Comentario
Los últimos años del siglo XVIII marcan un antes y un después para París, Francia y el resto de Europa. En 1789 estallaba la Revolución Francesa, que habría de señalar el nacimiento del mundo moderno. El 14 de julio de ese año el pueblo de París ocupó la prisión de la Bastilla, símbolo del absolutismo y del terror. Entre 1789-804, año de coronación de Napoleón, los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente en la capital de Francia. En 1792 se abolió la Monarquía y se proclamó la Republica. Un año después se instauraba el Reinado del Terror y , en 1794, el rey Luis XVI y su familia eran guillotinados. Desde el punto de vista cultural, destaca de estos años la inauguración del Museo del Louvre. A pesar de ello, gran cantidad de obras de arte fueron destruidas, principalmente religiosas. Desaparecieron en poco tiempo de la escena política parisina los personajes que la habían dominado por tanto tiempo. Tras años de luchas internas, pérdida de vidas humanas, destrucción, etc. se proclamaba a Napoleón Bonaparte como Emperador de Francia (1804) en la Catedral de Notre-Dame.
Entre 1804-1814 la ciudad se embelleció continuamente con grandes obras de arte: la columna de la Place Vendome, el Arco del Triunfo, mejora del Louvre, etc.
Posteriormente, París vivió la caída de otras monarquías (Carlos X, Luis Felipe de Borbón-Orleans) y asistió al nacimiento del Segundo Imperio de Napoleón III, periodo en el que se llevó a cabo el proyecto de reestructuración de la ciudad, confiado al Barón Hausmann; se configuraron los bosques de la Boulogne y de Vincennes, se construyeron los mercados de Les Halles, se edificó el Teatro de la Opera y se reordenó el trazado de las calles y avenidas. En 1870 la derrota de Napoleón III en Sedán por los prusianos provocó una revuelta parisina, La Comuna (1871), en la que se destruyeron muchos edificios ricos en historia y belleza, como el Hôtel de Ville y el Palacio de las Tullerías, conservándose en la actualidad el Jardín.