Época: Japón
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 2000

Antecedente:
La estética y el arte



Comentario

No sólo en la arquitectura, también en la escultura han sabido tradicionalmente los japoneses realizar grandes proezas estéticas. Desde sus primeros orígenes, con las figuras de barro conocidas como haniwa, los escultores japoneses han sabido desarrollar un estilo propio y característico, quizá algo tamizado durante los años de mayor predominio budista, en los que tenían que atenerse a unos cánones y formas expresivas muy concretas, que limitaban su creatividad. La aparición del budismo y sus nuevos patrones estéticos y artísticos supone también la llegada de nuevos materiales y la imposición de una iconografía desconocida, aunque paulatinamente estas influencias se irán asimilando, dando lugar a un estilo muy personal.
También la pintura alcanzó un alto grado de refinamiento, especialmente con la adopción de la técnica monocroma, venida de China. En este arte destaca el pintor Sesshu. A partir de este momento, en el siglo XIV, la pintura continuará alcanzando grandes cotas hasta llegar al periodo Edo, momento en el que el grabado se convierte en la expresión artística por excelencia. Los pintores japoneses lograrán una calidad extraordinaria en sus composiciones, destacando los paisajes, en los que utilizan líneas sencillas y un excelente manejo de la policromía. Nombres populares son los de Ishikawa Toyonobu, Sugimura Jihei, Hasegawa, Hokusai o Kano, entre otros muchos. El grabado japonés alcanzará un nivel de perfección extraordinario, siendo fuente de influencia e inspiración para muchos autores europeos, como Van Gogh o Monet.