Comentario
Bajo el gobierno de los Borbones se desarrollan en Granada los barrios extramuros de la Magdalena y de San Antón, así como se construyen también monasterios e iglesias. Además, los nuevos aires racionalistas que provienen de Francia se plasman en Ordenanzas que intentan transformar y ordenar el interior de la ciudad, haciéndola más habitable e higiénica.
La invasión de España por parte de Napoleón afecta también a Granada. La ciudad es gobernada entonces por Sebastiani, entre enero de 1810 y septiembre de 1812, un periodo caracterizado por la severa y violenta represión empleada por las tropas francesas. Según parece, una de las disposiciones del gobernante galo fue demoler un viejo edificio de piedra situado en el centro de la ciudad, cuyos materiales fueron usados para reparar un vetusto puente de madera sobre el Genil, que fue pintado de verde. El puente, aún hoy en uso, se conoce como el Puente Verde. Además, algunos monumentos fueron expoliados y destruidos.
Pero la invasión napoleónica no trajo consigo sólo violencia y represión, sino que con ella arribaron a España nuevos aires ilustrados. En apenas dos años fueron levantados paseos y nuevos edificios, que intentan hacer de Granada una ciudad moderna, más racional y mejor acondicionada.
La vuelta de los Borbones al trono español en la persona de Fernando VII conllevó el retorno del absolutismo y el inicio de un periodo de convulsión política y social. La cruenta represión que lleva a cabo el monarca intenta abortar cualquier atisbo de apertura política y así, en 1831, es ejecutada en Granada Mariana Pineda por bordar en una bandera las consignas liberales: ley, libertad e igualdad. Las luchas entre liberales y absolutistas son constantes, y se traducen en frecuentes desórdenes y tumultos.
Las décadas siguientes no serán menos problemáticas. Con Isabel II, la ciudad de Granada se proclama liberal, mientras que, en 1873, durante la I República, los federalistas formarán el efímero Cantón de Granada.
A finales del siglo XIX la ciudad, como buena parte del resto de España, comienza una lenta pero progresiva remodelación. Las capitales españolas ven desaparecer sus viejos, abigarrados e insanos cascos históricos en favor de grandes avenidas y nuevas infraestructuras. En Granada, gran parte de la zona baja del Albaicín es demolida para permitir la construcción de su principal arteria, la Gran Vía, que daría acceso a la estación de ferrocarril y permitiría la creación de empleo. Este ambiente de crecimiento urbanístico está facilitado por la bonanza económica que originan el cultivo de la remolacha y la industria azucarera.
Durante la Guerra Civil (1936-39) Granada permanece ocupada por las tropas de Franco. La represión militar es durísima y el Albaicín es bombardeado. A comienzos de la Guerra, uno de los granadinos más internacionales, el poeta García Lorca, es arrestado y ejecutado.
Los años de la posguerra son duros y la ciudad parece estar dominada por el mismo aire gris y mortecino que el resto del país. A pesar de ello, prosigue el proceso de modernización urbana que, no obstante, acaba con zonas y edificios históricos, como el barrio de la Manigua. También por estas fechas se abre la calle dedicada a Ángel Ganivet, escritor y pensador de la Generación del 98.
El desarrollismo especulador de la década de los 60 del pasado siglo hace que surjan con fuerza nuevos entornos urbanos, en el Camino de Ronda y en los nuevos barrios periféricos del Zaidín, Chana, Polígono de Cartuja y de Almanjayar. Abandonada la idea de cualquier preservación del pasado, la ciudad vieja continúa siendo destruida a golpe de excavadora y piqueta, perdiéndose numerosos edificios de alto valor histórico y artístico.
A pesar de ello, Granada sabe mantener un sabor propio, en el que se fusionan las viejas formas con las nuevas, lo tradicional con lo moderno. Sus gentes, herederas de una larga tradición cultural en la que se mezclan elementos de las cultura islámica y cristiana, recogen el impagable patrimonio intelectual que aportan un sinnúmero de granadinos famosos o personajes relacionas con Granada en los campos de las artes y la cultura. Por citar algunos nombres, entre los árabes hay filósofos como Ibn Bayya; filólogos como Ibn Hayyan o musicólogos como Ibn al-Haddad. También relucen poetas y literatos como Abu Ya'Far y Ahmad b. Habra. Entre los cristianos, brillan con luz propia el místico Fray Luis de Granada; poetas y escritores como Mira de Amescua, Pedro Soto de Rojas, José Antonio Porcel, Pedro Antonio de Alarcón, el ya citado Federico García Lorca, Luis Rosales o Francisco Ayala; artistas como Alonso Cano, Pedro de Mena, Juan de Sevilla Romero, José y Diego de Mora, José Risueño, José María López Mezquita, José Guerrero; o los filósofos Francisco Suárez y el también citado Ángel Ganivet. Figuras históricas granadinas de gran importancia son el militar don Álvaro de Bazán; el historiador Luis Mármol Carvajal; los conquistadores del Nuevo Mundo Pedro de Mendoza, Gonzalo Jiménez de Quesada y Francisco Fernández de Córdoba; el virrey de Nueva España Antonio de Mendoza; el misionero Luis de Valdivia o el diplomático Diego Hurtado de Mendoza. Más cercanas en el tiempo nos resultan las figuras de los políticos Francisco Martínez de la Rosa y Cristino Martos, del torero Frascuelo o de Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia por su matrimonio con Napoleón III.
Pero no sólo por sus hijos es Granada conocida, sino también por la atracción que desde hace mucho tiempo ha ejercido sobre viajeros y curiosos. La belleza de la Alhambra, el pintoresquismo de sus calles y plazoletas, la naturalidad de sus gentes, la existencia de una exuberante vegetación tropical a los mismos pies de las cumbres alpinas de Sierra Nevada,... son razones que han movido a muchos aventureros y caminantes a desplazarse hasta Granada y reflejar con su pluma o pincel cuanto sus ojos estaban viendo. Desde Ibn Batuta hasta Bill Clinton, la magia de la Granada nazarí no ha dejado de asombrar a todos aquellos que han tenido la suerte de contemplarla.
En el siglo XVI visitan Granada el médico austriaco Jeronimo Munzer -quien instala en la ciudad la primera imprenta-; el ilustrador Christoph Weiditz o el embajador veneciano Andrea Navagiero, entre otros. En los dos siglos siguientes, viajeros franceses, ingleses, italianos y alemanes abrirán la puerta para la llegada en el siglo XIX de grandes artistas románticos, que recalan en Granada buscando exotismo y misterio. Así, llegan a Granada escritores como el norteamericano Washington Irving -autor de unos famosísimos "Cuentos de la Alhambra"-; o los franceses Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Chateaubriand y Teophile Gautier. Pero no sólo a escritores, también la luz y los paisajes de Granada atraen a pintores como los ingleses David Roberts y Lewis; o los franceses Girault de Prangey, Vivian y Doré.
De momento, los últimos de esta larga lista son Gerald Brenan e Ian Gibson, aunque a buen seguro aún habrá de ampliarse más en los años venideros. Y es que, como rezan los conocidos versos de Francisco Alarcón de Icaza, "...no hay en la vida nada/ como la pena de ser/ ciego en Granada".