provocó la pérdida de la casi totalidad de la vida urbana. La escasa población que quedó en la villa se refugió tras las murallas romanas, dedicándose a sus más estrictas necesidades. Podemos afirmar que Atenas era una plaza fuerte integrada en el thema de Hellas, cuya capitalidad correspondía a Tebas. La pequeña aristocracia local financiará algunas obras.
Parece que en el siglo IX Atenas vive una etapa de recuperación, convirtiéndose en cabecera del thema. La vida urbana renacería en todo el Imperio Bizantino gracias a la seguridad y la prosperidad económica que supuso la llegada al trono de la dinastía macedónica. El obispado de Atenas se convirtió primero en arzobispado y posteriormente en iglesia metropolitana durante esta época. La iglesia de la Madre de Dios -el antiguo Partenón- era uno de los principales focos de peregrinación en el Imperio. El rápido crecimiento urbano motivó una vez más el despegue urbanístico, aprovechando las ruinas de los antiguos edificios destruidos para levantar nuevos, decorándose con exquisitos mosaicos. Buenos ejemplos son las algunas de las iglesias que han llegado a nuestros días, como Aghioi Apostoloi (siglo XI, en el Ágora), Panagia Sotira (del siglo XII, cerca de la Torre de los Vientos), Panaghia Kapnikarea (construida en el siglo XI sobre los restos de un templo dedicado a Atenea o a Demeter), Aghioi Theodoroi (siglo XI), Panaghia Gorgoepikoos (llamada también Pequeña Metrópolis, levantada sobre otro viejo templo pagano), Aghios Eleutherios (siglo XII), el monasterio de Daphne (del siglo XI, construido sobre las ruinas de un templo dedicado a Apolo) o Aghios Nicodemos (la mayor y más antigua, edificada sobre unos baños romanos).
Los límites de la ciudad estaban marcados por las viejas murallas de Temístocles pero no servían como elementos de protección ya que esta función recaía en la muralla romana. El Ágora, el lado sur de la Acrópolis, el norte del Olimpeion y la colina del Areópago eran los lugares donde se concentraba mayor población, zonas de residencia de las clases media y baja. Las casas eran sencillas, fabricadas con materiales baratos, con pocas habitaciones, un patio interior y almacenes donde se guardaban los productos agrícolas que eran la base de la economía ateniense. También existía cierto grado de diversificación industrial, con talleres para fabricar tintes, alfarerías, tenerías o fábricas de jabón, productos que se vendían en los mercados locales. Han llegado restos de cierto comercio internacional al encontrarse monedas árabes del siglo X en el Ágora y restos de una pequeña mezquita. En el siglo XII, Atenas estaba entre los puertos que contaban con privilegios comerciales para los venecianos.
El crecimiento urbano de Atenas se realizó sin ninguna planificación, existiendo incluso terrenos de cultivo dentro de los límites urbanos. La población sería escasa, contando aproximadamente entre 15.000 y 20.000 habitantes, considerando que, excepto Constantinopla y otras pocas ciudades, las urbes del imperio bizantino eran más bien pequeñas.