Época: África
Inicio: Año 500
Fin: Año 700

Antecedente:
La primera historia de África



Comentario

Pese a los indiscutibles triunfos de Belisario, la autoridad bizantina quedó limitada a la costa. Pronto se levantaron diversas fortificaciones frente a las guerrillas beréberes. El Aurés presentó batalla a los bizantinos y grandes tribus camelleras se enfrentaron a ellos tras abandonar el corredor tripolitano del Túnez meridional. Los bizantinos terminarían fomentando la desunión de los propios jefes indígenas, ansiosos de entrar en calidad de mercenarios en los ejércitos imperiales. Entretanto, el cristianismo iba expandiéndose entre diversas poblaciones del Fezzan, pese a que Justiniano a veces hubo de contener el fervor proselitista de la Iglesia africana.
Los sucesores de Justiniano no supieron mantener su autoridad. Los régulos libios volverían a hostigar a Cartago, aún próspera en el siglo V, mientras que volvía a renacer el donatismo, al tiempo que hacia occidente, desde Tiaret a Volubilis, el cristianismo se independizaba del poder civil. Al sur del Tiaret emerge así un reino autónomo del que conocemos los mausoleos de sus príncipes -dyedar-, bárbaros cristianizados que configurarán un reino independiente que se extendía posiblemente desde el Moluya al Aurés, durante los siglos VI y VII. Quizá fundador del mismo fue un tal Masuna, al que una inscripción encontrada en Lamoriciére -508-, alude como rey de las tribus de Moros y de los Romanos.

La irrupción de los árabes, portadores del Islam y de nuevas formas de civilización puso fin a tal estado de cosas. El patricio Gregorio sería derrotado en Sbeitla -en el centro de Túnez- en el 647. Sin embargo, los árabes se desentendieron al parecer de los terrenos conquistados y no volvieron a preocuparse de los mismos hasta casi medio siglo después, tras la toma de Cartago en el 698. Todavía seguía fuertemente vigente el cristianismo en el África Menor, sobre todo en Tripolitania y Kairuan, siendo utilizado el latín. Pero paulatinamente se impuso la decadencia con la muerte de los últimos prelados, no hablándose ya más que beréber o árabe. De esta forma África Menor, al revés de lo que ocurría en la Península Ibérica, terminó olvidando el legado de Roma para volcarse en el Islam, más elemental y de una trascendencia quizá más radical para sus prosélitos.