Comentario
El ejército cristiano abandonó la Mesa del Rey posiblemente hacia las 6 de la mañana del lunes 16 de julio de 1212 -no pudo ser antes, pues en esas fechas, aunque ya hay claridad hacia las 5:45 h., la luminosidad es insuficiente hasta pasadas las seis, como hemos comprobado personalmente 785 años después-.
La caballería ligera árabe, y especialmente los arqueros kurdos, apostados en el Cerro de las Cañadillas del Calvario, hostigaron el descenso del ejército de los tres reyes, con una lluvia de flechas.
Tras desbaratar las avanzadillas de los juramentados musulmanes, el ataque cristiano chocó con las lanzas almohades, soportando una lluvia de dardos, jabalinas, flechas y piedras, quedando pronto en gran dificultad, pues debe tenerse en cuenta que peleaban siempre cuesta arriba, ascendiendo una vertiente a veces muy empinada, mientras que los almohades mantenían las alturas. En ese trance, las primeras filas de Diego López de Haro se rompieron y retrocedieron, dejando aislados y rodeados por los almohades a varios caballeros, entre ellos al propio López de Haro y a la gente de su casa.
Se cuenta que Alfonso VIII vio a alarmado la desbandada de la primera línea y comentó que López de Haro se retiraba. Pero alguien le dijo que quien volvía la espalda no era el señor de Vizcaya, cuyos pendones se podían distinguir envueltos por los agarenos, sino las milicias serranas. López de Haro, al que se le había responsabilizado del desastre de Alarcos, se cubrió de gloria en las Navas, pero mal lo hubiese pasado si la segunda línea, constituida por las órdenes militares y los barones, mandados por el señor de Cameros, no hubieran arremetido contra los musulmanes, sacándole del apuro, primero y, luego, y cerrando filas y manteniendo la formación a duras penas. Eso produjo un elevado número de bajas entre ellos, sobre todo en las filas de las órdenes.
Si apurada era la situación del centro, no era mejor la de las alas. En este punto es dramática la Crónica del arzobispo: "El noble Alfonso, al darse cuenta de ello y al observar que algunos con villana cobardía, no atendían a la conveniencia, dijo delante de todos al arzobispo de Toledo ¡Arzobispo, muramos, aquí yo y vos! Aquél respondió ¡De ningún modo; antes bien, aquí os impondréis a los enemigos! A su vez, el rey, sin decaer su ánimo dijo ¡Corramos a socorrer las primeras líneas que están en peligro! Entonces, Gonzalo Ruiz y sus hermanos avanzaron hasta éstos; pero Fernando García, hombre de valor y avezado en la guerra, retuvo al rey, aconsejándole que marchara a prestar socorro, controlando la situación."
Parece que fue precisamente en este momento cuando los almohades cometieron un grave error táctico: al ver retroceder a los cristianos, rompieron su formación, con el fin de dar alcance a los que volvían la espalda, sin tener en cuenta que todavía no habían entrado en liza las terceras líneas del ejército cruzado, donde formaban los hombres de confianza de los reyes y su caballería pesada. Posiblemente, la intervención de Fernando García, frenando al Rey, se debía a que estaba esperando que la caballería musulmana atacara y se dispersara por el campo.
En ese punto, avanzó lo más granado del ejército cristiano. Los tres reyes, juntos con sus caballeros y mesnadas, gente de armas mucho más diestra y mejor armada que las milicias y con mucho más espíritu y arrojo, se lanzaron por el centro que la caballería musulmana había dejado abierto. Así, en poco tiempo, quedó roto tanto el frente almohade como la zaga. Según Ibn Abi Zar: "huyeron los caídes andaluces con sus tropas, por el odio que había en sus corazones contra al-Násir, a causa de la muerte de Ibn Qadis y de las amenazas que les había dirigido Ibn Djami".