Comentario
La idea básica del mundo concebido como una isla y, por tanto, intrínsecamente unida al agua, se refleja en la construcción más característica del Sepik (Nueva Guinea), la casa tambarán o casa de los hombres.
Tambarán significa espíritu y, por tanto, la casa tambarán es la casa o la morada de los espíritus o, al menos, el edificio donde se guardan sus efigies en forma de esculturas de madera. También se le llama Casa de los Hombres porque allí los hombres adultos, casados o solteros, duermen y comparten su ocio; es también un centro ceremonial y político, donde tienen lugar los rituales propiciatorios para una acción de guerra, de caza o de iniciación de los jóvenes. Hasta hace poco, si cualquier mujer entraba en una de estas casas, ello significaba su muerte inmediata. Seguramente la costumbre pervive en algunas zonas pero, en otras, al parecer, la penalización no incluye a las turistas. Sin embargo, en aquellas casas tambarán que, a lo largo del Sepik, han perdido su carácter tradicional y se han convertido en mercadillos de objetos para el turista, tampoco se permite a las mujeres que vendan su mercancía en el interior.
Generalmente hay dos casas tambarán en cada aldea, colocadas longitudinalmente a cierta distancia, con un espacio ceremonial entre ellas. En ciertas ceremonias se supone que la casa tambarán se convierte en barca, y se amarra al tronco de una gran palmera, que se halla cerca de uno de sus laterales.
Esta concepción de la casa de los hombres como una barca es lo que explica que, al contrario que las viviendas, todas elevadas sobre pilotes para no quedar inundadas en la estación de las lluvias, el piso inferior de la casa tambarán, a ras del suelo, queda siempre inundado.
La casa tambarán tiene planta rectangular y está construida con materiales vegetales, troncos de palmeras y hojas trenzadas, unidos mediante sogas, sin ningún clavo. Tiene dos plantas sostenidas por postes con figuras talladas, generalmente antropomorfas, pero también se representan animales, especialmente cocodrilos, peces y aves. En las fachadas anterior y posterior aparece el rostro de una mujer, tallado en madera, trenzado con la misma fibra con que está hecha la casa; representa a la Madre, bajo cuya protección está todo el conjunto.
Coronando ambas fachadas aparece un pájaro emblemático, que representa al hijo, no al esposo, de la Madre. Paradójicamente, como en casi todas las culturas, a pesar de la posición desoladora de la mujer en la sociedad, siempre aparece la madre como creadora y protectora primordial.
A la entrada de la casa ceremonial están los asientos de los hombres influyentes; dentro, longitudinalmente, se sitúan unas plataformas para el resto. En el centro está el garamut, un enorme tambor construido con un tronco de árbol vaciado, y la zona para los tañedores de flauta, que suelen ser dos. También se colocan allí, según los diferentes rituales, las figuras talladas en madera de los espíritus más importantes, y el taburete del orador, una de las piezas más originales.
Consiste en un asiento unido a una figura antropomorfa que representa un espíritu. El orador no se sienta, sino que permanece a un lado del taburete, donde va dejando una rama por cada uno de los argumentos que expone en su alocución. El espíritu representado en el taburete es testigo de la veracidad de sus asertos.
Las ceremonias celebradas en estos locales tienen por objeto activar las fuerzas de los espíritus. Los objetos tallados y pintados que los representan tienen, también aquí, una función, la cual puede compararse con la de las tallas y pinturas de las catedrales medievales. Ofrecen los grandes acontecimientos de la Humanidad en forma estática, y la dimensión dinámica se hace tangible cuando se activan sus poderes mediante el sonido de las flautas de bambú, los complejos redobles del tambor y las voces de los espíritus que resuenan en la música.